Ganador de la UNIVERSIDAD DE VALENCIA, con su proyecto «Realidades de una nueva política energética», que puede leer aquí:

La espada de Damocles no cuelga solo sobre la cabeza de Europa sino que comparte lugar con la de Rusia. Es de sobra conocida la dependencia energética europea hacia Rusia, debido a que era la única suministradora de productos energéticos a los países del este, y a la política de “apaciguamiento” capitaneada por Alemania. Pero sería más correcto hablar de interdependencia. Sí, dependemos de la energía rusa pero el Estado ruso depende en igual o mayor medida de sus exportaciones energéticas hacia Europa, ya que estas constituyen el 40% de sus ingresos estatales. No es una estrategia beneficiosa para Rusia a largo plazo, por eso está buscando ansiosamente nuevos clientes –sobre todo China– y utilizando subterfugios –barcos con pabellón de conveniencia y países que revendan su petróleo como India– para vender en el mercado común.

Estamos de igual manera ante la situación de que Rusia ha aumentado su presencia militar –gracias al grupo Wagner– en varios países de África, asegurándose así nuevos centros de poder y los recursos naturales de la zona.

La OTAN no solo debe centrarse en el aspecto militar más inmediato, la guerra en Ucrania, sino también en desarticular los nuevos centros de poder tanto de Rusia y China, que solo hacen peligrar la estabilidad global. Aquí España puede aportar su poder blando, ya que la vista de estas potencias agresoras se está centrando en la América hispana, mediante una campaña de apropiación de los recursos naturales como una forma de someter a las tambaleantes democracias latinas. De esta forma, se podría evitar un mal mayor al neutralizar su influencia en la región y conseguir el desarrollo regional, al mismo tiempo que conseguimos reforzar estas alianzas estratégicas.

América Latina cuenta con grandes recursos energéticos que, bajo unas buenas políticas y nuestro apoyo técnico, podrían ser una gran fuente de desarrollo económico evitando así la subida de los populismos. La política rusa se ha podido contemplar en Venezuela bajo el apoyo militar al régimen de Maduro pero el modelo chino de influencia es menos palpable, como pasa en el “Collar de Perlas”. La República popular mediante su doctrina de “dependencias estratégicas” pasa a controlar no solo puestos estratégicos desde donde proyecta su poder, sino también los recursos y las cadenas de distribución.

Además hay nuevos países en desarrollo como Guayana que recientemente ha empezado su explotación de petróleo y se prevé que produzca más crudo que la propia Venezuela. Este país siempre ha mantenido una estrecha relación con el Reino Unido y sumado al hecho de ser una democracia, lo convierte en un gran aliado. De igual manera Guinea Ecuatorial, gran productor de petróleo pero cada vez más cerca de China; tradicionalmente ha mantenido unas fuertes relaciones con España y Estados Unidos, por lo que al aliarnos con ellos desbarataríamos la influencia China en uno de los países más desarrollados de la zona.

Cabe destacar también la importancia del GNL enviado desde Estados Unidos, abriendo así una ventana de esperanza en una situación complicada. Aunque los centros adaptados a esta tecnología son escasos y principalmente situados en España, el resto de países están empezando a crear su propia infraestructura. Esto es una muestra de la importancia de la cooperación dentro de la Alianza Atlántica para el beneficio general.

De igual forma que la sibila délfica le impuso a Hércules doce trabajos como penitencia, la Unión Europea ya ha presentado su propio proyecto para superar esta crisis y evitar la dependencia. El plan Next Generation EU –junto al Pacto Verde–, aunque creado en origen para volver a traer la prosperidad a la eurozona tras la pandemia de Covid-19, se sustenta en la base de la “autonomía estratégica”. Esta nueva doctrina es una idea global ya que se centra en un plano cívico-militar. Se plantea así que las energías verdes y la nuclear – considerada por Europa como energía limpia– serán el nuevo vértice energético creando así una autosuficiencia energética que además beneficiará al medioambiente. Esto unido al enorme apoyo a la industria europea nos permitirá generar riqueza y por tanto bienestar a los ciudadanos sin depender de países externos como es China, que se presenta como una potencia emergente enfrentada a la Alianza Atlántica. La estrategia de la autonomía estratégica está también enraizada con la idea de un “ejército europeo”.

Esta idea nuevamente apoyada fervorosamente por Francia y Alemania no vendría a competir con la OTAN sino a reforzarla. No se crearía un ejército paralelo sino que esta idea vendría a defender un aumento de las capacidades defensivas por parte de los estados europeos invirtiendo en tecnología y producción a la vez que aumentan su capacidad disuasoria. Iría así, en consonancia con las demandas de Estados Unidos al pedir a los estados miembros de la Alianza Atlántica que fueran consecuentes con las necesidades defensivas. De esta manera al no cargar Estados Unidos con todo el peso de la defensa común, la alianza podría realizar con mayor éxito sus objetivos.