¿Cómo está afectando la guerra siria en el disputado territorio?

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Drusos residentes de los Altos del Golán al lado de un retrato del presidente sirio, Bashar al Assad, en la ciudad de Majdal Shams.

Los drusos –al igual que los kurdos, aunque menos conocidos que éstos– son una minoría nacional dividida entre varios Estados: Siria, Líbano, Jordania e Israel. La división artificial del Oriente Medio entre Francia y el Reino Unidos tras el desmembramiento del Imperio Otomano a través de los Acuerdos de Sykes-Picot de 1916 llevó a su fragmentación territorial, aunque lograran mantener importantes vínculos culturales y religiosos. Luego la Guerra de Independencia de 1948 hizo que los pueblos de la Galilea, que inicialmente habían de corresponder a Palestina (según el Plan de Partición de noviembre de 1947) finalmente quedarán en manos de Israel. Igualmente los pueblos de los Altos del Golán, ocupados desde la Guerra de los Seis Días en 1967

 

Complejidad identitaria

A diferencia de los drusos de la Galilea, que profesan una sincera lealtad al Estado de Israel y realizan el servicio militar en sus Fuerzas Armadas (Tsahal), los drusos de los Altos del Golán se sienten profundamente sirios. Ésta es de hecho una de las principales características de las minorías drusas, la lealtad respecto del Estado en el que se encuentran ubicadas. Sea por razones morales –esta minoría practican una peculiar religión escindida del islam que predica unos altos estándares éticos– o por razones prácticas –al buscar históricamente la protección de las autoridades de sus territorios correspondientes– lo cierto es que se mantienen fieles a sus respectivas banderas. Igualmente en Líbano, donde el quizá más conocido de sus dirigentes, Walid Yumblat, siempre ha oscilado de un lado a otro del espectro político para defender los intereses drusos, amén de ser un nacionalista libanés.

En el caso de los drusos del Golán –unos 20.000 dentro de una comunidad de más de 100.000 en Israel y un millón en todo el mundo– se da un complejo sentimiento identitario. A parte de su apego a la bandera siria, en realidad, su acento es más similar al árabe que se habla en Líbano, donde mantienen importantes conexiones familiares. Esto hace que aunque a nivel político se sientan sirios, desde el punto de vista lingüístico y cultural se sientan más próximos a los libaneses. Y a esto se une el hecho de que al vivir bajo ocupación israelí disfruten de unas infraestructuras y una calidad de vida superior respecto de sus correligionarios al otro lado de las fronteras. También destacan su aprecio a los animales domésticos –especialmente a los perros, que son rechazados como impuros por la mayoría de los árabes musulmanes– y el alto grado de limpieza de sus aldeas.

 

Divisiones ante la guerra civil siria

Mientras existe un consenso casi absoluto entre los drusos del Golán de querer volver a vivir bajo soberanía de Siria lo antes que las negociaciones lo permitan (en algunos tejados ondean banderas sirias, que son toleradas por las autoridades israelíes, siempre y cuando no se excedan en número y tamaño), su posicionamiento ante las guerra civil que está teniendo lugar en su país de origen es más diverso. Sin duda, los que apoyan al régimen de Bashar el Assad y creen que la rebelión ha sido orquestada por Occidente y por el fundamentalismo islámico para dañar al Estado sirio constituyen una amplia mayoría, pero ésta comienza a disminuir con el paso del tiempo. Sobre todo entre las generaciones más jóvenes, que no sólo ven las televisiones oficiales sirias como sus padres y abuelos, sino que utilizan masivamente Internet y las nuevas redes sociales.

Entre los cinco pueblos drusos del Golán destaca el de Majdal Shams, tanto por su mayor tamaño como por su localización estratégica (pegado a la frontera, en la falta del Monte Hermón). Los estudiosos de esta minoría calculan que más de 80% de sus habitantes apoyan al Gobierno sirio frente a los rebeldes, cifra que en cambio se reduce al 60% entre los menores de 25 años, que aparte de disponer de medios de información alternativos a través de la Red presentan un mayor grado de abstencionismo político. Entre las que más filiaciones al régimen presenta, está la pequeña aldea de Buqata, donde se calcula que el apoyo al régimen supere el 95%, por lo que la disidencia no es tolerada.

Sirva como ejemplo el del activista Wiam Amasha, que pasó varios años en una cárcel israelí tras ser acusado de conspirar para secuestrar a soldados del Tsahal en connivencia con la guerrilla chií libanesa Hezbolá, y que fue puesto en libertad en octubre de 2011 en virtud del intercambio de un millar de presos por el cabo Gilad Shalit. A pesar de contar con la legitimidad de haber estado en prisión durante varios años por activismo antiisraelí, en el momento que impulsó una iniciativa para criticar las atrocidades perpetradas por el Ejército sirio contra la población civil se vio anatemizado por todos sus vecinos. Y su padre, Mahmud, incluso fue embestido por un vehículo cuando estaba estacionando su propio coche, en los Amasha interpretaron como un claro mensaje intimidatorio al puro estilo mafioso.

 

El futuro del Golán

La evolución de los acontecimientos en la Península del Sinaí, que se ha convertido en santuario de varios grupúsculos salafistas y satélites de la red terrorista Al Qaeda, hace que los estrategas israelíes teman que pueda producirse un fenómeno similar en el lado sirio del Golán. Esto es, que las mismas células afiliadas a Al Qaeda que están perpetrando atentados en el centro de Damasco lograran crear una red clandestina en lado sirio de la demarcación para lanzar cohetes contra núcleos urbanos israelíes como Kiryat Shmona o bien realizar ataques con artefactos explosivos improvisados (IEDs) o cohetes antitanque (RPGs) contra los vehículos blindados que patrullan la frontera, obligando al Tsahal a responder o incluso a penetrar en territorio sirio en búsqueda de los responsables, lo que a su vez podría provocar una escalada con Siria.

Este escenario, al igual que el potencial de escalada militar en la Península del Sinaí respecto de Egipto, acaba de ser planteado como hipótesis por el Director del Departamento Político y de Seguridad del ministerio de Defensa, el General Amos Gilad, dentro de los debates de la Conferencia de Contra-Terrorismo que se celebra todos los meses de septiembre en el Centro Interdisciplinario de Herzliya (IDC).

Por esta razón, de los discursos pronunciados por estos veteranos dirigentes políticos, altos mandos militares en la reserva y ex directores de los servicios de inteligencia (Mossad, Shabak y Aman) dentro de la mencionada conferencia, se deduce que a pesar de sus declaraciones públicas contra Bashar el Assad, el Ejecutivo israelí no está interesado en la caída del régimen. Pues a fin de cuentas los Assad –antes el padre, luego el hijo– se han preocupado de que esa frontera sea la más segura que ha tenido Israel durante las últimas cuatro décadas, sin registrase ningún incidente armado desde la Guerra del Yom Kippur en 1973. Otra cosa es que el Gobierno hebreo esté interesado en el debilitamiento de Siria, pues como acaba de señalar en Herzliya el director del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) y ex director de Inteligencia Militar (Aman), Amos Yadlin, “antes de la crisis siria teníamos que devolver el Golán como precio por la paz, pero ahora ésta nos sale gratis”.