(Chris McGrath/Getty Images)
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¿Por qué a los jóvenes nipones no les interesa el sexo ni las relaciones sentimentales? La respuesta podría estar en la economía.

Adolescentes que venden sus bragas en máquinas expendedoras y se prostituyen en hoteles de lujo: quizá algunos siguen teniendo una imagen de la juventud japonesa llena de perversiones sexuales. Pero la realidad es que hoy los jóvenes nipones son todo lo contrario. Son casi asexuales.

Según un sondeo gubernamental de 2010, el 62,2% de los hombres japoneses solteros entre 18 y 39 años no salen con ninguna mujer. De ellos, el 28% no quieren tener ninguna relación. Y las mujeres muestran la misma pasividad. El 51,6% de aquellas que son solteras no salen con nadie. Casi la mitad de ellas, el 23,6%, dicen no querer.

¿Por qué? El estudio revela que los hombres prefieren dedicar el tiempo a sus aficiones (más que a salir con alguien) y que las mujeres piensan que ligar es agotador (complicado). También piensan que no son suficientemente atractivos y no saben cómo encontrar posibles parejas.

En resumen, solo el 24,6% de los japoneses solteros entre 18 y 39 años tienen novio o pareja sexual estable. Es una cifra muy inferior al 40% de los estadounidenses y el 28,8% de los franceses. Y la proporción de los que tienen pareja descendió más de 7,5 puntos entre 2005 y 2010.

Por supuesto, un sondeo mundial sobre costumbres sexuales realizado en 2005 demostraba que los nipones son más bien asexuales. El número de veces que las parejas japonesas mantienen relaciones sexuales al año es de solo 45, la cifra más baja de los 41 países estudiados. Grecia es el primero, con 138 veces.

Para calificar a los hombres jóvenes que tratan bien a las mujeres pero no están interesados en el sexo, los medios han empezado a utilizar la expresión “hombres herbívoros”.

El fenómeno de los hombres (y mujeres) herbívoros no es cuestión de risa. Cuando los jóvenes dejan de interesarse por el sexo, hay menos matrimonios y menos hijos. En 2012 se casaron en Japón 669.000 parejas. La cifra no ha sufrido cambios recientes. Pero se casan en una etapa más tardía de su vida. Alrededor del 75% de las mujeres de 25 años están solteras. Casi el 30% no se han casado a los 35. El 20% de las japonesas prevén permanecer solteras para toda la vida. En el caso de los hombres, más del 80% están solteros a los 25 años. El 40% de ellos no están casados aún a los 35. Si se casan con más edad, aumentan los problemas de fertilidad.

En 2012 nacieron alrededor de un millón de niños, una cifra que desciende sin cesar desde 1973. La población  nipona está disminuyendo desde 2007, con el consiguiente peligro para la economía, que ya se veía afectada por el rápido envejecimiento.

Y el problema no es solo el sexo. Los jóvenes japoneses se han vuelto menos activos para lo bueno y para lo malo.

Son buenos chicos. El número de jóvenes delincuentes entre 14 y 20 años es menor que en los 90. El consumo de drogas entre los menores de 30 está disminuyendo desde 2008.  Por otra parte, también desciende desde 2004 el número de jóvenes que salen a estudiar al extranjero. La participación en las elecciones es asimismo menor que entre las generaciones anteriores.

 

Los ‘hikikomori’

La mayoría de los jóvenes actuales son hijos únicos y suelen estar más consentidos por sus padres. Resisten peor las presiones y tienen más facilidad para sufrir crisis mentales. Y hay un problema con los hikikomori (reclusos sociales).

El Gobierno calcula que en 2010 había alrededor de 696.000 hikikomori, personas que llevan más de seis meses retiradas de la sociedad. De ellos, 236.000 permanecen en casa la mayor parte del día. 460.000 no estudian ni trabajan. Solo salen para ver a sus amigos o para cultivar sus aficiones. Otro sondeo calcula que hay unos 630.000 hikikomori de edades entre los 15 y los 34 años. Si se añade la franja entre 35 y 39, la cifra asciende a 840.000. Según los médicos, entre las razones para la reclusión están la falta de adaptación al lugar de trabajo (23,7%), la enfermedad (23,7%) y no haber podido obtener el empleo deseado (20,3%).

Sin embargo, el origen de todo podría estar en  la economía.

Veamos la cuestión del matrimonio. Si se examinan los datos con detalle, se observa que los hombres que ganan más de tres millones de yenes se casan tres veces más que los hombres que ganan menos. Aquellos con un trabajo estable se enmarcan en el matrimonio más que los que tienen empleos irregulares.

La economía puede cambiar la mentalidad de una persona: si no consigue más que trabajos temporales y no puede prever su futuro, tiende a perder la seguridad en sí misma y la esperanza de encontrar pareja. Los jóvenes japoneses creen que hay muchas otras cosas de las que disfrutar, como navegar por Internet y mantener relaciones virtuales en los videojuegos, el anime y el manga. Así que ¿para qué complicarse la vida? Desde luego, salir con alguien es caro y siempre se corre el riesgo de acabar rechazado.

Durante el gran boom económico de los 80, las mujeres querían casarse con hombres altos que tuvieran ingresos elevados y una buena formación. Cuando estalló la burbuja, en los 90, rebajaron sus expectativas y decidieron casarse con hombres normales. Desde que golpeó la crisis económica mundial de 2009, las japonesas prefieren casarse con hombres sin gran peligro (de ser despedidos) y un perfil discreto.

Las mujeres son menos exigentes que nunca, pero aun así siguen teniendo unas expectativas muy altas respecto a la vida en pareja, muy diferente de la que tienen los hombres.

Alrededor del 40% de las mujeres entre 25 y 34 años (que suelen querer casarse) tienen empleo irregular (temporal o a tiempo parcial). Suelen ser trabajos inestables y mal remunerados. Están cansadas de trabajar mucho y se sienten explotadas. Y muchas desean casarse para obtener seguridad económica. Mientras que los hombres quieren que sus esposas sigan trabajando después del matrimonio, porque también ellos se enfrentan a la inseguridad laboral y no confían en ganar lo suficiente para mantener por sí solos a la familia.

Resulta triste ver cómo se ha retrocedido. Las mujeres de entre 20 y 30 años tienen una visión mucho más conservadora de su papel que las de las generaciones de más edad. Solo el 39% de las mujeres de veintitantos años quieren seguir trabajando toda la vida. Esa cifra es del 50% en las féminas de 30, 40, 50 y 60.

Es comprensible. Los jóvenes nipones son más vulnerables a la explotación y tienen menos oportunidades de desarrollar aptitudes laborales que las generaciones anteriores. La burbuja económica japonesa estalló alrededor de 1990 y su economía no se ha recuperado por completo desde entonces. El salario real ha disminuido desde finales del siglo pasado. El desempleo ha aumentado. En 1991, de los jóvenes entre 15 y 24 años, solo el 9,5% tenía un empleo irregular. En 2010, la cifra era del 30%. En el grupo entre 25 y 34 años, en 1991, un 20,2% ocupaba empleos informales, frente al 27,4% en 2010. Estos trabajadores permanecen excluidos del sistema de veteranía (como factor salarial) y muchas otras prestaciones de las que solo disfrutan los trabajadores oficiales.

La economía también influye en el problema de los hikikomori. Algunos se recluyen después de ser despedidos por sus empresas. El mercado laboral y el sistema de contratación en Japón no son flexibles. Las empresas prefieren contratar a jóvenes recién graduados en las universidades, por lo que pasar de un empleo a otro es difícil. Y aún más para quienes han sido despedidos o han dejado su trabajo con el propósito de encontrar otro mejor.

 

¿Por qué no se indignan?

La juventud nipona es poco numerosa y demasiado pesimista.En 2012 había alrededor de 7.040.000 menores de 30 años, el 28,2% de la población total de Japón. En 1950, esa franja de edad representaba el 62,4%. Por consiguiente, a los jóvenes actuales les resulta mucho más difícil dejar huella y hacer oír su voz ante el Gobierno.

Algunos sociólogos dicen que “los jóvenes japoneses están contentos con sus vidas, así que no lo necesitan”. Según un sondeo del Ministerio de Sanidad en 2013, alrededor del 75,4% de los entrevistados entre 20 y 29 años están “satisfechos” o “más o menos satisfechos” con su vida. Es una proporción superior a la de todos los demás grupos de edad.

Sin embargo, Masachi Osawa, antiguo profesor de la Universidad de Kioto, dice que los jóvenes responden que están “contentos” porque no tienen esperanzas de futuro. Según Osawa, una persona capaz de decir “no estoy contento” es alguien que confía en un futuro mejor.

De acuerdo con una encuesta realizada el otoño pasado en siete países (Japón, Corea del Sur, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia y Suecia) entre personas de 13 a 29 años, los jóvenes nipones son los que tienen menos confianza y más pesimismo sobre su futuro.Solo el 45,8% de ellos dicen que están satisfechos. Solo el 61,6% tiene esperanzas de un futuro brillante.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.