Aftermath of Palestine-Israel conflict
Trabajadoras palestinas limmpian los escombros de la torre al-Jawhara en el barrio al-Rimal de la ciudad de Gaza (Majdi Fathi/NurPhoto via Getty Images).

En este último año se produjo la cuarta guerra entre Gaza e Israel, la más destructiva en algo más de un decenio, lo que vuelve a demostrar que el proceso de paz está muerto y que la solución de dos Estados parece menos probable que nunca.

El detonante de este último estallido fue la Jerusalén Este ocupada. En abril de 2021, la amenaza de desalojo de los palestinos que residen en el barrio de Sheikh Jarrah coincidió con los enfrentamientos, en pleno Ramadán, entre jóvenes que arrojaban piedras y la policía israelí que empleó fuerza letal en el recinto que comprende el Haram al Sharif, sagrado para los musulmanes, y el Monte del Templo, sagrado para los judíos.

El choque produjo una reacción en cadena. Hamás, que controla Gaza, disparó de forma indiscriminada misiles de largo alcance contra Israel; éste respondió con un duro ataque aéreo que desató una guerra que, en 11 días, mató a más de 250 personas, casi todas palestinas, y dejó en ruinas lo que quedaba de la infraestructura civil de Gaza. Los palestinos de Cisjordania que se manifestaron en solidaridad con Gaza se encontraron con el fuego real del Ejército de Israel. En las ciudades israelíes, los ciudadanos palestinos salieron a la calle y en algunos casos se enfrentaron con los colonos de Cisjordania y otros judíos de derechas, a menudo apoyados por la policía israelí.

Aunque las hostilidades no eran una cosa nueva, en este último brote hubo varios elementos nuevos. Por primera vez desde hacía decenios, los palestinos superaron su fragmentación y unieron sus voces en Cisjordania, Jerusalén Este, Gaza e Israel. También fue significativo el debate en las capitales occidentales, sobre todo en Washington. Numerosos miembros del Partido Demócrata, entre ellos varios de sus principales dirigentes, hablaron con una severidad nada frecuente sobre los bombardeos de Israel, lo que hace pensar que, dentro del partido, las opiniones sobre el conflicto están evolucionando.

No obstante, los factores fundamentales siguen siendo los mismos. Aunque parece que los israelíes se vieron sorprendidos por la intensidad de los lanzamientos de misiles de Hamás, la guerra no les ha hecho replantearse su política en Gaza —estrangular económicamente la región para debilitar a Hamás y dividir a la población y “cortar la hierba” cada pocos años para impedir los ataques— ni su forma general de tratar a los palestinos. Las capitales extranjeras, en su mayoría, se mostraron muy preocupadas pero no hicieron nada. El gobierno de Biden, a pesar del nuevo tono de los demócratas, aseguró que estaba haciendo una “labor diplomática discreta e intensa” pero, en realidad, dejó que el conflicto siguiera su curso.

Los meses transcurridos desde entonces tampoco han alimentado las esperanzas. En junio, una coalición heterogénea destituyó al primer ministro que más tiempo llevaba en el cargo, Benjamin Netanyahu. Después de la beligerancia de la que él había hecho gala, el nuevo gobierno puso un rostro más amable a las relaciones exteriores de Israel y proclamó su esperanza de “reducir” el conflicto mejorando la economía de los territorios ocupados y con un mínimo refuerzo de la Autoridad Palestina, que gobierna parcialmente Cisjordania. Sin embargo, al mismo tiempo, sigue ampliando los asentamientos ilegales y reprimiendo a los palestinos igual que sus predecesores. En octubre declaró ilegales seis respetados grupos de la sociedad civil palestina con acusaciones engañosas de terrorismo.

Para quien aún desee reanudar las negociaciones, el año pasado fue un motivo de desesperación. Hace tiempo que el centro de gravedad de la política israelí se ha alejado de la paz, porque los sucesivos gobiernos, en la práctica, han abandonado las conversaciones. Los palestinos, en su mayoría, han dejado de creer que van a conseguir un Estado a través de las negociaciones.

Hay formas de aplacar la situación: una tregua a largo plazo y la apertura de Gaza; el fin de los desahucios de palestinos en Jerusalén Este; la recuperación de los acuerdos que mantenían una calma razonable en los lugares sagrados.

Pero esas cosas solo podrán contener la guerra durante un tiempo. Las buenas palabras de los diplomáticos en favor de una solución de dos Estados que es casi imposible de lograr dan a Israel una tapadera para continuar con la anexión de facto de Cisjordania. Más valdría intentar acabar con la impunidad israelí por sus violaciones de los derechos de los palestinos. En otras palabras, ha llegado el momento de abordar la situación sobre el terreno tal y como es.