La recesión en los nuevos casos perdidos de Europa.  

 

Para retratar los Estados bálticos –hasta hace poco los éxitos más relucientes del mundo ex comunista– en su caótica situación actual, no bastan las palabras y los números. Degustar una comida en un restaurante vacío de una de las magníficas capitales –Tallín, Riga y Vilnius– da una sensación del declive. Al igual que el silencio de las obras a medio terminar, las tarifas por los suelos de los hoteles de lujo que aparecieron durante los años del boom y la caída de un Ejecutivo letón bajo el peso de los problemas. Las repúblicas bálticas, hoy, son las mejores candidatas a ser los nuevos casos perdidos de Europa, con sus desastres económicos, sus gobiernos acosados y la increíble disminución de su gasto público.

Sin embargo, hace 20 años, cuando visité por primera vez las que entonces eran aún Repúblicas Soviéticas del Báltico, los problemas de hoy habrían parecido una situación casi impensable. A todos los efectos, estos Estados habían dejado de existir para el mundo casi medio siglo antes. Cuando era niño en Gran Bretaña, en los 70, leía sobre Estonia, Letonia y Lituania como podía hacerlo sobre la mítica Atlántida: un lugar legendario sumergido por una catástrofe inimaginable. A principios de los 80, me unía en Londres a manifestantes cuyas pancartas de - cían: “¡Sacad a los estonios de Siberia! ¡Sacad a los soviéticos de Estonia!”. Era difícil saber cuál de las dos cosas parecía más improbable. En la capital británica conocí a ancianos y dignos supervivientes del mundo perdido báltico, en habitaciones polvorientas que apestaban a irrelevancia y a desesperación. En los años de gobierno soviético, visitar estos países era casi imposible.

Luego llegó el pequeño milagro de los 90. Los dos últimos años de la era soviética, durante los que viví en los Estados bálticos, descubrí la Atlántida: pude ver cómo se alzaba desde el mar y se incorporaba a la ONU. Como responsable del semanario en lengua inglesa The Baltic Independent, relaté cómo las repúblicas renacidas se aferraron a Occidente y se deshicieron del legado económico y político de la ocupación.

 

NUEVAS TEMPESTADES










Hoy, la Atlántida se ve sacudida de nuevo por mareas crueles y amenazadoras. Una es la aguda caída de las economías bálticas, que comenzó hace dos años, cuando sus irresponsables burbujas crediticias empezaron a estallar. Se habían inflado por la creencia de que los mercados de estos países estaban convergiendo rápidamente con los de Europa. Los precios de la vivienda y el gasto de consumo se dispararon y crearon un enorme déficit de cuenta corriente cuando los estonios, los letones y los lituanos aprovecharon las facilidades de crédito ofrecidas por unos bancos deseosos de aumentar su presencia en la nueva región más dinámica del Viejo Continente. El precio del metro cuadrado de los apartamentos de lujo en sus capitales llegó a ser más caro ...