El expresidente, Jose Eduardo dos Santos, junto al ahora presidente electo, Joao Lourenco, durante la campaña electoral. (Marco Longari/AFP/Getty Images)

Muchos son los retos a los que se enfrenta el presidente electo de Angola, Joao Lourenço, y escasas las posibilidades de llevar a cabo las promesas electorales. El motivo principal: la perpetua figura del expresidente José Eduardo dos Santos y su familia. 

El sector crítico tacha a Joao Lourenço de hombre sin carisma, hombre de paja del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), el único partido que ha gobernado el país de África austral desde la independencia de Portugal en 1975. El que fuera ministro de Defensa y nuevo presidente de Angola toma posesión de su cargo con el propósito de cortar la cabeza a uno de los principales monstruos del país: la corrupción. Sin embargo, un eco de voces le advierte del escaso margen de maniobra en un terreno abonado por cuatro décadas de clientelismo con José Eduardo dos Santos en el poder.

Angola, rica en recursos naturales, segunda nación productora de petróleo en África pero fracturada por una profunda brecha de desigualdad, con una de las democracias más corruptas del mundo y donde ser niño no es tarea fácil. De extensión equiparable a España y Francia juntas, tiene una población de apenas 28 millones de habitantes, de los cuales, dos tercios viven con menos de dos dólares al día.

La capital, Luanda, es escenario de profundos contrastes. En la bahía, orgullo de los portugueses en la época colonial por su amplio paseo marítimo y las grandes avenidas con palmeras, se levantan hoy decenas de rascacielos recubiertos de cristal. El skyline vertical de la costa convive con las barriadas de chapas sin electricidad ni agua corriente en una continua paradoja de normalidad.

Joao Lourenço tiene por delante cinco años para demostrar a los angoleños y a la comunidad internacional que el eslogan de la campaña electoral de agosto de 2017, “Mejorar lo que está bien; corregir lo que está mal”, no se caerá por el propio peso de lo obvio. La diversificación de la economía es urgente. Según la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la producción petrolífera con sus actividades paralelas conforman el 45% del producto interior bruto de Angola y más del 95% de las exportaciones. En materia de desarrollo humano, Angola ocupa en el puesto 150 de 188 países según la clasificación elaborada por Naciones Unidas, mientras que los niños angoleños figuran entre los más desafortunados. El informe mundial de la organización Save The Children desvela que es el segundo peor país del planeta para ser niño: más del 10% muere antes de cumplir los cinco años por desnutrición, trabajo infantil o acceso deficiente a cuidados médicos.

Pero el principal monstruo al que deberá enfrentarse el nuevo Ejecutivo de Joao Lourenço es la corrupción instalada en todos los niveles de la administración y de la vida pública. El índice de percepción de la corrupción elaborado por Transparency International coloca a Angola a 12 puestos de ser considerado el país más corrupto del mundo. La apropiación ilegal de fondos públicos, la impunidad de la justicia o la extorsión y el soborno como moneda de cambio entre las filas de la policía y el Ejército son algunos de los males endémicos de un país que no conoce la alternancia de gobierno.

Partidarios del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA). (Marco Longari/AFP/Getty Images)

Portugal, la lavandería de la élite angoleña

La victoria del MPLA en las elecciones generales del pasado 23 de agosto no cogió a nadie por sorpresa. Todas las previsiones apuntaban a que el partido renovaría su permanencia en el poder, asegurándose la mayoría cualificada en el Parlamento y la facultad de promover leyes sin escuchar a la oposición. Apenas 24 horas después de la votación, la Comisión Nacional Electoral anunciaba resultados preliminares saltándose el procedimiento legal para recabar los datos. Al día siguiente el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, se apresuró a felicitar a Joao Lourenço por su victoria en las urnas, un gesto fuertemente criticado por los partidos de la oposición, que contestaron la credibilidad del proceso.

“Los angoleños se refieren a Portugal como la lavandería, afirma la eurodiputada portuguesa del Partido Socialista Ana Gomes. Con la crisis financiera de Portugal en 2011, la élite angoleña comenzó a invertir millones de euros en las principales empresas públicas, bancos, compañías de telefonía móvil, medios de comunicación o equipos de fútbol. En tiempos difíciles, la procedencia del dinero importa poco. Así, en febrero de este año, el exvicepresidente de Angola, Manuel Domingos Vicente, fue acusado por las autoridades portuguesas de intentar sobornar a un juez con casi un millón de euros para que frenase las investigaciones por blanqueo de dinero en la compra de bienes inmobiliarios en Cascais. El caso continúa pendiente de apertura de juicio.

Isabel dos Santos, la primogénita del expresidente – la “princesa”, como la denominan los angoleños – también tiene parte de su fortuna invertida en Portugal. Es dueña del 6% de la compañía petrolífera Galp Energia, del 19% del Banco BPI y controla parte de la televisión por cable NOS. Según la revista Forbes, Isabel es la mujer más rica de África, con un patrimonio estimado en unos 3.500 millones de dólares (unos 3.000 millones de euros). En Angola posee el 25% de la principal operadora de telefonía móvil (Unitel) y el 42% del Banco BIC. Su nombramiento en 2016 al frente de Sonangol, la empresa pública petrolera, provocó una oleada de protestas entre las filas de la oposición y sectores críticos de la prensa en Luanda.

Antes de abandonar el poder, José Eduardo dos Santos decidió hacer un último regalo a su hija: la concesión, por decreto presidencial y sin concurso público, de la construcción de la presa de Caculo Cabaça a un consorcio participado por Isabel, un contrato que asciende a más de 4.500 millones de euros.

Isabel no es la única hija de dos Santos bien colocada, aunque sí la más glamurosa. En su cuenta de Instagram se proyecta como mujer empresaria, viajera curiosa y amiga de estrellas de cine de Europa y Hollywood. El segundo hijo de José Eduardo dos Santos, José Filomeno, lidera el Fondo Soberano del país, con unas reservas de 5.000 millones de dólares. El clan es extenso: cuatro exmujeres, diez hijos, cuñados, suegros, primos. El nepotismo de la familia dos Santos es tan largo como la sombra que proyecta el expresidente sobre el futuro mandato de Joao Lourenço. Quien tiene pocas posibilidades reales de llevar a cabo todas las reformas prometidas.

El buen patriota

Cuando José Eduardo dos Santos anunció que, por vez primera, no se presentaría a las elecciones generales hubo que buscar un sucesor de consenso. Difícil tarea la de tomar el testigo de la persona que ha regido el destino de Angola desde el 21 de septiembre de 1979, tanto tiempo que muchos de los angoleños no conocen otra realidad. La prensa local señala que cuando le preguntan cómo le gustaría ser recordado da una respuesta corta, pero ambiciosa: “Como un buen patriota”. Dos Santos no se va por viejo –aunque tiene 75 años– sino porque padece cáncer de próstata. Deja la silla presidencial pero se mantiene al frente del partido, que ha prometido abandonar definitivamente en 2018. Seguir capitaneando el antiguo partido único en Angola no es cuestión baladí. La última reforma del estatuto del MPLA otorga a su presidente la potestad de proponer y someter a opinión del buró político la composición orgánica y nominal del Ejecutivo.

Dos Santos se ha ido, pero no sin antes extender una red de seguridad para cubrir sus intereses y los de su entorno. Así, un mes antes de las elecciones, el Parlamento aprobó un decreto por el que altos cargos de la policía y del servicio de inteligencia nombrados por el expresidente prorrogaron su mandato durante cuatro años más.

Tras conocerse el anuncio de los resultados provisionales de las elecciones generales, que daban al MPLA la victoria con un 61% de los votos, Joao Lourenço concedió su primera entrevista pública en Madrid. Viajó a España tras votar en Luanda, en una visita privada para realizar un chequeo médico. En conversación con la prensa española, Lourenço se definió como un Deo Xiao Ping, el líder chino que emprendió reformas económicas sociales de liberación de la economía que permitieron a este país alcanzar un rápido crecimiento económico. “Vamos a estudiar la posible privatización de aquellas empresas estatales que son pesos muertos para el país, que no son rentables, que le están costando mucho dinero a las arcas del Estado", afirmó. El presidente electo –todavía con resultados provisionales– también indicó que "diversificar la economía es fundamental e indispensable para sobrevivir, es imprescindible abrir nuestra economía y olvidarnos un poco del petróleo".

Días después, en su primer discurso tras publicarse los resultados oficiales, Lourenço hizo una referencia clara al mal que más corroe a la sociedad angoleña: la corrupción. “Hemos hecho una buena lectura del elevado nivel de abstención […] y el Ejecutivo que se constituirá en los próximos días tendrá la responsabilidad de corregir y prevenir que esta situación se reproduzca en el futuro. Vamos a trabajar para apartar las prácticas y los comportamientos reprobables que, probablemente, están en la base de tanta abstención”, anunció el presidente electo.

Corrupción, nepotismo, diversificación de la economía, privatización de empresas públicas, lucha contra la pobreza, inclusión económica y social. Muchos son los frentes abiertos en un país en el que la bajada del precio del petróleo ha dejado a la bahía de Luanda con un horizonte poblado de grúas inactivas y esqueletos de hormigón.