¿Creen que Rusia y China constituyen las mayores amenazas de piratería informática? Los ordenadores africanos, llenos de virus, pueden llegar a desconectar toda la economía mundial.

 

Imaginemos una red de ordenadores controlados por virus tan infeccioso que fueran capaces de derribar las 10 primeras economías del mundo con unas cuantas teclas. Tendrían que ser unos 100 millones de ordenadores coordinados, una botnet (red de robots): la versión informática de las armas de destrucción masiva. Pero, a diferencia de las armas convencionales, esta amenaza no es objeto de ninguna disputa geopolítica ni iniciativa diplomática, porque nadie se ha dado cuenta de que se nos viene encima, procedente de África.

ISSOUF SANOGO/AFP/Getty Images

Los delitos informáticos están creciendo más deprisa en el continente africano que en ningún otra zona del mundo, según los datos presentados en una reunión sobre la materia en Costa de Marfil en 2008. Los expertos en ciberseguridad calculan que el 80% de los ordenadores de esta región están infectados con virus y programas dañinos. Y, aunque quizá no era muy preocupante para la economía internacional hace unos años (del mismo modo que la guerra de la República Democrática del Congo no afecta a nuestra vida diaria), la llegada de la banda ancha a África significa que las cosas están a punto de cambiar. En el mundo virtual, África estará ahora tan cerca de Nueva York como, por ejemplo, Boston.

El acceso a la Red por banda ancha permitirá que los virus y los problemas de software malicioso de África se extiendan a todo el mundo. Con más usuarios capaces de acceder más rápidamente a Internet, la transferencia de datos, tanto de ida como de vuelta, será mayor. A nuestras bandejas de entrada llegará más spam de los piratas informáticos africanos, y eso no será más que el comienzo.

He aquí un ejemplo de lo que podría ocurrir en el peor de los casos. Desde un servidor central se apoderan de los ordenadores de todo el continente, a menudo sin saberlo sus propietarios, y hacen que reenvíen transmisiones (spam y virus) a otros equipos a través de la Red. Estos nuevos ordenadores zombies, o bots (de robots informáticos), cumplen las órdenes del creador original del software dañino. “Una botnet de un millón de ordenadores podría, según un cálculo conservador, generar suficiente tráfico para desconectar la mayor parte de las empresas de la lista de Fortune 500”, escribe Jeffrey Carr en su libro Inside Cyber Warfare (Dentro de la ciberguerra). “Una botnet de 10 millones de ordenadores podría paralizar la infraestructura informática de una gran nación occidental”. El continente africano, que cuenta con casi 100 millones de ordenadores, sería un blanco fundamental para esos secuestradores de redes, y los efectos serían devastadores.

¿Por qué en África precisamente, si hay ordenadores que piratear en otros sitios? Para decirlo en pocas palabras, porque son los más vulnerables del mundo. Alrededor del 80% de la población africana no tiene ni siquiera unos conocimientos rudimentarios de las tecnologías de la información, según un estudio reciente del Banco Mundial. Aunque están muy extendidos los cibercafés, las empresas muchas veces no pueden ofrecer los programas antivirus necesarios, y los equipos informáticos se convierten en objetivos muy fáciles para operadores de botnets y piratas habilidosos.

Además, los países africanos, en su mayoría (con algunas excepciones como Egipto y Suráfrica), carecen de la infraestructura legal que necesitarían para perseguir y detener el rápido aumento de los delitos informáticos. Y tampoco hay mucha coordinación entre los Estados sobre cómo abordar este asunto, pese a los compromisos firmados en un Foro Regional de Ciberseguridad de África y los Estados árabes celebrado en Túnez en 2009. Las promesas de elaborar estrategias nacionales de seguridad informática y vigilar mejor la delincuencia van a fracasar seguramente por falta de fondos.

En esta desoladora situación existen algunos motivos para el optimismo. Varios países africanos sí han avanzado, al menos a escala nacional. Túnez, por ejemplo, ha elaborado una estrategia nacional de ciberseguridad y una ley específica para la identificación electrónica, y ha podido crear el primer instituto nacional de seguridad en África. Nigeria, donde se produjo el tristemente famoso fraude “419”, así denominado por la ley que infringe, ha preparado una iniciativa nacional cuyo objetivo es sobre todo concienciar y combatir el fraude en Internet.

Por desgracia, en el ciberespacio, el eslabón más débil puede hacer que se venga abajo todo el conjunto, y la mayoría de los países africanos son inequívocamente frágiles. Ése es un dato que no escapa a la atención de los delincuentes informáticos que actúan desde un cibercafé sin vigilancia en una barriada de Addis Abeba, Lagos o Maputo. Ahí puede estar acechando la mayor red de robots que haya visto jamás el mundo.

 

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