El régimen sirio escandaliza al mundo una y otra vez. Pero quienes confiaban en que la comunidad internacional actuase de verdad han sufrido otras tantas decepciones.

 

La actuación del Gobierno sirio contra los manifestantes y los rebeldes armados ha producido una sucesión aparentemente interminable de días terribles y siniestros, con más de 9.000 civiles muertos a causa de la violencia desde marzo de 2011, según cálculos de Naciones Unidas. Sin embargo, algunos incidentes han captado más atención internacional que otros, bien por la dimensión de las carnicerías, bien por la brutalidad de los ataques.

La reciente matanza de más de 100 personas en Hula, un grupo de aldeas próximas a la ciudad siria de Homs, se ha convertido en uno de esos sucesos. El Consejo de Seguridad de la ONU condenó de forma unánime los asesinatos, el enviado de la ONU, Kofi Annan, se apresuró a organizar una reunión con el presidente sirio, Bachar el Asad, en un intento de salvar su plan de paz, y Gobiernos de todo el mundo expulsaron a los embajadores y diplomáticos sirios. El diario alemán Der Spiegel dice que la masacre es “el My Lai de Siria”, y Reuters la calificó como “una atrocidad que sacó a la opinión pública mundial de una indiferencia creciente”. Sin embargo, un repaso de los incidentes más destacados de los 14 meses de revuelta indica que la indignación se evaporará en cuanto los titulares desaparezcan.

 

ASESINATO DE HAMZA AL KHATIB

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En mayo del año pasado, las truculentas imágenes del cuerpo mutilado de este muchacho de 13 años asombraron a la comunidad internacional. Así describió The New York Times las imágenes en su momento: “El vídeo colgado en la Red muestra su rostro golpeado y amoratado. La piel está llena de cortes, heridas, quemaduras profundas y heridas de bala que seguramente le hirieron sin matarle. La mandíbula y las rodillas están hechas pedazos, según un narrador anónimo, y el pene se lo han cortado. ‘Estas son las reformas del traidor Bachar el Asad’, dice el narrador. ‘¿Dónde están los derechos humanos? ¿Dónde están los tribunales penales internacionales?’”

Los activistas de los derechos humanos dijeron que el chico había sido arrestado durante una manifestación en el sur de Siria, torturado hasta la muerte y entregado a su familia a cambio de su silencio. Los medios estatales sirios, por su parte, sostuvieron que Hamza había muerto de heridas de bala durante un ataque de grupos armados contra las fuerzas sirias, y que Bachar el Asad se había entrevistado con la familia del niño para expresar sus condolencias en cuanto las autoridades pudieron identificar el cadáver.

La muerte de Hamza inspiró una página muy popular en Facebook y manifestaciones masivas contra el Gobierno en toda Siria. “Las revoluciones árabes –y los medios sociales e internacionales relacionados con ellas– dan la impresión de reforzarse cuando tienen símbolos”, escribió Jim Muir, de la BBC, en su momento, “y la revuelta siria parece haber encontrado uno”.

 

MATANZA DEL RAMADÁN

A medida que se aproximaba Ramadán, el pasado mes de julio, los activistas se preguntaban si el mes santo musulmán daría nueva vida a su movimiento, porque a la gente le sería más fácil organizar protestas mientras se reunía en las mezquitas para las plegarias de la tarde después del ayuno de cada día. Sin embargo, en la víspera de que comenzara, el ejército sirio irrumpió en Hama, que se había convertido en un centro rebelde en cuanto las fuerzas gubernamentales abandonaron la zona a finales de junio (la conflictiva ciudad fue ya escenario de una espeluznante matanza en 1982, con el padre de Bachar el Asad). Los activistas se dedicaron febrilmente a colgar vídeos de la violencia, que dejó 300 muertos en seis días, según la oposición.

En respuesta, el presidente estadounidense Barack Obama y el Ministerio de Exteriores ruso pronunciaron sus críticas más enérgicas del régimen de El Asad hasta la fecha, y potencias regionales como Turquía y Arabia Saudí llamaron la atención al intensificar en grado considerable sus críticas. El presidente turco, Abdulá Gul, calificó el derramamiento de sangre de “inaceptable” y el rey saudí, Abdalá, instó a Damasco a “detener la máquina de matar” y llamó a su embajador en Siria. No obstante, la resolución de condena de la violencia del Consejo de Seguridad nunca consiguió materializarse.

 

ASALTO A JABAL AL ZAUIYA

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En diciembre de 2011, mientras los delegados de la Liga Árabe se disponían a viajar a Siria para supervisar un plan de paz, los activistas informaron de que las fuerzas sirias habían rodeado a los habitantes de un valle en la región septentrional de Jabal al Zauiya, en la provincia de Idlib, y habían matado a más de 100 personas con un uso masivo de cohetes, proyectiles de carro de combate y bombas, para encontrar a desertores del Ejército, en especial antes de la misión de la Liga Árabe.  Rami Abdul Rahman, del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, dijo que el ataque había sido “una matanza organizada” y “el día más sangriento de la revolución siria” hasta entonces, mientras que el Gobierno no hizo ningún comentario sobre las afirmaciones.

Después del ataque, el Consejo Nacional Sirio, que agrupa a la oposición, pidió al Consejo de Seguridad de la ONU y a la Liga Árabe que celebraran reuniones de emergencia y elaborasen planes para proteger a la población civil siria. Pero el incidente solo sirvió para inspirar palabras duras por parte de los dirigentes occidentales y la iniciativa de paz de la Liga Árabe acabó fracasando.

 

ATAQUE CONTRA BABA AMR

A principios de febrero, las fuerzas sirias iniciaron un asedio de un mes del distrito de Baba Amr en Homs que, al final, obligó al Ejército Sirio Libre a retirarse de su bastión. Como atestiguan diversas fotografías e imágenes de vídeo, los implacables bombardeos redujeron el barrio a escombros. Aunque no ha habido ningún cálculo global de número de muertes en Baba Amr, Reuters indicó en su momento que los residentes que huían a Líbano hablaban de “un mártir o más” en cada casa y “el olor de cuerpos descompuestos, basura y destrucción” en el aire. La periodista estadounidense Marie Colvin y el fotógrafo francés Remi Ochlik murieron en los ataques.

Aunque China y Rusia vetaron cualquier actuación agresiva contra Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU, sí pidieron, junto a otras potencias mundiales, que se concediera a la responsable humanitaria de la ONU, Valerie Amos, acceso a Baba Amr. Cuando las autoridades sirias aceptaron, Amos quedó destrozada por lo que vio. “Esa parte de Homs está completamente destruida”, explicó, “y me preocupa saber qué ha sido de la gente que vive allí”.

 

MATANZA DE HULA

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El 25 de mayo de 2012, 108 personas –entre ellas, 49 niños y 34 mujeres– murieron asesinadas en Hula, según Naciones Unidas; familias enteras murieron acribilladas en sus casas, y casi todas las víctimas sufrieron ejecuciones sumarias. El régimen sirio culpó de la violencia en esta zona de mayoría suní, que el Ejército había bombardeado como posible represalia por un ataque rebelde conta una aldea alauí, a “grupos terroristas armados”, mientras que varios testigos y supervivientes dijeron a los investigadores de la ONU que las responsables del baño de sangre eran milicias progubernamentales. Un par de días después, los activistas de la oposición denunciaron un sanguinario ataque del Gobierno en la cercana Hama.

En Hula, ya desde tiempo antes de la matanza, las repetidas violaciones del paz de plan de Kofi Annan habían dejado en ridículo el alto el fuego. Aun así, la noticia puso de relieve la incapacidad de la comunidad internacional de resolver la crisis en Siria. En un rasgo poco frecuente de solidaridad, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó el uso de armas pesadas por parte del Gobierno sirio, si bien el acuerdo no vinculante no culpaba a nadie por las ejecuciones, y Rusia, que lleva mucho tiempo vetando medidas más enérgicas, afirmó más tarde que los rebeldes sirios –y tal vez una tercera “fuerza” misteriosa– eran en parte responsables de la matanza. No obstante, The New York Times asegura que la medida del Consejo de Seguridad dotó al plan de paz de Annan de un “nuevo mandato” para su entrevista con El Asad en Damasco, y la decisión coordinada de los países occidentales de expulsar a los diplomáticos sirios ha dejado al régimen más aislado que nunca.

Por supuesto, el Gobierno sirio no es el único bando al que se acusa de atrocidades. Por ejemplo, el pasado mes de junio, las autoridades sirias acusaron a bandas armadas de matar a más de 120 miembros de las fuerzas de seguridad en la ciudad de Jisr al Shughour, al noroeste del país, aunque los activistas de la oposición lo negaron. Y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, insinuó hace unas semanas que varios militantes de Al Qaeda habían organizado dos atentados con coche bomba en Damasco en los que murieron 55 personas.

Pero, más allá de la confusión sobre quién es responsable de los horrores, está la cuestión de que estas matanzas, con toda la publicidad que han recibido, han cambiado por completo el rumbo del conflicto sirio. Incluso tras las matanzas de Hula, las potencias mundiales tienen escasos deseos de llevar a cabo una intervención militar, y organizar una transición de poder al estilo de la de Yemen en estas circunstancias podría ser increíblemente difícil. Como explicaba Reuters el martes, Rusia no parece considerar que Hula haya sido tan “trascendental” como para hacerle apoyar medidas más enérgicas contra Siria en el Consejo de Seguridad.

En otras palabras, cuando se calme un poco la frenética actividad diplomática –que en el fondo es más bien simbólica– de los últimos días, es posible que la comunidad internacional no esté más cerca de concebir una solución para la insoluble crisis de Siria.