• Distracted: The Erosion of Attention and The Coming Dark Age (Distraídos. La erosión de la atención y la edad oscura que se avecina)

    Maggie Jackson

    327 págs., Prometheus Books,

    Nueva York, EE UU,

    2008 (en inglés)

 

Siete u ocho ventanas del navegador abiertas. Una de chat. Twitter en una cajita. Un lector RSS de mis fuentes informativas favoritas. Y en un lateral una nueva herramienta para concentrar todas mis redes sociales en una sola ventana. ¿Hiperconectado? ¿Distraído? En la economía de la atención quizá es la única manera de sobrevivir. Más. Una forma de ser en la sociedad del aburrimiento global. No hay otra posibilidad de enfrentar el excedente cognitivo del que nos hablaba Clay Shirky. Como este estudioso del ciberespacio nos advirtió, si no fuera por Internet seguiríamos viendo televisión. Y entonces el aburrimiento sería mortal, y el pensamiento, plano. Peor, idiotizado. Mejor ser un tonto interactivo.

Maggie Jackson ha escrito un libro para alertar de la llegada de una nueva edad oscura. Perdemos la atención y la memoria atrapados por la velocidad y el simulacro intelectual de las máquinas. Nuestra velocidad de pensamiento es menor que la de los procesadores de nuestros ordenadores. Los terabytes de información ofrecidos a unos clics son de tan fácil acceso que la inteligencia se diluye en ilusión vital (Baudrillard, Zizek); la vida recreada digitalmente hace que “la posmodernidad sea un mundo sin profundidad, un mundo de superficie”, como dijo Sherry Turkle en Life on the Screen, todavía el mejor estudio sobre la identidad en la era de Internet.

“La premisa de este libro es simple”, dice Jackson, “la vida que vivimos está erosionando nuestra capacidad de una profunda, sostenida y perceptiva atención: el bloque constructivo de nuestra intimidad, inteligencia y progreso cultural”. Demasiado simple. Clic. Pensamiento débil.

Clic. Sócrates lo decía en el Fedro de Platón: la escritura nos hará perder la memoria tan necesaria en la cultura oral. Llegaba una edad oscura. Clic. La Iglesia y los poderosos condenaron la imprenta porque desacralizaba la palabra escrita. Clic. Y minaba su poder. Clic. Cuando la prensa y los libros de gran tirada se hicieron accesibles para las masas, muchos pensaron que era el fin de la cultura. Clic. La memoria ya no es nuestra herramienta fundamental, para eso están los discos duros y la caché. Clic. Más que copistas somos anotadores, como los monjes de las bibliotecas medievales. Clic. Y en esa recreación llamada obra derivada, pensamos. Clic. Como hace la autora en un libro fragmentado, escrito con la maldición que repudia.

La multitarea nos atrapa en un mundo construido con capas de información. Tan finas y fragmentadas que necesitamos instrumentos de ayuda. Pero no son inocuos. Menos, en un mundo donde el bricolaje –intelectual, político, social, identitario– es la norma. “La máquina ya no te pone en un mundo aparte. Puede ponerte en el centro de las cosas y la gente”, otra vez Turkle.

Y en esa afirmación está la raíz de la preocupación de Jackson. Porque el ...