La Asociación Nacional del Rifle, en el pasado apenas
un club para briosos
estadounidenses armados, es hoy un potente
lobby internacional: presiona
a favor de los derechos de los propietarios de armas en la ONU, apoya campañas
de Sydney a São Paulo y ha descubierto que su mensaje -amar la
libertad es amar las armas- se traduce a casi todos los idiomas.

El anuncio empieza con una austera imitación de un informativo. La
presentadora, mirando directamente a la cámara, previene a los espectadores
sobre la propuesta de prohibición de la venta de armas que iba a ser
sometida a referéndum en Brasil: "Se está tergiversando
la cuestión del desarme. No se va a desarmar a los delincuentes".
La locutora desaparece y empieza un montaje tipo "news-on-the-march" (el
reportaje que presenta la vida de Charles Foster Kane en la película
Ciudadano Kane, de Orson Welles) mostrando los grandes momentos de la libertad:
Nelson Mandela sale de la cárcel; un hombre frena una columna de tanques
en la plaza de Tiananmen; cae el muro de Berlín. "Tus derechos
están amenazados", afirma la presentadora tras esas inspiradoras
secuencias; "no entregues tu libertad". Después, para hacer
más cercano el mensaje, aparecen imágenes de archivo de miles
de brasileños saliendo a la calle para restaurar la democracia tras
más de dos décadas de dictadura.

Este anuncio fue el primero de una serie que se emitió en la televisión
brasileña en horario de máxima audiencia durante el mes de octubre
de 2005, mientras los partidarios y los detractores del control de las armas
entablaban un acalorado debate en torno al futuro de la legislación
sobre el armamento en la mayor democracia de América Latina. Los primeros
proponían ilegalizar la venta de armas y munición a los civiles,
coronando así una serie de controles establecidos en los últimos
años. La propuesta, promovida por diversas asociaciones no gubernamentales
de Río de Janeiro y São Paulo, la habían adoptado dos
presidentes distintos, pero había sido pospuesta durante años
debido a las presiones de los fabricantes de armas nacionales. Al final, el
plebiscito se celebró en octubre de 2005, siendo la primera vez que
un país ha realizado una consulta popular sobre este asunto.

La idea de que la posesión
de armas es un derecho tan importante como la libertad de protestar existe
gracias a la NRA, que ha perfeccionado su mensaje

Pero ese referéndum no era sólo brasileño. Brasil no
era más que el penúltimo campo de batalla de la encarnizada guerra
mundial en torno al derecho a llevar armas. Una semana antes de la votación,
la Red Internacional de Acción sobre las Armas Ligeras (IANSA, en sus
siglas en inglés), una organización con sede en Londres que representa
a más de 500 organismos de todo el mundo que trabajan por el control
de las armas, coordinó un día internacional de apoyo a la prohibición
en Brasil.

Al acercarse el último mes de campaña, las encuestas daban a
los defensores del desarme sobrados motivos de optimismo. A mediados de septiembre,
el 73% secundaba la propuesta, gracias en parte al apoyo del Gobierno, la Iglesia
católica y Globo TV. Pero cuando el 23 de octubre los brasileños
fueron a depositar su voto obligatorio infligieron a este movimiento internacional
una de sus más amargas derrotas, rechazando la prohibición por
un margen de casi dos contra uno. Se calcula que en Brasil sólo dos
millones de civiles poseen legalmente un arma. Dicho de otro modo, unos 59
millones de brasileños votaron a favor de mantener una prerrogativa
de la que, en su inmensa mayoría, jamás disfrutarán.

No hubo un único motivo para ese fracaso abrumador. Muchos votantes
habían manifestado su descontento con un Gobierno envuelto en escándalos
de corrupción y otros desconfiaban del discurso del Ejecutivo sobre
el desarme, pero pocos dudaron de que lo que marcó la diferencia fue
la campaña publicitaria. Durante las tres semanas en que los anuncios
se emitieron, el apoyo a la prohibición cayó en picado. "No
hablaban de las armas, sino de derechos", afirma desde São Paulo
Guaracy Mingardi, un investigador sobre delincuencia que trabaja para la ONU.

La idea de que poseer un arma es un derecho humano tan sagrado como, por ejemplo,
el de manifestación resultaba nueva para la mayoría de los brasileños.
La retórica de los spots se hacía eco de los puntos de vista
expresados por los grupos de defensa de las armas de Australia, Reino Unido,
Canadá, Suráfrica o cualquier otro lugar. Una línea argumental
que tal vez no existiera si no fuera por la Asociación Nacional del
Rifle (NRA, en sus siglas en inglés) estadounidense que había
dado forma, experimentado y afinado el mensaje antes de que muchos de esos
grupos nacieran. La NRA, posiblemente el lobby (grupo de presión) político
más poderoso de EE UU, actúa como mentor espiritual de los grupos
proarmas de todo el mundo. Considera que su actitud defensiva no debe detenerse
ante ninguna frontera. De hecho, poco antes del referéndum brasileño,
el portavoz de la NRA, Andrew Arulanandam, afirmó: "Consideramos
Brasil el pistoletazo de salida para el movimiento mundial a favor del control
de las armas. Si ganan en Brasil, Estados Unidos le seguirá".

Tal vez la NRA no se dedique activamente a financiar a los lobbies proarmas
en distintos países -según afirma, sus estatutos lo prohíben-,
pero su influencia va más allá del dinero. Apoya las acciones
contra el control de las armas ante la ONU; propone argumentos, estrategias
y tácticas políticas que otros adaptan a las condiciones locales;
y, si uno contacta con ellos, sus representantes acuden y explican cómo
actuar. A pesar de su pretensión de ser viril y profundamente estadounidenses,
tienen una clara noción de cómo opera la globalización. "Vivimos
en una sociedad profundamente interconectada", afirma Thomas Mason, su
más alto representante en la ONU, "no se puede decir que lo que
suceda en Escocia no afecta a EE UU, claro que lo hace".

Campo de batalla: unas 38.000 personas son asesinadas con arma en Brasil cada año, pero a sus ciudadanos sigue sin convencerles el desarme.
Campo de batalla: unas
38.000 personas son asesinadas con arma en Brasil cada año, pero
a sus ciudadanos sigue sin convencerles el desarme.
 

‘EL CLUB DE LA LUCHA’
Se calcula que en el planeta hay 600 millones de armas ligeras, de pistolas
de pequeño calibre a lanzamisiles portátiles, en su mayoría
en manos de particulares. Para mucha gente, son uno de los grandes elementos
desestabilizadores en el mundo en vías de desarrollo y están
en el epicentro de los conflictos en África, del bandidaje en América
Latina y de la proliferación de redes criminales. Según ciertas
estimaciones, la violencia, en su mayoría relacionada con las armas
de fuego, se cobra el equivalente al 10% del PIB brasileño.

A finales de los 90, una serie de organizaciones no gubernamentales, fundaciones
y académicos dedicados al desarrollo y a la lucha contra la violencia
se unieron con el fin de promover una limitación del comercio de armas
ligeras, en gran medida desregulado. Esa amplia coalición tenía
motivos para creer que su intento podía tener éxito: a principios
de esa misma década habían logrado un rápido consenso
internacional contra el uso de minas terrestres. Muchos de esos mismos grupos
buscaban ahora acabar con otra arma letal. "Tras la guerra fría
nos liberamos de la obsesión por la amenaza nuclear y se hizo posible
ver otras, como esas armas que realmente matan a cientos de miles de personas
al año", afirma la directora de IANSA, Rebecca Peters.

En Brasil, las armas de fuego, principalmente las pistolas, acaban cada año
con la vida de unas 38.000 personas. Por eso, hacía tiempo que el movimiento
internacional por el desarme consideraba al país como un buen escaparate
potencial de los efectos positivos de las medidas que sugiere este colectivo.
Hasta poco antes del referéndum el pasado mes de octubre, las señales
indicaban que tenían todo a su favor. Los dos últimos presidentes
del país adoptaron las recomendaciones sobre el control del armamento
de la ONU y, entre 1997 y 2003, el Congreso aprobó varias leyes al respecto
que se cuentan entre las más restrictivas del mundo democrático.
Desde 2004, un programa de recompra había recuperado y destruido más
de 400.000 armas. El número de homicidios en Brasil había caído
un 8% en 2004, la primera vez que se producía un descenso en 13 años,
algo que los defensores del control de las armas atribuían a las nuevas
medidas.

Una envoltura adecuada
del derecho a portar armas llega a gente de orígenes y culturas
muy diferentes, incluso en aquellas históricamente contrarias
a ellas

Esa misma secuencia de acontecimientos fue responsable, al menos en parte,
de la llegada de la NRA a Brasil. En agosto de 2003, Charles Cunningham, un
prominente miembro del Instituto para la Acción Legislativa, un organismo
de ese mismo grupo de presión, viajó a São Paulo y Río
de Janeiro para hablar ante asociaciones de tiradores deportivos, coleccionistas
de armas y otros defensores del derecho a usarlas. Por aquel entonces faltaban
unos meses para que el Congreso brasileño aprobara una nueva ronda de
restricciones a las armas, y los escasos grupos de apoyo no estaban en condiciones
de hacer mucho al respecto. Uno de los grupos que acudieron a las presentaciones
fue la Asociación Nacional de Propietarios y Vendedores Minoristas de
Armas, lo más parecido a la NRA en Brasil. En 1998 contaba con 1.200
afiliados, pero sólo cinco años después su número
había caído a 400. El movimiento proarmas, si es que se puede
decir que éste existía, estaba alicaído.

La asociación que invitó a Cunningham y organizó los
actos, la Sociedad Brasileña para la Defensa de la Tradición,
la Familia y la Propiedad, no estaba mucho mejor que las demás. Esta
organización de extrema derecha y nacionalista vio cómo su influencia
decaía con el final de la dictadura militar en 1985. Ninguno de los
otros grupos similares del país tenía demasiada presencia fuera
de los campos de tiro e Internet.

Reflejando el nerviosismo de quien no las tiene todas consigo, Cunningham
ofrecía, según se anunciaba, "estrategias eficaces de defensa
de las armas en una cultura contraria a ellas". Habló de la Constitución
de EE UU y de cómo había crecido la NRA. Explicaba que los propietarios
de armas debían estar coordinados de manera centralizada, pero tendrían
representación local en todas las regiones. Era importante que estos
grupos dejaran a un lado sus diferencias y se enfrentaran al desarme con una
sola voz. Les decía que el control de las armas no se refiere sólo
a ellas, sino que "afecta a la libertad". Los discursos acababan
entre aplausos.

Algunos activistas no acudieron a esas presentaciones porque no querían
ser vistos como algo que no fuera un producto nacional. Pero fue la primera
vez que un número considerable de estos colectivos se reunía
para discutir una estrategia. "Fue importante, [Cunningham] actuó como
un catalizador y nos hizo sentir mejor: si a los estadounidenses les había
funcionado, también podría hacerlo con nosotros", dice
Lincoln Tendler, editor de Mágnum, la única revista brasileña
sobre armas.

CORRER LA VOZ, EN SILENCIO
Está claro que no les ha funcionado sólo a los estadounidenses.
Durante las últimas décadas, la NRA ha ayudado a los defensores
del derecho a portar armas a enfrentarse a legislaciones contrarias a éstas
en Australia, Gran Bretaña y Canadá. Australia fue una de las
primeras salidas al extranjero de la organización y el lugar donde ha
tenido mayor impacto.

A principios de los 90, cuando ese país empezaba a hacer más
rigurosa su legislación en este ámbito, el presidente de la Asociación
de Tiradores Deportivos de Australia (SSAA, en sus siglas en inglés)
visitó dos veces la sede de la NRA en las afueras de Washington para
aprender su manera de actuar como grupo de presión y sus conocimientos
de relaciones públicas. A cambio, los australianos recibieron en 1992
al presidente de la NRA, Robert Corbin, que estaba en una gira de tres semanas
por Australia y Nueva Zelanda. Corbin se reunió en privado con sectores
del ámbito proarmas y dio entrevistas en los medios de comunicación. "Nos
llaman el imperio del mal y nos odian", dijo Corbin de sus adversarios, "pero
somos nosotros quienes triunfamos".

De forma aún más clara que en el caso de Brasil, su visita a
Australia tuvo un efecto catalizador en el movimiento de defensa del derecho
a llevar armas. El grupo australiano se inspiró en el brazo lobbista de la NRA para poner en marcha su propio Instituto para la Iniciativa Legislativa
en 1993. Los propietarios de armas en Australia llegaron a organizar el Partido
Australiano de los Tiradores, que ganó en 1995 un escaño en el
Parlamento del Estado de Nueva Gales del Sur. Sin embargo, la visita de Corbin
contribuyó poco a congraciarse con la opinión pública
australiana en su conjunto. Su vinculación con el lobby estadounidense
ha hecho a la Asociación de Tiradores Deportivos blanco fácil
de las críticas, especialmente a raíz de la masacre de Port Arthur,
en 1996, cuando un hombre abrió fuego y mató a 35 personas en
una zona turística de Tasmania. "La sociedad, en general, sólo
ve lo que sale en los medios de comunicación, que normalmente es el
sector más extremista de la NRA", afirma Jeanine Baker, presidenta
de la sección del sur de Australia de la SSAA, quien no cree que sean
fanáticos, sino "francos".

Abriendo fuego: el movimiento proarmas limita el debate a la delincuencia.
Abriendo fuego: el
movimiento proarmas limita el debate a la delincuencia.
 

En general, la NRA prefiere no hablar de sus operaciones internacionales. "No
comentamos el contenido de nuestros encuentros privados", afirma Arulanandam,
portavoz de la asociación. Suele restarle importancia a lo que a todas
luces aparece como una creciente presencia internacional. Algo que no resulta
sorprendente, en primer lugar porque sus miembros suelen ser conservadores
tradicionales, cuya visión de la política exterior estadounidense
tiende al aislacionismo. Arulanandam concede que "hemos ayudado donde
hemos podido, pero nuestro compromiso es con el mantenimiento de los derechos
en este país". En segundo lugar, la NRA entiende probablemente
mejor que nadie que su viril imagen de "Estados Unidos ante todo" no
tiene buena acogida en otros países, especialmente en un momento en
que los sentimientos antiamericanos están exaltados. Jairo Paes de Lira,
un activista proarmas de São Paulo, señala que la comunicación
con la NRA se había enfriado mucho antes del plebiscito por un tácito
acuerdo mutuo: "Estamos en el mismo bando, pero no queríamos dar
la impresión de que había influencia extranjera en este referéndum".

Por este motivo, una de las formas más sencillas de influencia de la
NRA en el exterior puede ser actuar como un think tank proarmas internacional.
Los activistas del derecho a llevar armas navegan por las páginas web de la NRA en busca de trabajos de investigación, estadísticas
o argumentos susceptibles de ayudar a su causa. Uno de esos pensadores, intensamente
promocionado en el sitio de esta asociación, es John Lott, un economista
que causó furor en Estados Unidos al afirmar que cuantas más
armas hubiera en una sociedad, menores serían los índices de
delincuencia. Cuando su libro de 1998 More Guns, Less
Crime (Más armas,
menos delitos)
apareció en portugués, los activistas brasileños
lo adoptaron como una especie de Biblia.

DUELO EN LA ONU
Pero la NRA no se contenta con una presencia pasiva en el exterior. Si así fuera,
no necesitaría estar presente en la ONU. Cuando Thomas Mason llegó a
Naciones Unidas, los diplomáticos no se encontraron con el cowboy fanfarrón
que se esperaban. El emisario del lobby estadounidense se ha ganado una reputación
de hábil estratega y negociador cordial, a pesar de operar en un territorio
hostil. En 2004, en un debate televisado sobre las armas que tuvo lugar en
Londres, el dirigente de la NRA Wayne LaPierre afirmó que la presencia
de su grupo en la ONU debía ser considerada como de oposición,
no de colaboración. Es, una vez más, un mensaje que la NRA destina
a sus miembros, conservadores acérrimos, que miran con escepticismo
a las instituciones internacionales.

Lock & stock: la policía brasileña ha incautado y destruido más de 400.000 armas desde 2004.
Lock & stock: la
policía brasileña ha incautado y destruido más de
400.000 armas desde 2004.
 

Pero la tenacidad de Mason y su instinto diplomático han hecho de esta
asociación un actor en la escena mundial. Manson ve la presencia internacional
de la NRA como juego limpio en lo que llama una "guerra cultural".
Afirma que cualquier victoria simbólica de los partidarios del desarme
en la ONU representa una ventaja táctica en cualquier otro terreno.
Dejar que un organismo internacional haga incluso la más nimia declaración
sobre la propiedad de armas por parte de los particulares sería una
de esas victorias. "Deslegitimaría las armas de fuego a escala
mundial", señala.

Naturalmente, añadir los defensores del derecho a las armas a la maraña
de gente que forma la ONU, una mezcla internacional de diplomáticos,
activistas y académicos, ha llevado a algunos vergonzosos ejemplos de
choque cultural. En la Conferencia de la ONU sobre armas ligeras, un portavoz
de la Asociación de Armas de Acción Simple (Single Action Shooting
Society), que se anuncia como "lo más parecido al Viejo Oeste
a falta de una máquina del tiempo", recordaba cómo disfrutaba
en su niñez jugando a indios y vaqueros. El argumento de la NRA de que
difundir la posesión de armas de fuego puede evitar los genocidios tampoco
tiene demasiado éxito.

Por su parte, Mason afirma que la actual posición de la ONU con respecto
a las armas ligeras está movida por el mito de la existencia de un problema
a escala mundial. El problema real, dice, es la delincuencia (casualmente,
el mismo mensaje que la NRA difunde en los medios de comunicación estadounidenses).
Además, insiste en que si no se desarma a los delincuentes no se está proponiendo
una solución realista.

El cabildeo de Mason podría haber sido mucho menos eficaz si no hubiera
contado con un aliado en la Casa Blanca. En la primera conferencia de la ONU
sobre armas ligeras en 2001, el presidente de la delegación estadounidense,
John Bolton, ahora embajador de EE UU ante Naciones Unidas, anonadó a
la sala al comenzar su disonante intervención declarando que Wasington "no
se sumará al consenso en torno a la declaración final si ésta
contiene medidas que revoquen el derecho constitucional a portar armas".
El resultado de la conferencia fue un "programa de acción" descafeinado
y no vinculante. La mayor pérdida, en opinión de los defensores
del control de las armas, fue la eliminación del llamamiento a los gobiernos
a regular su propiedad. "El acuerdo de la ONU no iba a prohibir a los
civiles su posesión, sino a regularla", dice Rebecca Peters, de
la IANSA. Ese documento de la ONU vacío de contenido fue una de las
mayores victorias internacionales de la NRA. Hasta lo de Brasil.

DERROTADOS
En los cinco años transcurridos desde la conferencia de 2001 sobre las
armas ligeras, la NRA ha afinado un mensaje que, según los expertos,
está funcionando. Son pocos los países que han aplicado las medidas
que recomendaba la ONU. Un informe publicado por la IANSA en julio de 2005
llegaba a la conclusión de que, desde el punto de vista de los defensores
del control de las armas, "el vaso está vacío en un 95%".
Eso mismo se afirmaba en el informe de seguimiento publicado hace dos años.
En vista de la falta de avances, Natalie Goldring, experta en asuntos de seguridad
internacional de la Universidad de Georgetown (EE UU), dice que el miedo de
la NRA a los "arrebataarmas" está inflado, y que el movimiento
por el control de las armas está en situación precaria. "Es
como la gripe aviar. Les preocupa que la cosa empiece en cualquier otro lugar
y acabe llegando a Estados Unidos. Al combatir los intentos internacionales
[de control de las armas] en realidad están luchando también
contra los grupos nacionales…".

Si se pregunta a la población de Bosnia, Botsuana o, para el caso,
Brasil qué dice la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados
Unidos, la mayoría no tendría ni idea. Pero la inesperada derrota
de la propuesta de prohibición de las armas en Brasil parece dar a entender
que, cuando se presenta en el envoltorio adecuado, el mensaje sobre el "derecho
a tener y portar armas" llega a personas de orígenes, experiencias
y culturas muy diferentes, aun cuando hayan sido históricamente contrarias
a ellas. De hecho, es posible que la Segunda Enmienda sea un producto de exportación
mucho mejor de lo que los partidarios del control están dispuestos a
admitir, especialmente en Estados con un recuerdo cercano de una dictadura.
Cuando a esto se le suma el miedo de la opinión pública a la
delincuencia, una preocupación apremiante en la mayor parte de los países
en desarrollo, el mensaje está listo para el consumo de masas.

El movimiento internacional en pro del desarme no pierde todas las batallas.
En la última década, en Australia, Gran Bretaña y Canadá,
Estados todos ellos en los que la NRA estaba, bien asesorando, bien ayudando
abiertamente a grupos afines, se aprobaron con gran apoyo popular estrictas
medidas legislativas en este ámbito. Pero desde que la NRA se ha empezado
a tomar en serio la promoción de sus ideas ante la ONU, el impulso a
favor del control de las armas se ha frenado. La NRA o sus discípulos
de inspiración local actúan para que el debate se limite a la
delincuencia y el tráfico ilícito, mientras que el lobby a favor
del control responde que no se puede atajar la violencia ligada a las armas
ligeras sin controlar también el acceso legal a las mismas. Este es
el gran obstáculo a las conversaciones internacionales, aunque los defensores
de su control insistan en que no buscan limitar los derechos de los propietarios
de armas en EE UU. Según Peters, "en realidad, Estados Unidos
no nos interesa demasiado. Sólo queremos trabajar en países donde
podamos avanzar". Sin embargo, si este movimiento fuera más sincero
consigo mismo tendría que admitir que nunca hará grandes progresos
a no ser que su objetivo sea también la gran potencia. Aproximadamente
la mitad de las pistolas y rifles del mundo se fabrican allí, y sus
habitantes poseen el mayor arsenal, con gran diferencia, que existe en manos
de particulares.

Si la NRA tiene esa ventaja aparentemente insuperable, ¿por qué se
molesta en promover su programa en los rincones más alejados del mundo?
Porque necesita proteger un mercado internacional. Aunque ésa no es
una causa justa, batallar contra la ONU y promover el miedo a una conspiración
mundial para sustraer las armas a sus propietarios es una gran ventaja con
vistas a la captación de fondos y la propaganda en EE UU. En ese sentido,
es posible que no sea tan importante que la NRA se salga con la suya en el
próximo referéndum sobre la prohibición de las armas.
Sale ganando de todos modos.

 

¿Algo más?
Para conocer la Asociación Nacional del
Rifle (NRA) por dentro, lea National Rifle Association: Money,
Firepower, and Fear
(National
Press Books, Washington, 1992), de Josh Sugarmann, e Inside the
NRA: Armed and Dangerous, an Exposé
,
de Jack Anderson (Dove Books, Beverly Hills, 1996). La política
ligada al control de las armas en EE UU es el tema de Under
Fire: The NRA and the Battle for
Gun
Control
, de Osha Gray Davidson
(Henry Holt, Nueva York, 1993), y The Changing Politics
of
Gun Control, de John
Bruce y Clyde Wilcox (Rowman & Littlefield Publishers, Lanham,
EE UU, 1998).La actividad de la NRA en el exterior es tratada por Natalie
Goldring en ‘The NRA Goes Global’ (Bulletin of
the Atomic Scientists,
enero/ febrero
1999). Jason Vest analiza sus actividades en Australia en otro
artículo con el mismo nombre: ‘The NRA Goes
Global’ (Salon.com, 3 de abril de 2000). Kelly Hearn ha escrito
sobre esta asociación y la prohibición
de las armas en Brasil en ‘As Brazil Votes to Ban Guns, NRA
Joins the Fight’ (thenation.com, 21 de octubre
de 2005).

The National Review on line publicó en 2001
una serie de artículos sobre la ONU y la prohibición
de las armas, que empezó con ‘Score One for Bush:
A U.N. Conference Concludes Without Too Much Permanent Damage’,
de Dave Kopel (National Review
Online,
30 de julio de 2001). Otro análisis de la
conferencia sobre armas ligeras de la ONU de 2001 es ‘United
States Weakens Outcome of UN Small Arms and Light Weapons Conference’,
de Rachel Stohl (Arms
Control Today,
septiembre 2001).

 

 

La Asociación Nacional del Rifle, en el pasado apenas
un club para briosos
estadounidenses armados, es hoy un potente
lobby internacional: presiona
a favor de los derechos de los propietarios de armas en la ONU, apoya campañas
de Sydney a São Paulo y ha descubierto que su mensaje -amar la
libertad es amar las armas- se traduce a casi todos los idiomas.
David
Morton

El anuncio empieza con una austera imitación de un informativo. La
presentadora, mirando directamente a la cámara, previene a los espectadores
sobre la propuesta de prohibición de la venta de armas que iba a ser
sometida a referéndum en Brasil: "Se está tergiversando
la cuestión del desarme. No se va a desarmar a los delincuentes".
La locutora desaparece y empieza un montaje tipo "news-on-the-march" (el
reportaje que presenta la vida de Charles Foster Kane en la película
Ciudadano Kane, de Orson Welles) mostrando los grandes momentos de la libertad:
Nelson Mandela sale de la cárcel; un hombre frena una columna de tanques
en la plaza de Tiananmen; cae el muro de Berlín. "Tus derechos
están amenazados", afirma la presentadora tras esas inspiradoras
secuencias; "no entregues tu libertad". Después, para hacer
más cercano el mensaje, aparecen imágenes de archivo de miles
de brasileños saliendo a la calle para restaurar la democracia tras
más de dos décadas de dictadura.

Este anuncio fue el primero de una serie que se emitió en la televisión
brasileña en horario de máxima audiencia durante el mes de octubre
de 2005, mientras los partidarios y los detractores del control de las armas
entablaban un acalorado debate en torno al futuro de la legislación
sobre el armamento en la mayor democracia de América Latina. Los primeros
proponían ilegalizar la venta de armas y munición a los civiles,
coronando así una serie de controles establecidos en los últimos
años. La propuesta, promovida por diversas asociaciones no gubernamentales
de Río de Janeiro y São Paulo, la habían adoptado dos
presidentes distintos, pero había sido pospuesta durante años
debido a las presiones de los fabricantes de armas nacionales. Al final, el
plebiscito se celebró en octubre de 2005, siendo la primera vez que
un país ha realizado una consulta popular sobre este asunto.

La idea de que la posesión
de armas es un derecho tan importante como la libertad de protestar existe
gracias a la NRA, que ha perfeccionado su mensaje

Pero ese referéndum no era sólo brasileño. Brasil no
era más que el penúltimo campo de batalla de la encarnizada guerra
mundial en torno al derecho a llevar armas. Una semana antes de la votación,
la Red Internacional de Acción sobre las Armas Ligeras (IANSA, en sus
siglas en inglés), una organización con sede en Londres que representa
a más de 500 organismos de todo el mundo que trabajan por el control
de las armas, coordinó un día internacional de apoyo a la prohibición
en Brasil.

Al acercarse el último mes de campaña, las encuestas daban a
los defensores del desarme sobrados motivos de optimismo. A mediados de septiembre,
el 73% secundaba la propuesta, gracias en parte al apoyo del Gobierno, la Iglesia
católica y Globo TV. Pero cuando el 23 de octubre los brasileños
fueron a depositar su voto obligatorio infligieron a este movimiento internacional
una de sus más amargas derrotas, rechazando la prohibición por
un margen de casi dos contra uno. Se calcula que en Brasil sólo dos
millones de civiles poseen legalmente un arma. Dicho de otro modo, unos 59
millones de brasileños votaron a favor de mantener una prerrogativa
de la que, en su inmensa mayoría, jamás disfrutarán.

No hubo un único motivo para ese fracaso abrumador. Muchos votantes
habían manifestado su descontento con un Gobierno envuelto en escándalos
de corrupción y otros desconfiaban del discurso del Ejecutivo sobre
el desarme, pero pocos dudaron de que lo que marcó la diferencia fue
la campaña publicitaria. Durante las tres semanas en que los anuncios
se emitieron, el apoyo a la prohibición cayó en picado. "No
hablaban de las armas, sino de derechos", afirma desde São Paulo
Guaracy Mingardi, un investigador sobre delincuencia que trabaja para la ONU.

La idea de que poseer un arma es un derecho humano tan sagrado como, por ejemplo,
el de manifestación resultaba nueva para la mayoría de los brasileños.
La retórica de los spots se hacía eco de los puntos de vista
expresados por los grupos de defensa de las armas de Australia, Reino Unido,
Canadá, Suráfrica o cualquier otro lugar. Una línea argumental
que tal vez no existiera si no fuera por la Asociación Nacional del
Rifle (NRA, en sus siglas en inglés) estadounidense que había
dado forma, experimentado y afinado el mensaje antes de que muchos de esos
grupos nacieran. La NRA, posiblemente el lobby (grupo de presión) político
más poderoso de EE UU, actúa como mentor espiritual de los grupos
proarmas de todo el mundo. Considera que su actitud defensiva no debe detenerse
ante ninguna frontera. De hecho, poco antes del referéndum brasileño,
el portavoz de la NRA, Andrew Arulanandam, afirmó: "Consideramos
Brasil el pistoletazo de salida para el movimiento mundial a favor del control
de las armas. Si ganan en Brasil, Estados Unidos le seguirá".

Tal vez la NRA no se dedique activamente a financiar a los lobbies proarmas
en distintos países -según afirma, sus estatutos lo prohíben-,
pero su influencia va más allá del dinero. Apoya las acciones
contra el control de las armas ante la ONU; propone argumentos, estrategias
y tácticas políticas que otros adaptan a las condiciones locales;
y, si uno contacta con ellos, sus representantes acuden y explican cómo
actuar. A pesar de su pretensión de ser viril y profundamente estadounidenses,
tienen una clara noción de cómo opera la globalización. "Vivimos
en una sociedad profundamente interconectada", afirma Thomas Mason, su
más alto representante en la ONU, "no se puede decir que lo que
suceda en Escocia no afecta a EE UU, claro que lo hace".

Campo de batalla: unas 38.000 personas son asesinadas con arma en Brasil cada año, pero a sus ciudadanos sigue sin convencerles el desarme.
Campo de batalla: unas
38.000 personas son asesinadas con arma en Brasil cada año, pero
a sus ciudadanos sigue sin convencerles el desarme.
 

‘EL CLUB DE LA LUCHA’
Se calcula que en el planeta hay 600 millones de armas ligeras, de pistolas
de pequeño calibre a lanzamisiles portátiles, en su mayoría
en manos de particulares. Para mucha gente, son uno de los grandes elementos
desestabilizadores en el mundo en vías de desarrollo y están
en el epicentro de los conflictos en África, del bandidaje en América
Latina y de la proliferación de redes criminales. Según ciertas
estimaciones, la violencia, en su mayoría relacionada con las armas
de fuego, se cobra el equivalente al 10% del PIB brasileño.

A finales de los 90, una serie de organizaciones no gubernamentales, fundaciones
y académicos dedicados al desarrollo y a la lucha contra la violencia
se unieron con el fin de promover una limitación del comercio de armas
ligeras, en gran medida desregulado. Esa amplia coalición tenía
motivos para creer que su intento podía tener éxito: a principios
de esa misma década habían logrado un rápido consenso
internacional contra el uso de minas terrestres. Muchos de esos mismos grupos
buscaban ahora acabar con otra arma letal. "Tras la guerra fría
nos liberamos de la obsesión por la amenaza nuclear y se hizo posible
ver otras, como esas armas que realmente matan a cientos de miles de personas
al año", afirma la directora de IANSA, Rebecca Peters.

En Brasil, las armas de fuego, principalmente las pistolas, acaban cada año
con la vida de unas 38.000 personas. Por eso, hacía tiempo que el movimiento
internacional por el desarme consideraba al país como un buen escaparate
potencial de los efectos positivos de las medidas que sugiere este colectivo.
Hasta poco antes del referéndum el pasado mes de octubre, las señales
indicaban que tenían todo a su favor. Los dos últimos presidentes
del país adoptaron las recomendaciones sobre el control del armamento
de la ONU y, entre 1997 y 2003, el Congreso aprobó varias leyes al respecto
que se cuentan entre las más restrictivas del mundo democrático.
Desde 2004, un programa de recompra había recuperado y destruido más
de 400.000 armas. El número de homicidios en Brasil había caído
un 8% en 2004, la primera vez que se producía un descenso en 13 años,
algo que los defensores del control de las armas atribuían a las nuevas
medidas.

Una envoltura adecuada
del derecho a portar armas llega a gente de orígenes y culturas
muy diferentes, incluso en aquellas históricamente contrarias
a ellas

Esa misma secuencia de acontecimientos fue responsable, al menos en parte,
de la llegada de la NRA a Brasil. En agosto de 2003, Charles Cunningham, un
prominente miembro del Instituto para la Acción Legislativa, un organismo
de ese mismo grupo de presión, viajó a São Paulo y Río
de Janeiro para hablar ante asociaciones de tiradores deportivos, coleccionistas
de armas y otros defensores del derecho a usarlas. Por aquel entonces faltaban
unos meses para que el Congreso brasileño aprobara una nueva ronda de
restricciones a las armas, y los escasos grupos de apoyo no estaban en condiciones
de hacer mucho al respecto. Uno de los grupos que acudieron a las presentaciones
fue la Asociación Nacional de Propietarios y Vendedores Minoristas de
Armas, lo más parecido a la NRA en Brasil. En 1998 contaba con 1.200
afiliados, pero sólo cinco años después su número
había caído a 400. El movimiento proarmas, si es que se puede
decir que éste existía, estaba alicaído.

La asociación que invitó a Cunningham y organizó los
actos, la Sociedad Brasileña para la Defensa de la Tradición,
la Familia y la Propiedad, no estaba mucho mejor que las demás. Esta
organización de extrema derecha y nacionalista vio cómo su influencia
decaía con el final de la dictadura militar en 1985. Ninguno de los
otros grupos similares del país tenía demasiada presencia fuera
de los campos de tiro e Internet.

Reflejando el nerviosismo de quien no las tiene todas consigo, Cunningham
ofrecía, según se anunciaba, "estrategias eficaces de defensa
de las armas en una cultura contraria a ellas". Habló de la Constitución
de EE UU y de cómo había crecido la NRA. Explicaba que los propietarios
de armas debían estar coordinados de manera centralizada, pero tendrían
representación local en todas las regiones. Era importante que estos
grupos dejaran a un lado sus diferencias y se enfrentaran al desarme con una
sola voz. Les decía que el control de las armas no se refiere sólo
a ellas, sino que "afecta a la libertad". Los discursos acababan
entre aplausos.

Algunos activistas no acudieron a esas presentaciones porque no querían
ser vistos como algo que no fuera un producto nacional. Pero fue la primera
vez que un número considerable de estos colectivos se reunía
para discutir una estrategia. "Fue importante, [Cunningham] actuó como
un catalizador y nos hizo sentir mejor: si a los estadounidenses les había
funcionado, también podría hacerlo con nosotros", dice
Lincoln Tendler, editor de Mágnum, la única revista brasileña
sobre armas.

CORRER LA VOZ, EN SILENCIO
Está claro que no les ha funcionado sólo a los estadounidenses.
Durante las últimas décadas, la NRA ha ayudado a los defensores
del derecho a portar armas a enfrentarse a legislaciones contrarias a éstas
en Australia, Gran Bretaña y Canadá. Australia fue una de las
primeras salidas al extranjero de la organización y el lugar donde ha
tenido mayor impacto.

A principios de los 90, cuando ese país empezaba a hacer más
rigurosa su legislación en este ámbito, el presidente de la Asociación
de Tiradores Deportivos de Australia (SSAA, en sus siglas en inglés)
visitó dos veces la sede de la NRA en las afueras de Washington para
aprender su manera de actuar como grupo de presión y sus conocimientos
de relaciones públicas. A cambio, los australianos recibieron en 1992
al presidente de la NRA, Robert Corbin, que estaba en una gira de tres semanas
por Australia y Nueva Zelanda. Corbin se reunió en privado con sectores
del ámbito proarmas y dio entrevistas en los medios de comunicación. "Nos
llaman el imperio del mal y nos odian", dijo Corbin de sus adversarios, "pero
somos nosotros quienes triunfamos".

De forma aún más clara que en el caso de Brasil, su visita a
Australia tuvo un efecto catalizador en el movimiento de defensa del derecho
a llevar armas. El grupo australiano se inspiró en el brazo lobbista de la NRA para poner en marcha su propio Instituto para la Iniciativa Legislativa
en 1993. Los propietarios de armas en Australia llegaron a organizar el Partido
Australiano de los Tiradores, que ganó en 1995 un escaño en el
Parlamento del Estado de Nueva Gales del Sur. Sin embargo, la visita de Corbin
contribuyó poco a congraciarse con la opinión pública
australiana en su conjunto. Su vinculación con el lobby estadounidense
ha hecho a la Asociación de Tiradores Deportivos blanco fácil
de las críticas, especialmente a raíz de la masacre de Port Arthur,
en 1996, cuando un hombre abrió fuego y mató a 35 personas en
una zona turística de Tasmania. "La sociedad, en general, sólo
ve lo que sale en los medios de comunicación, que normalmente es el
sector más extremista de la NRA", afirma Jeanine Baker, presidenta
de la sección del sur de Australia de la SSAA, quien no cree que sean
fanáticos, sino "francos".

Abriendo fuego: el movimiento proarmas limita el debate a la delincuencia.
Abriendo fuego: el
movimiento proarmas limita el debate a la delincuencia.
 

En general, la NRA prefiere no hablar de sus operaciones internacionales. "No
comentamos el contenido de nuestros encuentros privados", afirma Arulanandam,
portavoz de la asociación. Suele restarle importancia a lo que a todas
luces aparece como una creciente presencia internacional. Algo que no resulta
sorprendente, en primer lugar porque sus miembros suelen ser conservadores
tradicionales, cuya visión de la política exterior estadounidense
tiende al aislacionismo. Arulanandam concede que "hemos ayudado donde
hemos podido, pero nuestro compromiso es con el mantenimiento de los derechos
en este país". En segundo lugar, la NRA entiende probablemente
mejor que nadie que su viril imagen de "Estados Unidos ante todo" no
tiene buena acogida en otros países, especialmente en un momento en
que los sentimientos antiamericanos están exaltados. Jairo Paes de Lira,
un activista proarmas de São Paulo, señala que la comunicación
con la NRA se había enfriado mucho antes del plebiscito por un tácito
acuerdo mutuo: "Estamos en el mismo bando, pero no queríamos dar
la impresión de que había influencia extranjera en este referéndum".

Por este motivo, una de las formas más sencillas de influencia de la
NRA en el exterior puede ser actuar como un think tank proarmas internacional.
Los activistas del derecho a llevar armas navegan por las páginas web de la NRA en busca de trabajos de investigación, estadísticas
o argumentos susceptibles de ayudar a su causa. Uno de esos pensadores, intensamente
promocionado en el sitio de esta asociación, es John Lott, un economista
que causó furor en Estados Unidos al afirmar que cuantas más
armas hubiera en una sociedad, menores serían los índices de
delincuencia. Cuando su libro de 1998 More Guns, Less
Crime (Más armas,
menos delitos)
apareció en portugués, los activistas brasileños
lo adoptaron como una especie de Biblia.

DUELO EN LA ONU
Pero la NRA no se contenta con una presencia pasiva en el exterior. Si así fuera,
no necesitaría estar presente en la ONU. Cuando Thomas Mason llegó a
Naciones Unidas, los diplomáticos no se encontraron con el cowboy fanfarrón
que se esperaban. El emisario del lobby estadounidense se ha ganado una reputación
de hábil estratega y negociador cordial, a pesar de operar en un territorio
hostil. En 2004, en un debate televisado sobre las armas que tuvo lugar en
Londres, el dirigente de la NRA Wayne LaPierre afirmó que la presencia
de su grupo en la ONU debía ser considerada como de oposición,
no de colaboración. Es, una vez más, un mensaje que la NRA destina
a sus miembros, conservadores acérrimos, que miran con escepticismo
a las instituciones internacionales.

Lock & stock: la policía brasileña ha incautado y destruido más de 400.000 armas desde 2004.
Lock & stock: la
policía brasileña ha incautado y destruido más de
400.000 armas desde 2004.
 

Pero la tenacidad de Mason y su instinto diplomático han hecho de esta
asociación un actor en la escena mundial. Manson ve la presencia internacional
de la NRA como juego limpio en lo que llama una "guerra cultural".
Afirma que cualquier victoria simbólica de los partidarios del desarme
en la ONU representa una ventaja táctica en cualquier otro terreno.
Dejar que un organismo internacional haga incluso la más nimia declaración
sobre la propiedad de armas por parte de los particulares sería una
de esas victorias. "Deslegitimaría las armas de fuego a escala
mundial", señala.

Naturalmente, añadir los defensores del derecho a las armas a la maraña
de gente que forma la ONU, una mezcla internacional de diplomáticos,
activistas y académicos, ha llevado a algunos vergonzosos ejemplos de
choque cultural. En la Conferencia de la ONU sobre armas ligeras, un portavoz
de la Asociación de Armas de Acción Simple (Single Action Shooting
Society), que se anuncia como "lo más parecido al Viejo Oeste
a falta de una máquina del tiempo", recordaba cómo disfrutaba
en su niñez jugando a indios y vaqueros. El argumento de la NRA de que
difundir la posesión de armas de fuego puede evitar los genocidios tampoco
tiene demasiado éxito.

Por su parte, Mason afirma que la actual posición de la ONU con respecto
a las armas ligeras está movida por el mito de la existencia de un problema
a escala mundial. El problema real, dice, es la delincuencia (casualmente,
el mismo mensaje que la NRA difunde en los medios de comunicación estadounidenses).
Además, insiste en que si no se desarma a los delincuentes no se está proponiendo
una solución realista.

El cabildeo de Mason podría haber sido mucho menos eficaz si no hubiera
contado con un aliado en la Casa Blanca. En la primera conferencia de la ONU
sobre armas ligeras en 2001, el presidente de la delegación estadounidense,
John Bolton, ahora embajador de EE UU ante Naciones Unidas, anonadó a
la sala al comenzar su disonante intervención declarando que Wasington "no
se sumará al consenso en torno a la declaración final si ésta
contiene medidas que revoquen el derecho constitucional a portar armas".
El resultado de la conferencia fue un "programa de acción" descafeinado
y no vinculante. La mayor pérdida, en opinión de los defensores
del control de las armas, fue la eliminación del llamamiento a los gobiernos
a regular su propiedad. "El acuerdo de la ONU no iba a prohibir a los
civiles su posesión, sino a regularla", dice Rebecca Peters, de
la IANSA. Ese documento de la ONU vacío de contenido fue una de las
mayores victorias internacionales de la NRA. Hasta lo de Brasil.

DERROTADOS
En los cinco años transcurridos desde la conferencia de 2001 sobre las
armas ligeras, la NRA ha afinado un mensaje que, según los expertos,
está funcionando. Son pocos los países que han aplicado las medidas
que recomendaba la ONU. Un informe publicado por la IANSA en julio de 2005
llegaba a la conclusión de que, desde el punto de vista de los defensores
del control de las armas, "el vaso está vacío en un 95%".
Eso mismo se afirmaba en el informe de seguimiento publicado hace dos años.
En vista de la falta de avances, Natalie Goldring, experta en asuntos de seguridad
internacional de la Universidad de Georgetown (EE UU), dice que el miedo de
la NRA a los "arrebataarmas" está inflado, y que el movimiento
por el control de las armas está en situación precaria. "Es
como la gripe aviar. Les preocupa que la cosa empiece en cualquier otro lugar
y acabe llegando a Estados Unidos. Al combatir los intentos internacionales
[de control de las armas] en realidad están luchando también
contra los grupos nacionales…".

Si se pregunta a la población de Bosnia, Botsuana o, para el caso,
Brasil qué dice la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados
Unidos, la mayoría no tendría ni idea. Pero la inesperada derrota
de la propuesta de prohibición de las armas en Brasil parece dar a entender
que, cuando se presenta en el envoltorio adecuado, el mensaje sobre el "derecho
a tener y portar armas" llega a personas de orígenes, experiencias
y culturas muy diferentes, aun cuando hayan sido históricamente contrarias
a ellas. De hecho, es posible que la Segunda Enmienda sea un producto de exportación
mucho mejor de lo que los partidarios del control están dispuestos a
admitir, especialmente en Estados con un recuerdo cercano de una dictadura.
Cuando a esto se le suma el miedo de la opinión pública a la
delincuencia, una preocupación apremiante en la mayor parte de los países
en desarrollo, el mensaje está listo para el consumo de masas.

El movimiento internacional en pro del desarme no pierde todas las batallas.
En la última década, en Australia, Gran Bretaña y Canadá,
Estados todos ellos en los que la NRA estaba, bien asesorando, bien ayudando
abiertamente a grupos afines, se aprobaron con gran apoyo popular estrictas
medidas legislativas en este ámbito. Pero desde que la NRA se ha empezado
a tomar en serio la promoción de sus ideas ante la ONU, el impulso a
favor del control de las armas se ha frenado. La NRA o sus discípulos
de inspiración local actúan para que el debate se limite a la
delincuencia y el tráfico ilícito, mientras que el lobby a favor
del control responde que no se puede atajar la violencia ligada a las armas
ligeras sin controlar también el acceso legal a las mismas. Este es
el gran obstáculo a las conversaciones internacionales, aunque los defensores
de su control insistan en que no buscan limitar los derechos de los propietarios
de armas en EE UU. Según Peters, "en realidad, Estados Unidos
no nos interesa demasiado. Sólo queremos trabajar en países donde
podamos avanzar". Sin embargo, si este movimiento fuera más sincero
consigo mismo tendría que admitir que nunca hará grandes progresos
a no ser que su objetivo sea también la gran potencia. Aproximadamente
la mitad de las pistolas y rifles del mundo se fabrican allí, y sus
habitantes poseen el mayor arsenal, con gran diferencia, que existe en manos
de particulares.

Si la NRA tiene esa ventaja aparentemente insuperable, ¿por qué se
molesta en promover su programa en los rincones más alejados del mundo?
Porque necesita proteger un mercado internacional. Aunque ésa no es
una causa justa, batallar contra la ONU y promover el miedo a una conspiración
mundial para sustraer las armas a sus propietarios es una gran ventaja con
vistas a la captación de fondos y la propaganda en EE UU. En ese sentido,
es posible que no sea tan importante que la NRA se salga con la suya en el
próximo referéndum sobre la prohibición de las armas.
Sale ganando de todos modos.

 

¿Algo más?
Para conocer la Asociación Nacional del
Rifle (NRA) por dentro, lea National Rifle Association: Money,
Firepower, and Fear
(National
Press Books, Washington, 1992), de Josh Sugarmann, e Inside the
NRA: Armed and Dangerous, an Exposé
,
de Jack Anderson (Dove Books, Beverly Hills, 1996). La política
ligada al control de las armas en EE UU es el tema de Under
Fire: The NRA and the Battle for
Gun
Control
, de Osha Gray Davidson
(Henry Holt, Nueva York, 1993), y The Changing Politics
of
Gun Control, de John
Bruce y Clyde Wilcox (Rowman & Littlefield Publishers, Lanham,
EE UU, 1998).La actividad de la NRA en el exterior es tratada por Natalie
Goldring en ‘The NRA Goes Global’ (Bulletin of
the Atomic Scientists,
enero/ febrero
1999). Jason Vest analiza sus actividades en Australia en otro
artículo con el mismo nombre: ‘The NRA Goes
Global’ (Salon.com, 3 de abril de 2000). Kelly Hearn ha escrito
sobre esta asociación y la prohibición
de las armas en Brasil en ‘As Brazil Votes to Ban Guns, NRA
Joins the Fight’ (thenation.com, 21 de octubre
de 2005).

The National Review on line publicó en 2001
una serie de artículos sobre la ONU y la prohibición
de las armas, que empezó con ‘Score One for Bush:
A U.N. Conference Concludes Without Too Much Permanent Damage’,
de Dave Kopel (National Review
Online,
30 de julio de 2001). Otro análisis de la
conferencia sobre armas ligeras de la ONU de 2001 es ‘United
States Weakens Outcome of UN Small Arms and Light Weapons Conference’,
de Rachel Stohl (Arms
Control Today,
septiembre 2001).

 

 

David Morton es periodista freelance en
América Latina.