• Dubai. The Vulnerability of
    Success
    (Dubai. La vulnerabilidad del éxito)

    Christopher Davidson
    390 págs., Hurst & Company,
    Londres, 2008 (en inglés)

Las ambiciones de Dubai no tienen límites. Desde la ventanilla del avión, después de  atravesar el desierto del Rub al Jali, se vislumbra un bosque de rascacielos: el Burj al Arab es el hotel más alto del mundo; el Dubai Mall es el centro comercial más grande del mundo; la Burj Dubai será, con unos 800 metros de altura, la torre más alta del mundo. En Dubai, icono del urbanismo y del turismo de lujo, hay muchos más grandes del mundo. La ambición de esta ciudad-Estado perteneciente a Emiratos Árabes Unidos es ser “número uno”, en palabras de su dirigente, el jeque Mohamed bin Rachid al Maktum. Con un crecimiento del 7% anual, se ha convertido en una plataforma comercial internacional, en una nueva Singapur en el corazón de Oriente Medio.

¿Cuál es el secreto de un territorio de 1,5 millones de habitantes, de los cuales en torno al 20% son nacionales, que apenas supera el tamaño de Mallorca? “Todo es posible en Dubai”, según Al Maktum, como si fuera el rey de Laputa, la isla volante de los Viajes de Gulliver, quien creía haber descubierto el secreto de la levitación eterna. En Europa, siempre se habla de los jeques y de sus petrodólares. Pero el oro negro no es el secreto de Dubai, y detrás de la fachada de la riqueza eterna, los desafíos para el futuro son numerosos. Es lo que Christopher Davidson, del Instituto sobre Oriente Medio y Estudios Islámicos de la Universidad de Durham, en Reino Unido, deja claro en Dubai. The Vulnerability of Success.

Desde el 11-S, la península Arábiga está en el punto de mira. A pesar del creciente interés por una zona dueña de la tercera parte de las reservas de petróleo del planeta y supuesta cuna del fundamentalismo islámico, aún es difícil informarse de lo que pasa en los países del Golfo. Son escasos los ensayos de calidad que explican las estructuras del poder y de las sociedades de esas monarquías. Para Emiratos Árabes Unidos, el libro de Mohamed Morsy Abdulá, The United Arab Emirates. A Modern History, fue una referencia durante años, aunque publicada en los 70 y reeditada en los 90. Había que consultar obras generales sobre el Golfo o revistas especializadas para seguir la evolución del fenómeno Dubai. Es la primera cualidad del libro de Davidson: llena el vacío literario sobre un territorio que aparece casi a diario en la prensa económica.

Después de tres capítulos dedicados a la formación del emirato, explica cómo pasó de ser un pequeño puerto de comerciantes de perlas en el siglo xix, cuando la entonces llamada Costa de la Tregua estaba bajo control británico, a uno de los primeros centros comerciales y financieros del mundo. Dubai es “una nueva raza de animal urbano” que supo adaptarse al capitalismo sin renunciar a la tradición islámica. Cuando los Emiratos se independizaron de Reino Unido en 1971 y formaron una federación, Dubai ya sabía que no podía contar con el petróleo. Con el 94% de las reservas de crudo, Abu Dhabi es la capital económica. El increíble dinamismo dubaití se basa en la diversificación: el comercio con zonas francas, el turismo de lujo, la alta tecnología e inversiones en grandes proyectos inmobiliarios. El oro negro representa el 5% de su PIB. Davidson compara Dubai con Singapur por “haber combinado un laissez faire económico con un sistema político cerrado”. El jeque Al Maktum es más “un gestor” que un gobernante, cuya legitimidad pasa por “un acuerdo no escrito con la población”. En Dubai esperan atraer nada menos que a 15 millones de turistas extranjeros al año para 2010, tres veces más de los que recibe Nueva York.

El sistema económico y político y las ambiciones del emirato están bien explicadas, aunque quizá sea el punto fastidioso del libro: el autor no aporta nada nuevo y hay que esperar unas doscientas descriptivas páginas para entrar en el tema, para entender por qué el fenómeno Dubai tiene sus límites, por qué es vulnerable, pese a que Davidson vivió y trabajó allí durante años. También sorprenden los atajos intelectuales para explicar la falta de democracia por parte de un investigador. “Dubai aún es una autocracia en la que cuesta encontrar prueba alguna de apertura hacia la democracia y donde hay menos reformas políticas que en el resto de la zona, incluida Arabia Saudí”, escribe. Y argumenta que el vecino reino celebró elecciones legislativas en 2005. Los comicios también son la herramienta de las dictaduras más férreas y, en el caso saudí, fueron considerados como una mera medida cosmética.


Por el emirato pasaron las armas y los ‘diamantes de sangre’ del ex presidente de Liberia; el régimen de los talibanes en Afganistán cambiaba oro por dólares


El dinamismo económico de Dubai dio a Emiratos Árabes Unidos una proyección internacional envidiable para un pequeño Estado bloqueado entre Irak, Irán y Arabia Saudí. Ya no hace falta un mapamundi para saber dónde se encuentra y pasar las vacaciones en un lujoso hotel de la costa del Golfo que está de moda entre las estrellas de cine, del deporte o de la música.

El liberalismo de las autoridades tiene, sin embargo, un punto negro. Detrás de la tranquilidad de las calles de Dubai, “las organizaciones criminales y terroristas aprovecharon la situación geográfica y la política de laissez faire para llevar a cabo tráfico de armas y de seres humanos, blanqueo de dinero”, escribe Davidson. Las zonas francas lo son para todos y es lo que podría, según el autor, amenazar su éxito. Por el emirato pasaron las armas y los diamantes de sangre de Charles Taylor, ex presidente de Liberia; el régimen de los talibanes de Afganistán cambiaba oro por dólares; Irán y Corea del Norte tramitaron la compra de la tecnología nuclear del paquistaní Abdul Qadir Jan…

Abu Dhabi teme ahora las consecuencias de la ambición de Dubai para el futuro de la Federación. El poder central no quiere perder su soberanía, y en varias ocasiones los dos emiratos entraron en competencia. Un ejemplo: la reciente compra del Manchester City por un príncipe de Abu Dhabi recuerda que Dubai no es el único emirato potente del Golfo. Pero lo que más preocupa a Davidson son las actuales divisiones políticas en Abu Dhabi, que podrían perjudicar a Dubai: la inestabilidad de Emiratos Árabes Unidos en una zona marcada por el terrorismo y la guerra podría asustar a futuros inversores. El peso demográfico de la comunidad extranjera, en su mayoría indios, también es un factor de vulnerabilidad. Dubai. The Vulnerability of Success refleja el creciente interés por la península Arábiga y por los fenómenos que apuestan por la diversificación económica, y será un libro de referencia, incluso aconsejable para los especuladores de la crisis del ladrillo española. El lector lamentará, sin embargo, la ausencia de una perspectiva más amplia. Porque cabe preguntarse si el modelo Dubai puede exportarse a otras partes del mundo o, al menos, de Oriente Medio. Ha escapado de la ola de atentados que sacude la zona y muchos de sus vecinos envidian su éxito.