La Molvanie (Molvania)
Santo Cilauro, Tom Gleisner
y Rob Sitch
176 páginas, Flammarion
París, Francia, 2006 (en francés)


La revista italiana L’Espresso lo proclamaba con gran alarde tipográfico: "Ya basta de hoteles lujosos y urbanizaciones turísticas: el viajero de hoy tiene ganas de cosas auténticas". Y citaba algunos destinos de moda, como Yemen ("donde los secuestros de turistas son tan frecuentes que casi forman parte del programa") o las islas Andamán del golfo de Bengala (residencia de varias tribus primitivas, tan cerradas al exterior que al visitante le basta llegar resfriado para provocar una epidemia mortífera entre los lugareños).

Para ese "viajero de hoy" que busca "cosas auténticas", aun al precio de pequeñas incomodidades y una pizca de aventura, Molvania presenta un atractivo irresistible. El pequeño país de Europa oriental —que tuvo el honor de estrenar la colección de guías Jetlag de la editorial australiana Hardie Grant Books—, ya ha sido traducida al francés, alemán e italiano, y no por casualidad: Molvania, cercana y a la vez exótica, aún muy poco conocida (su solicitud de ingreso en la UE permanece bloqueada desde 1997 por la negativa de su Gobierno a permitir la entrada a los inspectores de armas biológicas), es un tesoro por descubrir.

La Molvania moderna lo debe casi todo a Szlonko Busjbusj (1891-1948), un estadista que supo adecuar un país históricamente atrasado a las exigencias del siglo XX. Entre sus logros se cuentan la desregulación de la industria del tractor, la reducción del alfabeto a 33 letras, la reintroducción de la rueda, la convertibilidad de la moneda (sólo al lit letón) y una gran reforma constitucional que garantizó a todos los molvanos el derecho al rencor.

Ayuda activa: la cooperante Bettina Klinger en el pueblo indio de Indira Nagar, junto con niños afectados por el tsunami que asoló el sureste asiático.

Descargar Imagen Ampliada

La población está compuesta por tres grandes etnias: los bulgos (68%), que viven en el centro y el sur; los hungros (29%), habitantes de la franja norte; y los molvos (3%), que se encuentran principalmente en las prisiones del país. Como cualquier sociedad poco habituada al turismo, los molvanos pueden parecer conservadores, recelosos o incluso hostiles. Pero la apertura al exterior avanza con rapidez, y ciertos resabios tradicionales, como la homofobia, están desapareciendo. La guía Jetlag indica, por ejemplo, que el bigote ha dejado de ser obligatorio y se tolera el uso de agua de colonia, al menos en las grandes ciudades.

Lutenblag, la capital, ofrece innumerables atractivos culturales. No por casualidad fue en esta ciudad, en 1506, donde se imprimió la primera litografía pornográfica. Hay que desplazarse a las provincias, sin embargo, para captar la auténtica esencia de Molvania. Lublova, célebre por su gastronomía, cuenta con el restaurante Zjez Zjez, el más famoso del país, orgulloso de contar entre sus clientes al primer ministro británico, Tony Blair (su visita, conviene precisarlo, se enmarcó dentro de una investigación de la UE sobre el origen de una epidemia de fiebre aftosa). Sasava, en la estepa occidental, conocida por su comercio de productos artesanales y órganos humanos, presume también de su famosa torre inclinada, un edificio residencial carente de cimientos que se ladea un centímetro cada vez que alguien da un portazo. Incluso Sjerezo, pese a la contaminación ambiental, puede resultar interesante gracias al aumento de la seguridad ciudadana —favorecida por la aplicación de la ley marcial desde 1998, y por la política policial de disparar a matar contra los carteristas— y al glamour conferido por su hijo más ínclito, el modisto Haut Ketur (1911-1967), máxima figura de la alta costura molvana e inventor de la camisa de fuerza.

El gran valle central de Molvania constituye la quintaesencia de la autenticidad. Pesa sobre esa zona, la menos desarrollada del país, una cierta leyenda negra, fruto de antiguas tradiciones ya en desuso. La guía Jetlag nos recuerda que la tortura fue oficialmente abolida en 1801, y sólo perdura hoy como actividad recreativa en el ámbito privado. La capital regional, Gyrorik, resulta sorprendentemente cosmopolita, y en ella abundan los ciudadanos polacos, estonios, ucranios, húngaros y eslovacos, reunidos todos en el centro penitenciario. "Gyrorik", nos informa la documentada guía, "ha sido ha menudo precursora. Fue en Gyrorik donde se manifestaron en la Edad Media los primeros casos de peste bubónica (…) Ya en el siglo XX, fue la primera ciudad que autorizó la circulación automovilística por ambos lados de la calzada, a elección del conductor, y la primera en conceder el derecho de voto al ganado".

El aislamiento del valle central molvano ha favorecido, por otra parte, la supervivencia de especies autóctonas que sólo se encuentran en esa zona. Es el caso del tordo de Molvania, el ave con la migración invernal más corta —se desplaza unos dos kilómetros hacia el este, con tal lentitud que puede tardar un año entero en llegar a su destino—, y del mastín de Molvania, que, según la enciclopedia Perros del mundo, reúne los siguientes rasgos: "Patas cortas, a menudo tres, a veces cuatro; pelo grisáceo áspero, mandíbula inferior prominente. Carece en absoluto de lealtad y ataca fácilmente, sin necesidad de provocación".

Molvania, como resulta evidente a estas alturas, no existe. La guía, sí. La editorial ha encontrado un auténtico filón comercial con una serie de guías sobre países tan inexistentes como infames. La parodia es divertida y a menudo hilarante. Su lectura produce, sin embargo, un cierto desasosiego, porque ninguna de las exageraciones de los autores, por brutales que parezcan, alcanza lo inverosímil. ¿Hacen falta ejemplos? Ahí van.

Gastronomía: "Los intestinos de oveja enrollados en un pincho y asados a fuego vivo, por cuanto repugnantes, no son nada ante un plato de sesos viscosos". Alojamiento: "Si se tiene la fortuna de encontrar un hotel abierto en invierno, conviene averiguar previamente si la calefacción funciona". Paisajes: "Tiene todo el aire de un país apenas salido de una pesadilla. Inmediatamente después de una guerra civil no declarada que devastó la nación durante los 90, sufrió dos terribles terremotos". Ocio: "Combates entre camellos". Costumbres: "La homosexualidad explícita no es socialmente aceptada". Hospitalidad: "En algunos casos, la gente del lugar acusa a los extranjeros de haber pronunciado frases ofensivas contra las autoridades (…); esas acusaciones bastan para que el extranjero sea detenido y encarcelado".

¿Molvania? ¿Guía Jetlag? No. Son frases contenidas en la última edición de la muy real y fiable guía Lonely Planet sobre la muy hermosa y cercana Turquía. Todo ello induce a la reflexión. ¿Cómo puede alguien cansarse de los hoteles de lujo y de las urbanizaciones turísticas? ¿A quién se le ocurre andar por el mundo en busca de autenticidad? Un consejo: cómprese una guía Jetlag y vaya a reírse con ella a un lugar razonablemente cercano, mejor si está dentro del propio domicilio.

Descubrir Molvania.
Enric González


La Molvanie (Molvania)
Santo Cilauro, Tom Gleisner
y Rob Sitch
176 páginas, Flammarion
París, Francia, 2006 (en francés)


La revista italiana L’Espresso lo proclamaba con gran alarde tipográfico: "Ya basta de hoteles lujosos y urbanizaciones turísticas: el viajero de hoy tiene ganas de cosas auténticas". Y citaba algunos destinos de moda, como Yemen ("donde los secuestros de turistas son tan frecuentes que casi forman parte del programa") o las islas Andamán del golfo de Bengala (residencia de varias tribus primitivas, tan cerradas al exterior que al visitante le basta llegar resfriado para provocar una epidemia mortífera entre los lugareños).

Para ese "viajero de hoy" que busca "cosas auténticas", aun al precio de pequeñas incomodidades y una pizca de aventura, Molvania presenta un atractivo irresistible. El pequeño país de Europa oriental —que tuvo el honor de estrenar la colección de guías Jetlag de la editorial australiana Hardie Grant Books—, ya ha sido traducida al francés, alemán e italiano, y no por casualidad: Molvania, cercana y a la vez exótica, aún muy poco conocida (su solicitud de ingreso en la UE permanece bloqueada desde 1997 por la negativa de su Gobierno a permitir la entrada a los inspectores de armas biológicas), es un tesoro por descubrir.

La Molvania moderna lo debe casi todo a Szlonko Busjbusj (1891-1948), un estadista que supo adecuar un país históricamente atrasado a las exigencias del siglo XX. Entre sus logros se cuentan la desregulación de la industria del tractor, la reducción del alfabeto a 33 letras, la reintroducción de la rueda, la convertibilidad de la moneda (sólo al lit letón) y una gran reforma constitucional que garantizó a todos los molvanos el derecho al rencor.

Ayuda activa: la cooperante Bettina Klinger en el pueblo indio de Indira Nagar, junto con niños afectados por el tsunami que asoló el sureste asiático.

Descargar Imagen Ampliada

La población está compuesta por tres grandes etnias: los bulgos (68%), que viven en el centro y el sur; los hungros (29%), habitantes de la franja norte; y los molvos (3%), que se encuentran principalmente en las prisiones del país. Como cualquier sociedad poco habituada al turismo, los molvanos pueden parecer conservadores, recelosos o incluso hostiles. Pero la apertura al exterior avanza con rapidez, y ciertos resabios tradicionales, como la homofobia, están desapareciendo. La guía Jetlag indica, por ejemplo, que el bigote ha dejado de ser obligatorio y se tolera el uso de agua de colonia, al menos en las grandes ciudades.

Lutenblag, la capital, ofrece innumerables atractivos culturales. No por casualidad fue en esta ciudad, en 1506, donde se imprimió la primera litografía pornográfica. Hay que desplazarse a las provincias, sin embargo, para captar la auténtica esencia de Molvania. Lublova, célebre por su gastronomía, cuenta con el restaurante Zjez Zjez, el más famoso del país, orgulloso de contar entre sus clientes al primer ministro británico, Tony Blair (su visita, conviene precisarlo, se enmarcó dentro de una investigación de la UE sobre el origen de una epidemia de fiebre aftosa). Sasava, en la estepa occidental, conocida por su comercio de productos artesanales y órganos humanos, presume también de su famosa torre inclinada, un edificio residencial carente de cimientos que se ladea un centímetro cada vez que alguien da un portazo. Incluso Sjerezo, pese a la contaminación ambiental, puede resultar interesante gracias al aumento de la seguridad ciudadana —favorecida por la aplicación de la ley marcial desde 1998, y por la política policial de disparar a matar contra los carteristas— y al glamour conferido por su hijo más ínclito, el modisto Haut Ketur (1911-1967), máxima figura de la alta costura molvana e inventor de la camisa de fuerza.

El gran valle central de Molvania constituye la quintaesencia de la autenticidad. Pesa sobre esa zona, la menos desarrollada del país, una cierta leyenda negra, fruto de antiguas tradiciones ya en desuso. La guía Jetlag nos recuerda que la tortura fue oficialmente abolida en 1801, y sólo perdura hoy como actividad recreativa en el ámbito privado. La capital regional, Gyrorik, resulta sorprendentemente cosmopolita, y en ella abundan los ciudadanos polacos, estonios, ucranios, húngaros y eslovacos, reunidos todos en el centro penitenciario. "Gyrorik", nos informa la documentada guía, "ha sido ha menudo precursora. Fue en Gyrorik donde se manifestaron en la Edad Media los primeros casos de peste bubónica (…) Ya en el siglo XX, fue la primera ciudad que autorizó la circulación automovilística por ambos lados de la calzada, a elección del conductor, y la primera en conceder el derecho de voto al ganado".

El aislamiento del valle central molvano ha favorecido, por otra parte, la supervivencia de especies autóctonas que sólo se encuentran en esa zona. Es el caso del tordo de Molvania, el ave con la migración invernal más corta —se desplaza unos dos kilómetros hacia el este, con tal lentitud que puede tardar un año entero en llegar a su destino—, y del mastín de Molvania, que, según la enciclopedia Perros del mundo, reúne los siguientes rasgos: "Patas cortas, a menudo tres, a veces cuatro; pelo grisáceo áspero, mandíbula inferior prominente. Carece en absoluto de lealtad y ataca fácilmente, sin necesidad de provocación".

Molvania, como resulta evidente a estas alturas, no existe. La guía, sí. La editorial ha encontrado un auténtico filón comercial con una serie de guías sobre países tan inexistentes como infames. La parodia es divertida y a menudo hilarante. Su lectura produce, sin embargo, un cierto desasosiego, porque ninguna de las exageraciones de los autores, por brutales que parezcan, alcanza lo inverosímil. ¿Hacen falta ejemplos? Ahí van.

Gastronomía: "Los intestinos de oveja enrollados en un pincho y asados a fuego vivo, por cuanto repugnantes, no son nada ante un plato de sesos viscosos". Alojamiento: "Si se tiene la fortuna de encontrar un hotel abierto en invierno, conviene averiguar previamente si la calefacción funciona". Paisajes: "Tiene todo el aire de un país apenas salido de una pesadilla. Inmediatamente después de una guerra civil no declarada que devastó la nación durante los 90, sufrió dos terribles terremotos". Ocio: "Combates entre camellos". Costumbres: "La homosexualidad explícita no es socialmente aceptada". Hospitalidad: "En algunos casos, la gente del lugar acusa a los extranjeros de haber pronunciado frases ofensivas contra las autoridades (…); esas acusaciones bastan para que el extranjero sea detenido y encarcelado".

¿Molvania? ¿Guía Jetlag? No. Son frases contenidas en la última edición de la muy real y fiable guía Lonely Planet sobre la muy hermosa y cercana Turquía. Todo ello induce a la reflexión. ¿Cómo puede alguien cansarse de los hoteles de lujo y de las urbanizaciones turísticas? ¿A quién se le ocurre andar por el mundo en busca de autenticidad? Un consejo: cómprese una guía Jetlag y vaya a reírse con ella a un lugar razonablemente cercano, mejor si está dentro del propio domicilio.

Enric González es corresponsal de El País en Roma.