• Journal of Asian Economics,
    Vol. 14, nº 6,
    febrero de 2004, Londres

 

Las economías asiáticas participan en un ritual de apareamiento
que les ha reportado un número de acuerdos de libre comercio sin precedentes.
Abundan las iniciativas tanto entre países asiáticos (Japón
y Corea) como entre asiáticos y no asiáticos (Singapur y Estados
Unidos), mientras emergen y se expanden las iniciativas a nivel regional. La
Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN, en sus siglas
en inglés), el bisabuelo de los grupos regionales asiáticos,
completó la expansión de su zona de libre comercio el año
pasado y decidió dar un paso adelante con una Comunidad Económica
del ASEAN que liberaría productos, servicios, capital y trabajo del
mismo modo que lo hizo la Comunidad Económica Europea hace 50 años.

Esta explosión de actividad se acompaña de un cambio en el enfoque
que Asia da a la integración económica. Antes de la crisis financiera
de 1997, Asia celebraba su actitud espontánea ante la integración
económica, regida por las fuerzas de mercado y conocida por la paradójica
expresión regionalismo abierto. Pero después del contagioso colapso
de varias economías regionales, los líderes políticos
asiáticos buscaron un regionalismo más formal, regido por la
iniciativa política y caracterizado por acuerdos de comercio preferentes.
Naturalmente, se fijaron en la Unión Europea (UE) como modelo de éxito.

Las lecciones que la UE puede aportar a este nuevo regionalismo
asiático
constituyen el objeto de estudio de un número del Journal
of Asian Economics titulado
‘UE y Asia: Vínculos y lecciones’. En su introducción,
los editores Erik Jones y Michael G. Plummer sostienen que el nuevo
regionalismo
de Asia está inspirado por el "ejemplo del éxito de la
UE y por la reacción defensiva contra la integración en otros
lugares". Gobiernos de todo el mundo parecen preocupados por lo que denominan "un
Zeitgeist de regionalismo global": de los casi trescientos acuerdos de
comercio regional que, según la Organización Mundial del Comercio
(OMC), estarán en vigor en 2005, casi dos tercios se registraron después
de 1995.

Sin embargo, los colaboradores de la publicación dudan de que el éxito
de la UE pueda repetirse en Asia. ¿Por qué? Porque "el
desafío del regionalismo no es exactamente igual en ningún sitio,
las implicaciones de la integración económica están muy
determinadas por las instituciones locales, que a veces son sustancialmente
diferentes de un contexto a otro", reflexionan los editores. Como con
muchos mecanismos de integración global, no existe una talla única
para todos.

Este pesimismo se hace evidente, sobre todo, en el artículo de James
Angresano, de la Universidad de Trento, Italia. En ‘Lecciones europeas
sobre integración para ASEAN+3: la importancia de la especificidad del
contexto’, el autor argumenta que transplantar el modelo europeo a suelo
asiático no es ni factible ni deseable. La integración de los
mercados se desarrolla en ambientes culturales e históricos peculiares,
y se conforma en función de valores políticos y económicos
compartidos, observa Angresano. China y Japón, por ejemplo, se caracterizan
no sólo por su "fuerte rechazo a ceder soberanía a cambio
de integración", sino también por sus "actitudes
sociales etnocéntricas", que se resisten a la regionalización
al estilo de la UE.

Un factor importante del éxito de la UE ha sido su credibilidad pública.
En un artículo, Craig Parsons y J. David Richardson, de la Universidad
de Siracusa (EE UU), subrayan que la UE, al igual que Estados Unidos, alcanzó su
legitimidad a través de las instituciones reguladoras y judiciales que
sostienen sus democracias. Los autores mantienen que el liderazgo político
de Asia debe reconocer que tales instituciones son un requisito previo para
la integración legítima de los mercados. La forma tradicional
de regionalismo abierto, con su fuerte dependencia de redes y procesos informales,
sólo llegará a "una débil meseta, y luego se estancará".

Aunque este volumen es oportuno y completo, su debilidad podría radicar
en lo que los editores llaman "una potenciación de las consideraciones
político-económicas" a expensas de algunos aspectos geopolíticos.
En un artículo para el Atlantic Monthly, el experto Charles A. Kupchnan
lamentaba la poca importancia que los líderes estadounidenses daban
al desafío que la UE supone para la hegemonía de EE UU y se mostraba
preocupado por un choque de civilizaciones entre "un Occidente dividido
contra sí mismo".

Si los líderes asiáticos adoptan el modelo de la UE como precursor
de un mundo multipolar, es posible que estén dispuestos a desarrollar
una voz distintiva, panasiática, al estilo del movimiento del Grupo
de los 21. La forma que asuma este nuevo movimiento regirá el desarrollo
de la región para las generaciones futuras.

ENSAYOS, ARGUMENTOS Y OPINIONES DE TODO EL PLANETA

Asia siente envidia de Europa. Iyanatul Islam

Journal of Asian Economics,
Vol. 14, nº 6,
febrero de 2004, Londres

Las economías asiáticas participan en un ritual de apareamiento
que les ha reportado un número de acuerdos de libre comercio sin precedentes.
Abundan las iniciativas tanto entre países asiáticos (Japón
y Corea) como entre asiáticos y no asiáticos (Singapur y Estados
Unidos), mientras emergen y se expanden las iniciativas a nivel regional. La
Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN, en sus siglas
en inglés), el bisabuelo de los grupos regionales asiáticos,
completó la expansión de su zona de libre comercio el año
pasado y decidió dar un paso adelante con una Comunidad Económica
del ASEAN que liberaría productos, servicios, capital y trabajo del
mismo modo que lo hizo la Comunidad Económica Europea hace 50 años.

Esta explosión de actividad se acompaña de un cambio en el enfoque
que Asia da a la integración económica. Antes de la crisis financiera
de 1997, Asia celebraba su actitud espontánea ante la integración
económica, regida por las fuerzas de mercado y conocida por la paradójica
expresión regionalismo abierto. Pero después del contagioso colapso
de varias economías regionales, los líderes políticos
asiáticos buscaron un regionalismo más formal, regido por la
iniciativa política y caracterizado por acuerdos de comercio preferentes.
Naturalmente, se fijaron en la Unión Europea (UE) como modelo de éxito.

Las lecciones que la UE puede aportar a este nuevo regionalismo
asiático
constituyen el objeto de estudio de un número del Journal
of Asian Economics titulado
‘UE y Asia: Vínculos y lecciones’. En su introducción,
los editores Erik Jones y Michael G. Plummer sostienen que el nuevo
regionalismo
de Asia está inspirado por el "ejemplo del éxito de la
UE y por la reacción defensiva contra la integración en otros
lugares". Gobiernos de todo el mundo parecen preocupados por lo que denominan "un
Zeitgeist de regionalismo global": de los casi trescientos acuerdos de
comercio regional que, según la Organización Mundial del Comercio
(OMC), estarán en vigor en 2005, casi dos tercios se registraron después
de 1995.

Sin embargo, los colaboradores de la publicación dudan de que el éxito
de la UE pueda repetirse en Asia. ¿Por qué? Porque "el
desafío del regionalismo no es exactamente igual en ningún sitio,
las implicaciones de la integración económica están muy
determinadas por las instituciones locales, que a veces son sustancialmente
diferentes de un contexto a otro", reflexionan los editores. Como con
muchos mecanismos de integración global, no existe una talla única
para todos.

Este pesimismo se hace evidente, sobre todo, en el artículo de James
Angresano, de la Universidad de Trento, Italia. En ‘Lecciones europeas
sobre integración para ASEAN+3: la importancia de la especificidad del
contexto’, el autor argumenta que transplantar el modelo europeo a suelo
asiático no es ni factible ni deseable. La integración de los
mercados se desarrolla en ambientes culturales e históricos peculiares,
y se conforma en función de valores políticos y económicos
compartidos, observa Angresano. China y Japón, por ejemplo, se caracterizan
no sólo por su "fuerte rechazo a ceder soberanía a cambio
de integración", sino también por sus "actitudes
sociales etnocéntricas", que se resisten a la regionalización
al estilo de la UE.

Un factor importante del éxito de la UE ha sido su credibilidad pública.
En un artículo, Craig Parsons y J. David Richardson, de la Universidad
de Siracusa (EE UU), subrayan que la UE, al igual que Estados Unidos, alcanzó su
legitimidad a través de las instituciones reguladoras y judiciales que
sostienen sus democracias. Los autores mantienen que el liderazgo político
de Asia debe reconocer que tales instituciones son un requisito previo para
la integración legítima de los mercados. La forma tradicional
de regionalismo abierto, con su fuerte dependencia de redes y procesos informales,
sólo llegará a "una débil meseta, y luego se estancará".

Aunque este volumen es oportuno y completo, su debilidad podría radicar
en lo que los editores llaman "una potenciación de las consideraciones
político-económicas" a expensas de algunos aspectos geopolíticos.
En un artículo para el Atlantic Monthly, el experto Charles A. Kupchnan
lamentaba la poca importancia que los líderes estadounidenses daban
al desafío que la UE supone para la hegemonía de EE UU y se mostraba
preocupado por un choque de civilizaciones entre "un Occidente dividido
contra sí mismo".

Si los líderes asiáticos adoptan el modelo de la UE como precursor
de un mundo multipolar, es posible que estén dispuestos a desarrollar
una voz distintiva, panasiática, al estilo del movimiento del Grupo
de los 21. La forma que asuma este nuevo movimiento regirá el desarrollo
de la región para las generaciones futuras.

Iyanatul Islam es catedrático de
Negocios Internacionales y Estudios Asiáticos en la Universidad Grifftith,
de Australia, y editor del Journal of the Asia Pacific Economy.