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Comienza 2011 con ciertas esperanzas. En diciembre, este país de África occidental presenció la toma de posesión del primer presidente electo de su historia, Alpha Condé. Tras décadas de gobiernos autocráticos, seguidas de un golpe en 2009, este nuevo sistema es verdaderamente un milagro.

Sin embargo, los antecedentes permiten vislumbrar hasta dónde llegan las tensiones. Cuando el presidente del país murió en diciembre de 2008, un pequeño grupo de jefes militares se hizo con el poder y proclamó que eran los nuevos líderes de Guinea. El presidente anterior había sido tan corrupto e ineficaz que muchos agradecieron que se impusiera una junta militar. Pero pronto se vio que el nuevo autócrata, Moussa Dadis Camara, era igual de incompetente. El momento crucial se produjo en septiembre de 2009, cuando sus tropas llevaron a cabo la matanza de más de 150 manifestantes pacíficos en un estadio local.

El país recibió una avalancha de condenas internacionales que obligó a la Junta a convocar elecciones. Mientras tanto, un miembro de esta disparó contra Camara, que tuvo que ir a Marruecos a recibir tratamiento. Su sucesor, el general Sekouba Konate, nombró a un jefe civil provisional y organizó los comicios celebrados recientemente.

Durante el breve mandato de la Junta, el Ejército aprovechó para enriquecer y afianzar su papel en la economía, y hoy lo mantiene pese a que la autoridad teórica sea civil. El Ejército controla gran parte de la riqueza mineral -Guinea es el primer productor mundial de bauxita- y otros sectores importantes. En otras épocas empleó tácticas represivas para lograr sus objetivos, económicos y de otro tipo, y es de suponer que le va a ser difícil cambiar de costumbre.