Los radicales iraníes están debilitados, pero no vencidos.

 

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Solo meses atrás, cuando en Irán apenas empezaba a calentarse el ambiente electoral que terminaría con las elecciones del pasado 14 de junio, era imposible pensar que los moderados –y ni hablar de los reformistas– pudieran imponer su puntos de vista en un país cada día más radicalizado. Pero la victoria de Hassan Rohaní dio la vuelta al complejo tablero de ajedrez de la política persa. Las voces de aquellos que se negaban a que Irán dejara atrás su aislamiento han ido siendo arrinconadas por aquellos que piensan que hay que dar un paso adelante.

La firma del acuerdo preliminar con los países del 5+1 (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania) fue calificada de exitosa por el Líder Supremo de la Revolución, Alí Jamenei, que históricamente ha mostrado su desconfianza a negociar con Occidente. Y las voces críticas al acuerdo de Ginebra han sido minoritarias. De cierta manera los radicales han quedado atrapados. No está bien ir a contracorriente del Líder –a quien dicen rendirle lealtad extrema– y tampoco quieren jugar en el mismo bando del Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, principal opositor de este acuerdo. Pero esto no significa que desde todos los sectores de la sociedad iraní se celebren los cambios. Si bien los radicales son actualmente minoría, y cada vez más aislados a nivel popular, también son poderosos. Y peor aún, están dispuestos a presionar hasta donde sea posible para volver a inclinar la balanza a su favor.

La resistencia como única política exterior de la Republica Islámica. Mientras el mundo se sorprende con esta nueva cara de Irán, dentro de casa la batalla con los extremistas está apenas comenzando. Los radicales, como ya lo habían hecho durante el gobierno reformista de Mohammed Jatamí, han salido al ataque con intención de minar cualquier avance del nuevo Gobierno. Aunque la corriente del país va en su contra, no se han quedado callados. Esto empieza por el célebre editor del periódico Keyhan, Hossein Shariatmadari, que históricamente se ha considerado una de las personas que refleja los pensamientos del grupo cercano al ayatolá Jamenei y que es una de las voces más críticas hacia Estados Unidos y Occidente. A él se suman voces llegadas desde otros sectores radicales, muchos de ellos cercanos al influyente ayatolá Mesbah Yazdi, que siempre se han presentado como los defensores de la resistencia. Desde su universidad en la ciudad de Qom se defendió los primeros años de gobierno de Mahmud Ahmadineyad –antes de que cayera en desgracia frente a los mismos radicales–  y la candidatura del ex negociador nuclear Saeed Jalili, quien representaba el discurso de la resistencia en las últimas elecciones. Después de la firma del acuerdo, los parlamentarios que siguen la línea de Yazdi han pedido al Gobierno presentarlo para ser aprobado. Esta iniciativa ha sido rechazada incluso por aquellos políticos tradicionales a quienes se tiene adscrito como los más fieles del sector conservador del país.

Muerte a América. Desde la llegada de Rohaní, algunos extremistas han tratado de movilizar al sector de la población que todavía construye su identidad a través de su retorica antiestadounidense, antiisraelí y antieuropeo –al menos en cuanto a Reino Unido o Francia se refiere–. Es así como han impulsado campañas de propaganda antiimperialistas en los últimos meses. Algo que no pasaba ni en tiempos de Ahmadineyad. Han planeado manifestaciones “contra la arrogancia” a la salida de la oración de los viernes, organizaron una gran movilización para celebrar el aniversario de la toma de la embajada estadounidense en Teherán el pasado 4 de noviembre y hasta han convocado un concurso de vídeo y arte para premiar las mejores campañas que destaquen el logo de “Muerte a América“. Y hace pocas semanas aparecieron en Teherán, y otras ciudades de Irán, decenas de carteles donde se quería mostrar la doble moral de los estadounidenses. El argumento que dieron entonces es que este tipo de campañas ayudarían a fortalecer la posición del equipo que negociaba el programa nuclear.

Pero su campaña no ha tenido éxito. El ex candidato presidencial y alcalde de Teherán, Mohammed  Bagher Ghalibaf –que proviene de los Guardias de la Revolución–, ordenó que se desmontaran estos carteles. Pero los impulsores parecen no rendirse. Han vuelto a sacarlos a la luz cada vez que hay una oportunidad como el pasado Ashura, la máxima celebración religiosa para los chiíes. “No les interesa lo que diga el Líder, a pesar de que le profesan lealtad profunda. Solo les interesa no dejar que este Gobierno no se salga con la suya y llegue a un acuerdo con Occidente“, asegura un analista político en Irán que pidió no dar su nombre por lo delicado del tema.

Los ‘basijis’. Después de 34 años de revolución islámica, los seguidores del régimen se han convertido en unos grandes expertos en acomodar las palabras del Líder Supremo a su favor. Y bajo esta dinámica, aquellos que están enmarcados bajo el sello de las milicias basiji han querido erigirse como los defensores de los principios de la República Islámica. Algunos de ellos crearon un grupo que han bautizado “Comité de defensa de los intereses de Irán”, que entre otras cosas recibieron a Rohaní de su viaje a la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, con un zapatazo. Aseguran que este Gobierno ha mostrado unas ganas desesperadas por negociar y que esto va en contra de los intereses del país. Y a pesar de que evitan criticar al equipo negociador –pues va en contra de las palabras del Líder–, se centran en recordar las malas acciones del enemigo en el pasado.

“Algunas personas piden el fin del eslogan de ‘Muerte a América’. ¿Por qué? En el tiempo de la guerra contra Irak la gente no tenía la mitad de la comida de hoy, no teníamos el 10% del bienestar, estábamos bajo bombardeo químico y no nos rendimos. ¿Y ahora nos piden que lleguemos a un acuerdo con el enemigo?”, aseguró días atrás el comandante de los basijis, el brigadier general Mohammed Reza Naqdi, que desde el campo militar es una de las voces más escépticas con restablecer relaciones con el mundo.

Como resultado de este juego de fuerzas, el Líder Supremo apareció ante 50.000 basijis en Teherán el mismo día que comenzaba la tercera ronda de negociaciones en Ginebra el pasado 20 de noviembre. En este discurso Jamenei planteó una doble vía que podría salvar su honor en el caso de que las negociaciones salgan mal en el futuro.  Por un lado,  hablaba de que para lograr el objetivo final de Irán, tal como se hace en el campo de batalla, hay que intentar diferentes maneras. Bajo ese lineamiento apoyó al Gobierno y sus intenciones de negociar, aunque “hay líneas rojas que debemos respetar”, dijo. Sin embargo, también volvió a reiterar su desconfianza con EE UU e hizo un largo recuento de su pasado de “arrogancia” en el mundo. “La arrogancia siempre será nuestro enemigo“, dijo.

Los Guardianes de la Revolución. Según aseguran varios analistas en Irán, el ayatolá Jamenei estaría siendo presionado por el ala más radical, incluido el sector más extremista de los Guardias Revolucionarios como Naqdi, que está convencido que Estados Unidos y Gran Bretaña –y hoy Francia– nunca cambiarán su actitud frente a la Republica Islámica. “A ellos [los Guardianes de la Revolución] les conviene el escenario. Su presupuesto militar es cada vez mayor y su fortaleza viene de las amenazas externas”, asegura otro veterano analista con la condición de que no se publique su nombre. Sin embargo, hay quienes tienen otro punto de vista. Analizar a los Guardianes de la Revolución como institución unificada, al fin y al cabo, es un error. Si bien fueron creados al comienzo de la Revolución para ser el Ejército defensor de la Revolución Islámica, los Pasdarán han dejado de ser una organización netamente militar. En la actualidad, su poder se extiende a diferentes partes del sector económico como proyectos de alta ingeniería, petróleo y gas, entre otros. Bajo ese contexto, ellos también se beneficiarán con una reducción de las fuertes sanciones económicas que pesan sobre el país.

Mahmud Ahmadineyad. El ex presidente iraní ha asegurado que le daría seis meses de gracia al nuevo Gobierno antes de volver a dar declaraciones. Sin embargo, no ha sido necesario que haga apariciones públicas para que los iraníes sepan lo que piensa sobre el acuerdo nuclear, que nunca pudo lograr. Hace pocos días, quien fuera su consejero de prensa y ex director de la agencia nacional de noticias, Irna, Alí Akbar Javenfekr, dijo a un periódico local que Ahmadineyad siempre había insistido en el concepto de dialogar basándose en el respeto mutuo y que la República Islámica tuvo mejores oportunidades para negociar. “Pero las perdió”, dijo al indicar que durante el último gobierno, Irán estaba en una posición más poderosa. “Por ejemplo, cuando Ahmadineyad viajaba a Estados Unidos,  él aprovechaba su contacto con los medios de comunicación para dar su mensaje y causaba un choque entre el Gobierno y la opinión pública [estadounidenses]. Yo creo que las protestas de Wall Street fueron el resultado de las delaraciones de Ahmadineyad”, aseguró.

Este mismo pensamiento quedó reflejado en  la página web No Cut Press, relacionada con Ahmadineyad, que criticó con el acuerdo de Ginebra al decir que este nuevo Gobierno había aceptado un “chupa chups ácido a cambio de sus concesiones”.

 

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