Inversor en el mercado de valores Bovespa de Sao Paulo, Brasil. (Mauricio Lima/AFP/Getty Images)

Hace ahora 30 años, Telefónica acudió a la privatización de la industria de telecomunicaciones chilena. Ese fue el comienzo de una gran aventura para muchas compañías españolas y portuguesas, a la que luego seguirían las inversiones de las empresas latinas en la península ibérica.

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Donde otros veían riesgo, las españolas percibieron una oportunidad. Latinoamérica comenzaba a salir de una década perdida de funestas consecuencias, y la región tardaría 25 años en recuperar el PIB per cápita y los índices de pobreza de 1982. En el camino hubo baches: la crisis mexicana de 1994, el contagio de las crisis asiática y rusa que condujo a la devaluación del real brasileño en enero de 1999, apenas seis meses después de que Telefónica ganara la parte del león de la privatización de Telebras, el descalabro del peso argentino que perdió 400% de su valor frente al dólar en 2002. Pero las empresas españolas, portuguesas y latinoamericanas crecieron al unísono con el desarrollo de sus países ampliando el espacio iberoamericano. A partir de 2004, el crecimiento de Iberoamérica, unida ahora en la economía y los negocios, pareció imparable.

Para España y Portugal, la entrada en la Unión Europea supuso la posibilidad de poder acceder, por fín, a una financiación con intereses asequibles. En cuanto a las empresas latinoamericanas, la aventura europea la lideró la mexicana Cemex con la entrada en la península en 1992 y así pudo acceder a un crédito más barato que en su país de origen. No obstante, la gran entrada de las latinas se produjo durante el nuevo milenio cuando el boom de las materias primas trajo crecimiento económico y, con él, la salida de la pobreza de 50 millones de latinoamericanos. Los países de América Latina hacían sentir su peso y Brasil se convertía en el modelo a seguir de las naciones emergentes.

En la expansión europea de las global latinas el lenguaje marcaba frontera, y las brasileñas como Banco Itaú y Embraer entraron en Europa a través de Portugal mientras que las mexicanas como Grupo Bimbo lo hicieron a través de España. Simultáneamente, el apetito chino por las materias primas convirtió a ese país en el mayor socio comercial suramericano. En ese contexto, llegó la inversión de empresas chinas. En algunos casos de la mano de compañías españolas, como la china de equipos telefónicos Huawei que se convirtió a partir de 2004 en el proveedor de Telefónica, primero en Latinoamérica y luego en España. Desde entonces, la inversión china no ha hecho más que crecer incluso en países en crisis como Brasil donde ahora es el primer inversor.

En un primer momento, la crisis financiera global de 2008 pareció que no iba a afectar a Europa. Pero primero Grecia, después Portugal y al final España fueron quienes inicialmente más sufrieron. El Banco Santander en Brasil y Bancomer en México, entre otros, compensaron las pérdidas de la banca española en sus mercados domésticos; de manera general las inversiones latinoamericanas de las empresas españolas subsanaron las pérdidas en España. Sin embargo, el torbellino europeo hundió a algunas como Portugal Telecom, que tenía una participación en la compañía de telecomunicaciones brasileña Oi y aspiraba a comprarla. Al final, ambas se hundieron y la mexicana América Móvil acabó por anunciar su interés en seguir apostando por Brasil con la compra de Oi.

La tormenta perfecta llegó también al otro lado del Atlántico con la repentina caída de los precios de las materias primas en 2014, paralela a la ralentización de la economía china. Las repercusiones en Latinoamérica fueron inmediatas y la región se contrajo en 2015, fenómeno que se repetirá en 2016. Según la CEPAL, sólo Panamá y la República Dominicana crecen por encima del 5%. El crecimiento medio previsto del 2% para 2017 es decepcionante y no es suficiente ni para solucionar el problema de la pobreza ni para lograr ser países desarrollados. Brasil, la mayor economía regional, continúa en medio de una gran crisis ética, económica y política. Necesita apoyo para lograr la reconciliación necesaria para sentar las bases de un nuevo modelo de desarrollo.

La suerte del sector privado peninsular y latinoamericano está ligada, puesto que las empresas españolas ya son más latinas que españolas. Todas dependen del progreso económico regional. Cabe recordar que la región tiene un gran tamaño: la economía china es de 10 billones de dólares y la latinoamericana de seis, y si se suma la península ibérica alcanzamos casi ocho y así logramos ser la tercera gran economía después de Estados Unidos y China.

En esta nueva fase de incertidumbre económica y de parálisis es necesario reflexionar y aprender sobre estos últimos 30 años. La situación es frágil y las predicciones apuntan a que los precios de las materias primas pueden tardar en recuperarse. Es necesario aprovechar el tamaño de la economía iberoamericana y también invertir en innovación, la gran asignatura pendiente de América Latina, para lograr sacudirse, por fin, la dependencia de materias primas. Este es un momento de grandes apuestas y gran generosidad. Cada parte, el gobierno, el sector privado y la sociedad civil tienen que dar algo por el bien común de la región iberoamericana. Ojalá la amplitud de miras se imponga y logre ir más allá de salvar el día a día para sentar las bases de una venidera etapa de recuperación económica.