• Caucasus Context, primavera
    2004, Hauppauge, Nueva York

 

De pie bajo la lluvia, fuera del edificio que alberga el Parlamento en Tbilisi,
capital de Georgia, hace casi un año, protestando contra las fraudulentas
elecciones parlamentarias, fui testigo de cómo los georgianos se preocupaban
por su futuro por primera vez. Pertenezco a una generación que, en realidad,
nunca conoció a más líder que el entonces presidente Eduard
Shevardnadze, y casi sentí lástima por él. Pero cuando
la gente empezó a gritar su nombre exigiendo su dimisión, el
estoico silencio mantenido durante tanto tiempo frente a la corrupción
y el engaño se rompió. En ese momento, comprendí cómo
Shevardnadze y su régimen habían robado a Georgia su dignidad
durante todos estos años.

Esta dignidad recién hallada es el tema central de un número
especial de Caucasus Context sobre la llamada Revolución de las Rosas.
Cuando el intento por parte de Sheverdnadze de proclamar la victoria de su
coalición después de unas elecciones marcadas por el fraude disparó una
serie de protestas multitudinarias, el dirigente escapó supuestamente
del país, permitiendo que una coalición, liderada por el concejal
del Ayuntamiento de Tbilisi Mijaíl Saakashvili, tomara el control. Estos
acontecimientos culminantes constituyen "el experimento de democracia
más interesante e importante de la región –y quizás
del mundo– hoy día", según los editores Zurab Karumidze
y James Wertsch.

La revista, relanzada este año por el Instituto Caucásico-Estadounidense
de Estudios Estratégicos y Culturales, con sede en Tbilisi, un think-tank dedicado al diálogo binacional, reconsidera la situación a través
de los ojos de sus figuras principales. El volumen se abre con una cronología
seguida de entrevistas con líderes georgianos. Incluye, además,
análisis de importantes intelectuales, como George Nizharadze y Ghia
Nodia. En todas estas versiones están presentes una serie de temas que
los editores consideran "cruciales": el papel de la sociedad civil
y de la prensa libre, la ausencia de autoridad estatal y, quizás de
manera más conmovedora, la importancia de la identidad nacional y de
la unidad.

La primera pregunta que los editores hacen a sus entrevistados es si consideran
que la revolución era inevitable. Aunque ninguno diga que sí,
todos están de acuerdo con que la insatisfacción frente a Shevardnadze
había llegado a un punto de ebullición, y que su negativa a abordar
esta insatisfacción empujó a los ciudadanos a rebelarse.

Esta obstinación es el tema del arículo de Nizharadze, ‘Georgia:
el fin de la edad de la nomenklatura’, en referencia al sistema soviético
de patronazgo y reparto del poder. Nizharadze, analista del Centro Internacional
de Conflicto y Negociación de Tbilisi, traza el recorrido de Shevardnadze
desde sus días como héroe de la perestroika hasta su final como
líder abiertamente corrupto. Su caída, según Nizharadze,
se debió a que "nunca comprendió la importancia de una
economía occidental y de su principio fundamental: el gobierno ha de
estar al servicio de la economía, y no viceversa".

Shevardnadze sólo podía funcionar en un ambiente de nomenklatura.
Al final, corrió la misma suerte que los soviéticos. Pero la
Revolución de las Rosas, concluye Nizharadze, seguía siendo vital
para limpiar los restos de la nomenklatura que habrían permanecido en
caso de que Shevardnadze hubiera abandonado la presidencia pacíficamente
después del final de su mandato el año próximo.

En ‘El significado de la última revolución de Georgia’,
Nodia, analista del Instituto Caucásico para la Paz, subraya que la
Revolución de las Rosas no fue una revolución clásica.
En lugar de echar abajo la Constitución nacional, los georgianos protestaron
para impedir que un régimen deshonesto secuestrara la Constitución
existente. "La revolución rompió el molde de la impotencia
para el pueblo de Georgia", escribe Nodia. "Si podemos llevar a
cabo una revolución sin romper una sola ventana, también podremos
construir un país del que no nos avergoncemos".

El desafío para los georgianos es asegurarse de que sus líderes
son tan honrados y transparentes como aquellos que se mantuvieron en pie el
pasado noviembre durante varios días y varias noches frías y
lluviosas para defender su dignidad y sus derechos.

ENSAYOS, ARGUMENTOS Y OPINIONES DE TODO EL PLANETA

Las revelaciones de las rosas. Tina Tsomaia

Caucasus Context, primavera
2004, Hauppauge, Nueva York

De pie bajo la lluvia, fuera del edificio que alberga el Parlamento en Tbilisi,
capital de Georgia, hace casi un año, protestando contra las fraudulentas
elecciones parlamentarias, fui testigo de cómo los georgianos se preocupaban
por su futuro por primera vez. Pertenezco a una generación que, en realidad,
nunca conoció a más líder que el entonces presidente Eduard
Shevardnadze, y casi sentí lástima por él. Pero cuando
la gente empezó a gritar su nombre exigiendo su dimisión, el
estoico silencio mantenido durante tanto tiempo frente a la corrupción
y el engaño se rompió. En ese momento, comprendí cómo
Shevardnadze y su régimen habían robado a Georgia su dignidad
durante todos estos años.

Esta dignidad recién hallada es el tema central de un número
especial de Caucasus Context sobre la llamada Revolución de las Rosas.
Cuando el intento por parte de Sheverdnadze de proclamar la victoria de su
coalición después de unas elecciones marcadas por el fraude disparó una
serie de protestas multitudinarias, el dirigente escapó supuestamente
del país, permitiendo que una coalición, liderada por el concejal
del Ayuntamiento de Tbilisi Mijaíl Saakashvili, tomara el control. Estos
acontecimientos culminantes constituyen "el experimento de democracia
más interesante e importante de la región –y quizás
del mundo– hoy día", según los editores Zurab Karumidze
y James Wertsch.

La revista, relanzada este año por el Instituto Caucásico-Estadounidense
de Estudios Estratégicos y Culturales, con sede en Tbilisi, un think-tank dedicado al diálogo binacional, reconsidera la situación a través
de los ojos de sus figuras principales. El volumen se abre con una cronología
seguida de entrevistas con líderes georgianos. Incluye, además,
análisis de importantes intelectuales, como George Nizharadze y Ghia
Nodia. En todas estas versiones están presentes una serie de temas que
los editores consideran "cruciales": el papel de la sociedad civil
y de la prensa libre, la ausencia de autoridad estatal y, quizás de
manera más conmovedora, la importancia de la identidad nacional y de
la unidad.

La primera pregunta que los editores hacen a sus entrevistados es si consideran
que la revolución era inevitable. Aunque ninguno diga que sí,
todos están de acuerdo con que la insatisfacción frente a Shevardnadze
había llegado a un punto de ebullición, y que su negativa a abordar
esta insatisfacción empujó a los ciudadanos a rebelarse.

Esta obstinación es el tema del arículo de Nizharadze, ‘Georgia:
el fin de la edad de la nomenklatura’, en referencia al sistema soviético
de patronazgo y reparto del poder. Nizharadze, analista del Centro Internacional
de Conflicto y Negociación de Tbilisi, traza el recorrido de Shevardnadze
desde sus días como héroe de la perestroika hasta su final como
líder abiertamente corrupto. Su caída, según Nizharadze,
se debió a que "nunca comprendió la importancia de una
economía occidental y de su principio fundamental: el gobierno ha de
estar al servicio de la economía, y no viceversa".

Shevardnadze sólo podía funcionar en un ambiente de nomenklatura.
Al final, corrió la misma suerte que los soviéticos. Pero la
Revolución de las Rosas, concluye Nizharadze, seguía siendo vital
para limpiar los restos de la nomenklatura que habrían permanecido en
caso de que Shevardnadze hubiera abandonado la presidencia pacíficamente
después del final de su mandato el año próximo.

En ‘El significado de la última revolución de Georgia’,
Nodia, analista del Instituto Caucásico para la Paz, subraya que la
Revolución de las Rosas no fue una revolución clásica.
En lugar de echar abajo la Constitución nacional, los georgianos protestaron
para impedir que un régimen deshonesto secuestrara la Constitución
existente. "La revolución rompió el molde de la impotencia
para el pueblo de Georgia", escribe Nodia. "Si podemos llevar a
cabo una revolución sin romper una sola ventana, también podremos
construir un país del que no nos avergoncemos".

El desafío para los georgianos es asegurarse de que sus líderes
son tan honrados y transparentes como aquellos que se mantuvieron en pie el
pasado noviembre durante varios días y varias noches frías y
lluviosas para defender su dignidad y sus derechos.

Tina Tsomaia es coordinadora de programas
y profesora adjunta de la Escuela Caucásica de Periodismo y Gestión
de Medios de Tbilisi, en Georgia.