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Protesta en Chile durante la pandemia,diciembre 2020. Cristobal Vogel/Anadolu Agency via Getty Images

La crisis sanitaria global repercutió de manera considerable en el nivel de conflictividad y violencia del mundo en 2020 y algunas de esas repercusiones seguramente se harán notar durante años. Aunque al principio se pensó que el principal efecto de la pandemia sería la disminución de la violencia en todo el planeta, solo ha sido así en ciertos casos. Es verdad que varios indicadores de conflictos internos se redujeron en 2020, pero esos efectos duraron poco tiempo y el nivel total de agitación política y civil aumentó en el pasado año.

Los hechos violentos relacionados con la pandemia alcanzaron su máximo nivel en abril de 2020. Pero, aunque para agosto había descendido considerablemente el número de ellos por mes, desde esa fecha se ha mantenido en niveles constantes. Entre agosto de 2020 y abril de 2021 hubo un promedio de 200 sucesos violentos relacionados con la crisis sanitaria por mes. Asimismo, entre enero de 2020 y abril de 2021, hubo 805 incidentes mortales relacionados con la pandemia.

Este necesario subrayar los efectos que ha tenido la pandemia en distintos tipos de violencia y conflicto. Aunque el mayor impacto es el que tuvo en la agitación civil y la inestabilidad política, también ha influido en los sentimientos de seguridad y violencia entre personas.

 

Agitación civil

Si bien al principio de la crisis sanitaria la agitación civil y las manifestaciones disminuyeron, posteriormente el número de protestas en todo el mundo se disparó. En 2020 aumentó el total de acciones de protesta en todo el planeta y, aunque no todas estaban directamente relacionadas con la pandemia, esta contribuyó de forma crucial a la agitación civil en numerosos países, especialmente en Europa.

En Países Bajos, el toque de queda impuesto por el Gobierno desencadenó unos disturbios calificados como los peores desde hacía más de 40 años. Unos manifestantes arrojaron una bomba de fabricación casera contra un centro de pruebas COVID. En España, Italia, Alemania e Irlanda también hubo protestas, a veces violentas, contra los confinamientos, ya que algunos manifestantes lanzaron objetos contra la policía, rompieron escaparates, quemaron contenedores de basura y arrojaron bombas de humo.

No todas las manifestaciones relacionadas con la pandemia estaban en contra de las medidas de confinamiento. En algunos países, lo que desató las protestas fue la sensación de que las autoridades estaban teniendo una respuesta demasiado laxa frente a la crisis sanitaria. En Bielorrusia, la negativa del Gobierno a reconocer la gravedad de la pandemia y su repercusión en el sistema de salud fue un motivo fundamental de la agitación civil. En Chile los disturbios estallaron tras el rápido aumento de los índices de paro. En Líbano, la falta de apoyo económico suficiente por parte del Ejecutivo fue uno de los principales motivos de los disturbios.

La pandemia ha servido de pretexto para la represión oficial y el terrorismo político. En Rusia, varios organizadores de protestas han sufrido arresto domiciliario por infringir las medidas de salud pública relacionadas con la COVID-19 y se ha perseguido a centenares de personas tras acusarlas de difundir presuntamente informaciones falsas sobre la crisis sanitaria. En Egipto, las leyes antiterroristas sirvieron de excusa para detener a médicos y enfermeros y acusarlos de difundir bulos, por haberse quejado de la falta de equipos de protección personal y test COVID para los sanitarios. En India, la policía detuvo a un oncólogo por publicar fotos de profesionales cubiertos con impermeables por la falta de equipos de protección personal. En Uganda, las fuerzas de seguridad arrestaron al líder de la oposición, Robert Kyagulanyi, por infringir las restricciones contra la COVID-19. Asimismo usaron gas lacrimógeno y munición real contra manifestantes antigubernamentales, con el resultado de 54 muertos y 45 heridos.

También se ha empleado fuerza excesiva para hacer respetar los confinamientos y las restricciones a la circulación. En Kenia, la policía mató a siete personas cuando intentaba hacer respetar el toque de queda. En Suráfrica, el Ejército mató a una persona que presuntamente había violado las medidas de confinamiento y la policía utilizó balas de goma para dispersar a personas que deambulaban por la calle el primer día de la cuarentena. En Etiopía, las fuerzas de seguridad mataron a 16 personas durante las protestas contra la detención de unos líderes locales que, al parecer, habían celebrado una reunión a pesar de las restricciones por la COVID-19. Además, los casos de violencia policial directamente relacionada con la crisis sanitaria han desatado, a su vez, nuevos disturbios. En Honduras y México hubo protestas violentas después de la muerte en dependencias policiales de personas acusadas de infringir las restricciones.

 

Homicidios y delitos violentos

Aunque solo hay disponibles datos sobre homicidios y delitos violentos en 2020 para un grupo selecto de países, se ha observado el mismo patrón en varias regiones. Inmediatamente después de las medidas de confinamiento en Colombia, Guatemala y Honduras se vio una marcada disminución de los homicidios y los delitos callejeros violentos, como los atracos. También hubo reducciones más leves en varios países europeos y el número de homicidios descendió en casi el 50% en Suráfrica y casi el 80% en Kazajistán. Sin embargo, en la mayoría de los Estados, el número de homicidios por mes recuperó el nivel de años anteriores en cuanto se relajaron las medidas de confinamiento. En México, los delitos normalmente vinculados a los movimientos cotidianos de la gente, como robos, agresiones, secuestros y extorsiones, mejoraron notablemente en 2020.

No en todos los países descendieron los homicidios y los delitos violentos. En México y Brasil, los confinamientos no influyeron demasiado en el número de homicidios, que no disminuyó más que ligeramente. En Chile hubo un descenso inicial, pero seguido inmediatamente de un fuerte aumento en los seis meses posteriores a la implantación de las medidas de confinamiento.

 

Suicidios

La repercusión exacta de la pandemia en los suicidios no está clara. Pero es evidente que se han agudizado muchos los factores de riesgo, como el aislamiento social y los apuros económicos. El paro está relacionado con la multiplicación por dos o por tres del riesgo de suicidio y las variaciones en los niveles de desempleo suelen ir de la mano de variaciones similares en los suicidios. Sin embargo, es frecuente que tras una catástrofe la tasa de estos caiga a corto plazo y vuelva a aumentar después. Es lo que parece ocurrir en países como Japón, donde el índice de suicidios ha empezado a crecer después de haber disminuido inicialmente. Otros indicadores del riesgo han aumentado enormemente. En Estados Unidos, las llamadas a los teléfonos de ayuda aumentaron el 891% de 2019 a 2020.

Es posible que el pleno impacto de la pandemia en la tasa de suicidios no desaparezca del todo hasta dentro de varios años e incluso decenios. Se calcula que sus tasas quizá permanecerán un 25% por encima del nivel anterior a la crisis sanitaria durante muchos años, aunque dependerá de la fuerza de la recuperación económica. En otras situaciones de catástrofe, el aumento a largo plazo de la depresión y la ansiedad en las poblaciones más afectadas ha persistido durante décadas.

 

Sentimientos de seguridad y delitos de odio

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Manifestación contra el odio hacia los asiáticos, Estados Unidos.Leonard Ortiz/MediaNews Group/Orange County Register via Getty Images

Como consecuencia de la pandemia, ha habido un fuerte aumento de los delitos violentos contra los chinos de la diáspora y otras poblaciones de origen asiático. Las agresiones han tenido distintos niveles de gravedad, desde el acoso verbal hasta la agresión física, pasando por actos vandálicos y escupitajos. En Vancouver, los delitos de odio denunciados aumentaron el 717% entre 2019 y 2020, y un tercio de los canadienses de ascendencia china han denunciado haber sufrido acoso físico durante la pandemia. En Australia, casi el 85% de las personas de origen asiático denunciaron haber sido objeto de discriminación al menos una vez en 2020. Durante este año también ha aumentado el sentimiento abiertamente antiasiático en las redes sociales.

Aunque las personas que más han sufrido discriminación como consecuencia de la crisis sanitaria son las de origen asiático, hay noticias de que otros grupos minoritarios están empezando a ser también víctimas del odio. Por ejemplo, en India y Sri Lanka, los musulmanes sufren cada vez más discriminación relacionada con la COVID-19. En China se ha expulsado o se ha obligado a aislarse y guardar cuarentena a muchos africanos, cosa que no se ha hecho con las personas pertenecientes a otros grupos étnicos.

 

Violencia doméstica

En varios países, la aplicación de las normas de confinamiento por la pandemia ha facilitado un aumento significativo de la violencia doméstica. La obligación de encerrarse y las demás medidas para restringir los movimientos han hecho que las víctimas y los agresores permanecieran en estrecha compañía durante largos periodos de tiempo y las víctimas no tuvieran acceso a los servicios de ayuda. Se calcula que en 2020, 243 millones de personas sufrieron violencia doméstica, aunque es difícil juzgar hasta qué punto ha aumentado exactamente. Algunos indicadores de este tipo de violencia como los ingresos en urgencias disminuyeron, puesto que era más difícil ir a un centro de salud o un hospital debido a las restricciones. En cambio, en muchos países aumentaron entre un 20% y un 50% las llamadas a los teléfonos de ayuda contra la violencia doméstica, y también crecieron las búsquedas de dichos servicios en Internet. Este incremento de la violencia doméstica coincide con la tendencia que se observa a menudo tras las grandes catástrofes como incendios forestales, terremotos o huracanes.