La policía religiosa se reforma en Arabia Saudí, pero su poder crece en la región indonesia de Aceh.

 













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Un miembro de la policía religiosa pide el carnet de identidad a una joven por vestir unos pantalones ceñidos en Aceh, noviembre de 2012.

 

El optimismo desmedido está fuera de lugar al hablar de los intentos por suavizar el extremismo religioso en Arabia Saudí. Sin embargo, las autoridades del reino parecen haber dados pasos tímidos para contener algunos excesos que impregnan la vida cotidiana. Para ello no han necesitado remover los cimientos ultraconservadores del Estado, sino simplemente retocar la conducta de quienes los hacen valer cada día: los miembros de la policía religiosa.

La institucionalización del extremismo en Arabia Saudí nace en las élites del Estado y desciende hasta sus siervos a pie de calle, los agentes de la Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, más conocidos como los mutawa. Distinguidos por sus barbas y sus frentes marcadas por la asiduidad de las oraciones, los policías religiosos son los encargados de supervisar que se cumplan las estrictas normas de la ley islámica. La segregación por sexos, el cierre de los comercios durante los cinco rezos diarios, el proselitismo de religiones distintas a la musulmana, la corrección de la vestimenta o el consumo de carne de cerdo y alcohol son algunas de los conductas y costumbres de las que se ocupan estos 3.500 agentes.

Los mutawa son una fuerza permanentemente visible en el país. Han sido y son justamente temidos, pero sobre todo han sido tolerados, aun en sus más dudosas actitudes, por una cúpula estatal en la que se entrelazan el poder político y el religioso. A lo largo de los años, no obstante, los promotores de la virtud han acumulado un denso expediente de abusos que ha causado un profundo malestar entre muchos ciudadanos, especialmente aquellos pertenecientes a minorías religiosas. Los que para el poder han sido durante muchos años unos guardianes infalibles del modelo de sociedad propugnada desde la élite, se han ido convirtiendo en un elemento de silenciosa alienación de la sociedad. Y a partir de ahí, incluso en un Estado como Arabia Saudí, llegan los cambios.

El primer síntoma claro de que el reino estaba dispuesto a lavar la cara a su policía religiosa llegó en enero, cuando se designó a Sheikh Abdullatif Abdel Aziz Al Sheikh (un hombre de moral relajada, para los estándares saudíes) como líder de los mutawa. El currículum de este descendiente de potentados no deja lugar a dudas sobre su talante comparativamente liberal. En su historial se acumulan visiones a contracorriente de la doctrina predominante en el país, como sus moderadas opiniones en materia de segregación de sexos. Inmediatamente después de asumir el mandato, prohibió la participación de voluntarios, ya que de ellos partían muchos de los abusos más sonados. En ...