La jeune fille et la mère
(La hija y la madre)
Leïla Marouane
177 págs., Seuil, 2004,
París (en francés)
Además de cruce de civilizaciones y cuna de múltiples avatares
históricos, el Mediterráneo ha sido a la vez generoso espacio
de acogida de sociedades patriarcales. La familia es el lugar por excelencia
donde se construye ese mundo jerarquizado y rígido que no ahorra en
violencias cuando se pone en riesgo su estatuto de dominación y control
social. La decisión paternal es absoluta, transmitida, tanto en la familia
como en la sociedad, por un consenso forzado que se basa en el ritual y la
coerción.
Leïla Marouane nos ofrece un retrato desgarrado de esta experiencia en
el marco de la familia tradicional argelina a través de la relación
compleja, contradictoria y, finalmente, demente entre una madre y la mayor
de sus hijas. Tras un tenue marco histórico, la autora sitúa
a la madre entre esa generación de mujeres de la independencia argelina
que, gracias a su participación en la lucha anticolonial ("ni
el padre más recalcitrante podía oponerse al reclutamiento de
héroes por la patria"), logró momentáneamente salir
de la reclusión, alimentar esperanzas de emancipación (e incluso
casarse con el maquis a quien entonces amaba), para luego –cuando la
calma se instauró y todo volvió a la normalidad cotidiana– descubrir
que en su matrimonio y entorno social se seguían imponiendo las férreas
leyes patriarcales de siempre: sus continuas expulsiones/repudiaciones del
seno marital, hasta que el marido consienta en tomarla de nuevo; el disgusto
nunca superado del padre ante el anuncio del nacimiento de una hija, cuando
la vidente local le había asegurado que todos sus hijos serían
varones; su relegación absoluta a la esfera privada, sus continuos embarazos
ante la prohibición de usar anticonceptivos…
Ella, analfabeta porque formó parte de la sociedad nativa que el colonialismo
francés marginaba del sistema educativo, se conformará con su
destino y sólo se evadirá secretamente fantaseando con el recuerdo
de unos compañeros revolucionarios que ya sólo existen en su
nostalgia. Pero se forjará un objetivo que da razón a su existencia:
su hija mayor [Djamila] debe acceder a la educación y librarse de esa
vida insatisfecha en la cual, la mujer, como ella misma define, "es el
depósito de los espermatozoides del hombre". Anclada en un mundo
que la ha fijado en el interior del hogar, se dedicará a elaborar complejas
estrategias que le permitan influir en el que es su universo propio.
El conflicto y ese complejo universo de las reglas del juego patriarcal emergerán
con toda su violencia cuando la hija cometa el error, según la visión
de la madre, de dejarse abordar sexualmente por un joven y este hecho sea conocido
por el padre.

en la región del
Erg Chech, en el Sáhara argelino.
Es a partir de ese momento cuando la autora narra la perversión y la
crueldad a la que todos quedan expuestos cuando el orden establecido es transgredido.
Y, sobre todo, ...
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