Superados los complejos de inferioridad, las escuelas de asuntos internacionales del país presentan una oferta atractiva para las profesiones con más futuro del momento. Las empresas, organismos e instituciones requieren expertos en relaciones internacionales que les ayuden a navegar en este entorno global. A partir de ahora, además, formados en España.
Los mapas geopolíticos han estado ausentes de las escuelas universitarias españolas hasta hace bien poco. El mundo de los asuntos internacionales estaba copado por una pléyade de profesores de Derecho Internacional, Historia y Ciencias Políticas, anclados en la tradición continental europea de no estudiar las Relaciones Internacionales de manera independiente, como disciplina autónoma, sino más bien como una especialización de otras ciencias. Pero esta visión pertenece ya al siglo pasado. Debido a la reforma universitaria del plan Bolonia, las licenciaturas han quedado redefinidas como grados y es en este curso 2009/2010 cuando se estrenan los estudios de grado de Relaciones Internacionales. Un reconocimiento que ha tardado muchos años en conseguirse y que avanza tambaleándose en un mundo globalizado que pide a gritos su difusión y crecimiento. Hace más de cien años los anglosajones entendieron la importancia de las escuelas de Relaciones Internacionales y hoy las instituciones más prestigiosas del mundo están en Reino Unido y EE UU. Recuperando el tiempo perdido se encuentra España, territorio imposible durante decenios para estos estudios por las políticas de autarquía de la dictadura franquista; el país no volverá a la escena global hasta bien entrada y consolidada la democracia. "Ahora España se ha abierto al mundo", afirma Leopoldo Calvo-Sotelo, director del máster de Relaciones Internacionales del Instituto de Empresa. Ha hecho falta ganar confianza en un proceso interno para poder salir con fuerza al exterior. Al compás de la integración europea y la internacionalización de las empresas del país, la academia se ha puesto las pilas.
Los pioneros españoles que querían moverse en ese mundo se las ingeniaron para estudiar en el extranjero en su mayoría y, de este modo, poder desarrollar sus aspiraciones y servir como ejemplo a las generaciones posteriores. Los primeros que entendieron que se necesitaba una formación en este campo fueron, cómo no, los profesionales de las relaciones exteriores del Estado, los diplomáticos, y así se crea la Escuela Diplomática (en 1942) y su máster, que comenzó como un curso especializado para satisfacer esa necesidad de preparación y profesionalización desde una perspectiva propia, nacional. A continuación irían naciendo cada vez más iniciativas, todas ellas en forma de postgrado universitario, con nombres de lo más variado: sea como magísteres, másteres o cursos de especialización. Y todas ellas gracias al impulso de unos pocos entusiastas que veían las posibilidades y obviaron las resistencias de las instituciones. Podría decirse que se empezó por el final, pues nacieron antes, mucho antes, los postgrados de Relaciones Internacionales que los estudios de grado universitarios en el mismo ámbito. ...
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