Los inversores empiezan a mirar con buenos ojos a África, que puede convertirse en un importante polo de atracción financiero.

 

África está a punto de convertirse en un nuevo Eldorado financiero? No existe sólo un entusiasmo limitado a los grandes mercados de la zona, como el surafricano o el nigeriano, sino que países como Kenia, Ghana o Botsuana comienzan a ser destinos predilectos de los inversores. De Londres a Nueva York, pero también desde Johanesburgo (Suráfrica) o Lagos (Nigeria), se asiste a la multiplicación de este tipo de operaciones en toda África, incluida el área subsahariana. De hecho, la firma londinense Blakeney Management pretende invertir en lugares como Angola, Mozambique o Etiopía, apostando así por Estados que han logrado salir de años de conflicto. En total, en 2007 se han reunido cerca de 3.000 millones de dólares (unos 2.000 millones de euros) de fondos de inversión para el continente.

Existe un interés renovado por África. Los fondos globales emergentes dedican cerca del 10% de su cartera a esta región, y Suráfrica ya no posee la exclusividad de este furor. A la tendencia se le añade la de crear fondos de renta variable pan­africanos, algo que firmas como Investec o Stanlib ya se han apresurado a hacer. La empresa inversora Imara, por su parte, dispone ya de tres proyectos para el continente, uno dedicado totalmente a Namibia y otro a Zimbabue.

Aunque África está muy lejos de alcanzar los flujos de dinero amasados en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y en otras áreas emergentes, esto no le resta ni un ápice de importancia al murmullo financiero africano. Los ejemplos no se limitan a los fondos de cartera o a los de capital de inversión, puesto que también aquellos de inversión libre, tan criticados, se han unido al interés por el continente. Así, Tudor Investments y Millennium Partners han apostado por la nueva institución Africa Opportunities Partners, que pretende invertir en el sector cervecero de Tanzania, en el de las telecomunicaciones de Senegal o en una compañía de seguros en Egipto.

¿Por qué tal entusiasmo? Existen múltiples razones. Algunas tienen que ver con las condiciones internacionales, con la búsqueda de rendimientos y con la fuerte liquidez, que inclinan a los inversores hacia nuevas clases de activos con más riesgo, pero con un mayor rendimiento. Al mismo tiempo, las oportunidades han aumentado, ya que los mercados bursátiles subsaharianos registran hoy más de 522 empresas, frente a las apenas 66 en 2000. Como prueba de este reciente fervor financiero, nuevas firmas, entre ellas el banco de inversión Renaissance Capital, han abierto oficinas en la mayor parte de las capitales africanas, de Nairobi a Lagos, pasando por Harare (Zimbabue). De hecho, en 2007 los analistas de esta entidad han comenzado a cubrir los mercados de acciones de 21 países al sur del Sáhara y, en septiembre de ese año, la banca suiza UBS le dedicaba un informe de más de cien páginas al continente. Lo nunca visto.

Dejemos de ver al continente africano sólo a través del prisma asistencial; menos buenos sentimientos y más inversiones

La clave fundamental de este nuevo fenómeno radica en condiciones endógenas a África, donde se ha reiniciado el crecimiento. Por otra parte, la gestión macroeconómica ha mejorado también en muchos de sus países. Un cierto número de ellos está administrando de modo más prudente el auge generado por las materias primas. Además, no sólo están levantando cabeza aquellos que son ricos en petróleo o minerales, gracias a la fuerte demanda por parte del Asia emergente, sino que otros Estados del Magreb y del África subsahariana han iniciado notables saneamientos económicos y mantienen ritmos de crecimiento sostenido.

Al frente de la mayoría de estos fondos se halla una generación de financieros africanos que han arrasado en las bolsas internacionales. De hecho, Vincent Le Guennou, desde su sede en Túnez, es hoy el responsable de las inversiones en África del fondo Emerging Capital Partners (situado en Washington), el más importante de los que operan en esta región del mundo, con un total de 1.000 millones de activos.

Paradójicamente, en Francia y en el resto de Europa los fondos de inversión para África son más discretos. Si bien es cierto que existen fondos globales emergentes que dedican una fracción –mínima– de sus inversiones a este continente, hay muy pocos centrados en su totalidad en él. Sin embargo, con una plaza financiera como la de París –que cuenta con agentes expertos en este terreno, numerosas empresas europeas con su correspondiente representación africana en la capital y con las oficinas internacionales o europeas de compañías del continente–, Francia debería aprovechar todas sus ventajas. En este sentido, los partícipes tanto privados como públicos podrían colaborar a imagen y semejanza del Fondo de Infraestructura Africano, hoy dotado con 300 millones de dólares, que fue impulsado por la cooperación británica y la neerlandesa en colaboración con las entidades privadas Barclays y Standard Chartered.

Ahora que los bancos franceses empiezan a desplegarse por África, en particular por el norte, al igual que sus homólogos británicos, podrían considerar la opción de dotarse de un sólido equipo de búsqueda de acciones u obligaciones. Los analistas de las grandes entidades de negocios siguen sin cubrir este continente, ya que no cuentan con grupos de trabajo dedicados a la zona.

Podría preverse que una parte de la gestión de los activos europeos, de Oriente Medio o africanos, se efectuara desde la Bolsa de París. Francia dispone de gestores de alcance internacional con gran experiencia en mercados emergentes. Además, esta plaza no carece de profesionales emprendedores de origen africano, como el franco-beninés Lionel Zinsou, socio gerente del banco de negocios Rothschild y responsable del área de África y Oriente Medio, que ha apadrinado la creación del laboratorio de ideas CAPafrique (Centro de Análisis y Propuestas para África), con sede en la capital francesa.

El continente africano no se convertirá en un mercado emergente de la envergadura de los asiáticos o de los latinoamericanos de la noche a la mañana. Pero nada impide pensar que, con algún otro empujón, pueda transformarse, si no en un Eldorado financiero, al menos sí en un importante polo de atracción. Dejemos de mirar a África sólo a través del prisma asistencial y de su letanía de fracasos. Merece más atenciones y más acciones. Menos buenos sentimientos y más inversiones.