Los ucranianos no parecen hacerse ilusiones de que el próximo presidente vaya a resolver los problemas económicos y de mal gobierno. El 7 de febrero, muchos votarán por el mal menor, elegirán entre “ladrones y mentirosos”, “la vergüenza y el miedo”, el “estancamiento previsible” en caso de una victoria de Yanukovich y el “riesgo de derrumbe del país” debido al “deseo ilimitado de poder de Timoshenko”.

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Estos comentarios populares parecen confirmarse viendo la historia reciente del país, porque los dos candidatos fueron primeros ministros durante la presidencia de Yushchenko. A pesar de que los dos prometen reformas y acercar Ucrania a Europa, ninguno parece capaz de consolidar la democracia en Ucrania ni de introducir las reformas recomendadas por la UE. Los ciudadanos consideran que Yulia Timoshenko es una dirigente fuerte y carismática, pero demasiado imprevisible e intolerante hacia sus adversarios. Y, aunque Víctor Yanukovich quizá asegura la estabilidad, no parece que vaya a construir un gobierno de cambio.

Ambos candidatos parecen más interesados en reforzar su propio poder que en hacer que funcione la democracia. Seis meses antes de los comicios, Yanukovich y Timoshenko formaron una alianza para intentar impulsar unos controvertidos cambios constitucionales que desembocaran en la anulación de las elecciones presidenciales directas y los siguientes comicios parlamentarios. Antes de empezar la campaña, el Bloque de Yulia Timoshenko y el Partido de las Regiones de Yanukovich aprobaron esa ley, que ha dejado un margen para manipulaciones y ha hecho que no hubiera unas normas claras durante el proceso electoral. Además, los dos grandes partidos parlamentarios se negaron a introducir cambios democráticos en la ley de elecciones locales, que se celebrarán en mayo de 2010.

A pesar del pesimismo generalizado sobre el futuro de Ucrania, hay una luz al final del túnel. A diferencia de 2004, no es hoy una república presidencialista de tipo postsoviético en la que el presidente decida por si solo las políticas y las estrategias. El ámbito del poder en este país es mucho más multipolar. El próximo presidente necesitará el apoyo de la Rada para aplicar su política. Gane quien gane, tendrá que afrontar la necesidad de unas elecciones parlamentarias inmediatas para poder formar gobierno. Por un lado, eso significa que el país más afectado de Europa por la crisis económica, con un 12% de déficit, tendrá que pasar otro ciclo de turbulencias políticas. Por otro, la aparición de nueva savia política dispuesta a entrar en el nuevo Parlamento significa la rotación democrática de la élite y que Ucrania sigue practicando la democracia. Uno de los pocos países de la región postsoviética que puede disfrutar de ese lujo.