Cuba: país para viejos
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La disidente cubana Yoani Sánchez habla de las ruinas del papá Estado, donde papá Fidel sólo es ahora el paciente en jefe.
AFP/Getty Images
Al final de su emisión del 31 de julio de 2006, el presentador de las noticias de la televisión cubana, visiblemente nervioso, anunció que habría un anuncio de Fidel Castro. Esto no era ni mucho menos inusual, y sin duda muchos cubanos apagaron la televisión esperando una más de las diatribas del comandante en jefe acusando a Estados Unidos de cometer alguna nueva maldad contra la isla. Pero aquellos de nosotros que seguimos el programa esa noche vimos, en su lugar, a un enrojecido Carlos Valenciaga, secretario personal de Fidel, aparecer ante las cámaras y leer, con voz temblorosa, un documento tan extraordinario como breve. En unas pocas frases cortas, el invencible guerrillero de antaño confesaba que estaba enfermo y repartía las responsabilidades de gobierno entre sus más cercanos colaboradores. En especial, su hermano Raúl quedaba al cargo de los deberes de Fidel como primer secretario del Comité Central del Partido Comunista, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y presidente del Consejo de Estado. La sucesión dinástica había comenzado.
Fue un milagro que las viejas centralitas telefónicas, con su anticuado equipamiento de la década de los 30, no se colapsaran esa noche cuando los cubanos corrieron a compartir la noticia en un código que no era secreto para nadie: "Estiró la pata", "El Caballo se ha ido", ...
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