Todos los sondeos dan por segura la reelección del Primer Ministro israelí, mientras los partidos de centroizquierda –salvo Meretz– aspiran a entrar en el nuevo Gobierno.

 

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Las últimas encuestas de opinión llevadas a cabo en Israel muestran cómo más del 80% de los ciudadanos dan por hecho que Benjamín Netanyahu será reelegido el 22 de enero. Este rotundo margen electoral no implica que estén de acuerdo con sus políticas ni que vayan a votar por él, pero sí que tienen claro que Bibi –como se le conoce popularmente– es el candidato mejor situado para dirigir los destinos del país durante los próximos cuatro años. Y si esto es así no es sólo fruto del proceso de derechización experimentado por la sociedad israelí en los últimos años, sino también de la fragmentación de los dirigentes del centroizquierda, que han sido incapaces de llegar a un acuerdo preelectoral que les permitiera presentar una lista conjunta que pudiera competir con la alianza Likud Beitenu (formada por el partido Netanyahu y el ultraderechista Israel Beitenu, liderado por Avigdor Lieberman).

A pesar de las repetidas llamadas hechas por la candidata del Partido Laborista, Shelly Yechimovic, a la ex ministra de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, para que se uniera a su lista, ésta optó por fundar un partido propio y concurrir por libre. Igualmente, el presentador de televisión reconvertido a político, Yair Lapid, fundador del partido Yesh Atid (Hay Futuro), le propuso que se integrara en su lista electoral, pero Livni volvió a exigir ser cabeza de lista y, por lo tanto, la candidata a Primera Ministra, por lo que no hubo acuerdo posible. De esta forma los intereses personales de Livni han contribuido no sólo a la implosión de Kadima –partido del que se escindió después de perder las elecciones primarias frente a Saúl Mofaz el pasado mes de marzo y entregara su acta de diputada en mayo–, sino también a imposibilitar la potencial creación del llamado Gush Shmola (Bloque de izquierdas), que hubiera constituido la única fórmula para poder desbancar a Netanyahu.

 

Renovación del Laborismo

Después de este desencuentro con Livni, la periodista Shelly Yechimovic –a la que las encuestas dan entre 17 a 19 escaños– ha acometido una profunda renovación del Avodá (Partido del Trabajo). Tras la celebración de las correspondientes elecciones primarias el pasado 29 de noviembre, Yechimovic ha incorporado a varios de los líderes del movimiento de protesta social que tomó las calles de las principales ciudades de Israel durante el verano de 2011. Entre ellos destacan las figuras del entonces presidente del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Tel Aviv, Itzik Shmulik, y una de las líderes del movimiento de indignados israelíes Stav Shafir. Ambos aseguraban en su momento que no se dejarían cooptar por los partidos, pero dada la desestructuración del movimiento –que alcanzó su clímax el 31 de agosto de 2011, sacando a medio millón de personas a la calle (en un país cuya población no llega a los 8 millones), desinflándose progresivamente hasta su práctica desaparición– han optado por entrar en política.

También destaca la incorporación de la periodista de radio y televisión, así como columnista del diario Haaretz, Merav Michaeli, quien obtuvo el quinto puesto en las recientes primarias a pesar de no contar con el apoyo de Yechimovic. La figura de Michaeli constituye un importante reclamo electoral de cara a recuperar el contacto con las bases del partido, dado su conocido activismo y compromiso social. Michaeli es también una recién llegada a la política, pero además de su popularidad como presentadora cuenta con la legitimidad de ser nieta del brillante y polémico intelectual de origen húngaro Rudolf Kestner, asesinado por extremistas en 1957 después de haber sido acusado –injustamente, según luego determinó el Tribunal Supremo de Israel– de haber colaborado con los nazis en la deportación de judíos húngaros a los campos de concentración.

En cualquier caso, esta importante renovación del grupo parlamentario laborista se verá atemperada por la presencia de algunos veteranos, como son por ejemplo el ex ministro de Defensa y tradicional apparatchik del laborismo, Benjamín Ben Eliezer. También el ex ministro de Asuntos Sociales e hijo del primer Presidente de Israel, Isaac Herzog, quien resulto ganador de las primarias e irá como número dos en la lista electoral. Junto a este grupo de veteranos se encuentra el sindicalista Amir Peretz, que ocupó la cartera de Defensa en el Gobierno de Ehud Olmert, pero que después de obtener el tercer lugar en la lista, ha abandonado en el último momento el Avodá para unirse al Hatnuah.

 

Los tránsfugas de Hatnuah

El caso de Amir Peretz es paradigmático del nuevo partido creado por Tzipi Livni, quien fuera jefa de la oposición durante la mayor parte de esta legislatura, hasta que se vio obligada a ceder la dirección de Kadima a Saúl Mofaz. Todos los candidatos que ocupan los primeros puestos dentro de este nuevo partido son tránsfugas procedentes de otras formaciones, sean de Kadima (la mayoría de ellos –Yoel Hasson, Orit Zuaretz, Robert Tiviaev, Rachel Adatto, Majallie Wahbee, Shlomo Molla y Meir Sheetrit– que han sido diputados en la Knesset durante esta legislatura) o de Avodá (además de Amir Peretz está el ex Alcalde de Haifa y ex candidato laborista a Primer Ministro, Amram Mitzna, que también concurrirá en la lista de Hatnuah).

Esta maniobra por parte de Livni ha sentado muy mal en las filas de Kadima, desde donde no sólo le reprochan haber abandonado la pasada primavera y haberles quitado a siete de sus diputados –el mínimo imprescindible, según la legislación electoral, para llevar a cabo una escisión y crear un grupo propio– sino sobre todo haber dejado al partido con una deuda valorada en 38 millones de shequels (unos siete millones y medio de euros) y, además, llevarse ahora la cantidad asignada a cada diputado para presentarse a unas nuevas elecciones, que asciende a 800.000 shequels por cabeza, que al ser siete supone una suma de 5,6 millones de shequels (más de un millón de euros).

Livni ha sido también criticada desde los círculos intelectuales del centroizquierda debido a su diletantismo político. El catedrático emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Shlomo Avineri, le ha reprochado una serie de “errores en cadena”. Empezando por no formar Gobierno junto a los ultraortodoxos de Shas tras ser la lista más votada en 2009 (con 28 diputados frente a los 27 del Likud), continuando por no querer establecer un Gobierno de unidad nacional con Netanyahu y terminar desertando de Kadima al verse superada por Mofaz. Pero su mayor error, según Avineri, sería el no haberse unido a Yechimovic para crear la única alternativa realista a Netanyahu de cara a los próximos comicios. Según las encuestas, el Partido Laborista hubiera superado los 30 escaños en caso de contar con su presencia, mientras que concurriendo por libre Livni aspira a conseguir entre 7 y 8 parlamentarios.

 

El último referente de la izquierda

A diferencia de Yechimovic y de Livni, que en ningún momento han dicho públicamente no estar dispuestas a unirse a un Gobierno que con toda probabilidad presidirá Netanyahu (a cuya lista Likud Beitenu los sondeos otorgan un mínimo de 35 escaños, aún tras la reciente dimisión de Avigdor Lieberman tras ser incriminado por un caso de fraude y abuso de confianza), la única que se ha distanciado de dicho escenario ha sido la candidata por Meretz, Zahava Gal-On. A pesar de que las encuestas sólo le dan un máximo 6 diputados (la mitad de aquellos 12 que llegó a tener en 1992, formando parte del Ejecutivo de Isaac Rabin, pero el doble de los 3 que tiene en estos momentos), Meretz se ha quedado sólo como partido de izquierdas, con pretensión de hacer oposición como contrapeso a las políticas del próximo gobierno Netanyahu.

Únicamente una coalición preelectoral entre estas tres candidatas –Yechimovic, Livni y Gal-On– con los correspondientes apoyos posteriores de los tres partidos árabes (que suelen reunir una decena de diputados) y alianzas de conveniencia con los ultraortodoxos hubiera podido hacer algo de sombra a Netanyahu. Pero dado que los egos políticos e intereses personales de las dos primeras han estado por encima de sus posicionamientos ideológicos y del interés general, la victoria de la Yamina (derecha) se presenta segura.

Además, todo apunta a que a la coalición Likud Beitenu se unirán el ultraderechista Habayit Hayehudi (Hogar Judío-Unión Nacional) de Naftali Bennet y algún partido ultraortodoxo. También se da por hecha la participación de Yair Lapid, que está experimentado un proceso de acercamiento hacia los Haredim, de cara a presentarse como ministrable ante los religiosos.

Por otro lado está por ver si Kadima sigue los pasos de su creador, Ariel Sharon (clínicamente muerto desde enero de 2006 pero que sobrevive con respiración asistida), y entra en coma político, tal como ya le ocurriera a otras formaciones como Shinui (Cambio) –fundada por el padre de Yair, el también periodista Tommy Lapid– que de tener 15 diputados en las elecciones de 2003 se quedó sin ninguno tres años después.

Esto mismo le podría ocurrir a Saúl Mofaz, después de demostrar una incapacidad política tan grande como su pericia militar (fue Jefe del Estado Mayor del Ejército al comienzo de la segunda Intifada y luego nombrado ministro de Defensa, llevando a cabo la operación Muro Protector en 2002, invadiendo las áreas autónomas de Cisjordania y propinando un golpe mortal a las milicias palestinas). Tras dejarse llevar por Netanyahu el pasado mes de mayo y ser nombrado vice primer ministro, Mofaz podría pasar a la reserva no sólo del Ejército sino también de la política, pues las encuestas le dan entre 0 y 2 escaños.

 

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