Tras las presidenciales el nuevo líder tiene grandes retos que enfrentar: su amistad con Rusia, su entrada en la OTAN o su acuerdo con la UE.  

 

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En las elecciones presidenciales de Georgia, celebradas el 27 de octubre, venció Giorgi Margvelashvili, que será quien sustituya a Mijaíl Saakashvili, jefe de Estado desde 2004. El nuevo presidente es un político perteneciente a la coalición gobernante, el Sueño Georgiano, que encabeza un georgiano procedente de Rusia y actual primer ministro de Georgia, el acaudalado hombre de negocios Bidzina Ivanishvili. Los vínculos rusos del primer ministro hacen que sus adversarios afirmen que actúa para proteger los intereses del país vecino. En Georgia, que ha perdido gran parte de su territorio debido a las políticas de Moscú, esa es una acusación grave. Sin embargo, el Gobierno del Sueño Georgiano ha mantenido la cooperación con la OTAN y los intentos de firmar un acuerdo de Asociación con la Unión Europea desde que ganó las elecciones legislativas en octubre de 2012. Tal actitud pro occidental puede causar problemas en la relación con Rusia, incluso aunque Mijaíl Saakashvili, el archienemigo del Kremlin, ya no esté al timón en Tiflis.

En los primeros años de la década de los 90, la recién independizada Georgia sufrió una sangrienta guerra civil. Dos provincias, Abjasia y Osetia del Sur, proclamaron la secesión. Rusia ayudó a los separatistas para debilitar al país y obligarle a entrar en la Confederación de Estados Independientes (concebida como sustituta de la URSS). La época posterior, la del presidente Eduard Shevardnadze, fue un periodo de instituciones del Estado disfuncionales, corrupción omnipresente y elecciones fraudulentas. Hubo que esperar a 2003, con la Revolución de las Rosas que derrocó a Shevardnadze, para que el nuevo presidente, Mijaíl Saakashvili, comenzara a reconstruir el Estado. Su Gobierno logró reformar la policía corrupta y reprimir a la todopoderosa mafia.

Saakashvili supo promocionar con habilidad en el extranjero sus éxitos, que le ayudaron a granjearse amigos en Occidente. Con esos apoyos, el presidente decidió solicitar la incorporación al Plan de Acción para la Adhesión a la OTAN (MAP en sus siglas en inglés). Durante la cumbre que celebró la Alianza en 2008 en Bucarest, Occidente se mostró dividido sobre la cuestión. Estados Unidos y los miembros postcomunistas de la OTAN respaldaron la petición de Georgia, pero Alemania comprendió que Rusia lo vería como una provocación, dado que había protestado por la expansión de la Alianza Atlántica a la zona postsoviética. Al final, Georgia no obtuvo la admisión en el MAP, si bien la cumbre prometió que en el futuro se convertiría en un miembro más.

Rusia aumentó la cooperación con las provincias separatistas de Abjasia y Osetia del Sur y empezó a emitir pasaportes rusos a sus habitantes. En agosto de 2008, después de varias incursiones aéreas rusas sobre territorio georgiano y una intensificación de los intercambios de disparos con los separatistas en Osetia del Sur, Saakashvili decidió utilizar la fuerza. El Ejército de Georgia ocupó brevemente Osetia, pero los militares rusos se apresuraron a atacarlo y lo derrotaron. Al agredir a un país aspirante a pertenecer a la OTAN, el Kremlin demostró su voluntad de enfrentarse militarmente a Occidente, pero eso no alteró la política exterior de Tiflis, y el presidente Saakashvili  ha permanecido en su cargo hasta terminar su segundo mandato.

La elección presidencial de este año fue una especie de segunda vuelta tras los comicios parlamentarios de octubre de 2012, en los que venció el Sueño Georgiano. Los votantes estaban cansados del partido de Saakashvili, que hace mucho que perdió su ímpetu reformista del periodo posterior a la Revolución de las Rosas de 2003 y empezó a mostrar un tono más autoritario. El Sueño Georgiano ganó las elecciones con la promesa de poner fin a los abusos de poder del Gobierno anterior. No tenía un programa político concreto, sino el objetivo claro de acabar con el Ejecutivo de Saakashvili. Ahora que eso se ha logrado y que Margvelashvili ha vencido, Ivanishvili ha declarado que va a abandonar la política para dedicarse al activismo en la sociedad civil. Esta semana se anunciará el nombre de quién va a sucederle como primer ministro. No obstante, es muy probable que Ivanishvili siga haciendo de mentor extraoficial del Gobierno.

El líder del Sueño Georgiano es un hombre extraordinariamente rico, con una fortuna que se calcula en más de 5.000 millones de dólares (cerca de 3.700 millones de euros), superior a todo el presupuesto anual de Georgia. Eso le permitió financiar su campaña electoral para las parlamentarias, además de poseer un canal de televisión y encabezar numerosos proyectos benéficos. No cabe duda de que ese factor debió de influir en el subconsciente de una sociedad más bien pobre y que sueña con una vida mejor. Un dato importante es que su fortuna la adquirió en Rusia como dueño de un conglomerado de bancos, farmacias y cereales. Los adversarios de Ivanishvili creen que su relación con el país vecino es sospechosa e incluso quizá peligrosa para Georgia. Dado que, al ser un dirigente político en Georgia, no podía mantener sus negocios rusos, los vendió. Muchos interpretan que eso es señal de que las autoridades rusas le dieron permiso para incorporarse a la política georgiana, ya que sin su consentimiento, no habría podido vender sus activos. Si eso es cierto, significa que tendrá que inclinarse ante el Kremlin. Aunque parezca una teoría de la conspiración, no podemos ignorar que, para los seguidores de Saakashvili y su partido, ahora en la oposición, Ivanishvili es un político prorruso y tal vez un agente del Gobierno vecino.

Desde luego, el Sueño Georgiano ha hecho grandes esfuerzos para mejorar las relaciones con Moscú, dañadas por la guerra de Osetia del Sur en 2008. Después de meses de negociaciones, Rusia aceptó abrir su mercado solo a los vinos y el agua mineral de Georgia; ahora, el organismo ruso encargado de la seguridad alimentaria  amenaza con volver a prohibir la importación de productos georgianos. Ya lo hizo en 2006, como consecuencia del empeoramiento de las relaciones entre el presidente Vladímir Putin y Mijaíl Saakashvili. Hoy, a medida que se aproxima la cumbre del Partenariado Oriental en Vilna, en la que Georgia firmará el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, Moscú está pensando en volver a recurrir al embargo para desinflar las aspiraciones europeas de Tiflis. La conexión rusa, real o imaginaria, no ha ayudado a Ivanishvili a avanzar en las negociaciones a propósito de Abjasia y Osetia del Sur, ocupadas por el Ejército ruso. No parece que Putin tenga intención de dar marcha atrás en el reconocimiento de estas dos regiones separatistas. El imparable deterioro de la situación es evidente: el Kremlin está construyendo alambradas en torno al territorio ocupado de Osetia del Sur, una medida que ha servido para que sus fuerzas de ocupación se apoderasen de una considerable extensión de tierras de cultivo que antes controlaba el Gobierno de Tiflis.

Las elecciones presidenciales demostraron que el Sueño Georgiano sigue contando con un amplio respaldo de la población. Sin embargo, al Gobierno le aguardan retos importantes en los próximos meses. Sin su padre fundador, Ivanishvili, es posible que surjan conflictos internos. La coalición del partido engloba, además de la formación Sueño Georgiano-Georgia Democrática, otros cinco partidos. Dos de ellos, los Republicanos y los Demócratas Liberales-Nuestra Georgia, son inequívocamente liberales y prooccidentales. Otros representan una posición más conservadora y nacionalista. Está por ver si un nuevo primer ministro, que será también del partido mayoritario, mantendrá las buenas relaciones con todos los grupos de su coalición. Cualquier conflicto con los Demócratas Liberales, dirigidos por el ministro de Defensa, Irakli Alasania, que es el mayor partidario de que Georgia se incorpore a la OTAN, podría acabar debilitando la postura euroatlántica del Ejecutivo.

Pero, aparte del riesgo de crisis interna, el Gobierno tendrá que afrontar presiones externas. Las relaciones con Moscú están bloqueadas y siguen evocando las realidades de la guerra fría. En los próximos meses es posible que aumente la presión que ejerce Rusia sobre Georgia debido a su decisión de firmar el acuerdo con la UE. El Kremlin considera que el acercamiento de Georgia a la Unión Europea es un golpe a su política de reintegración de los Estados postsoviéticos en su nuevo proyecto de Unión Euroasiática.

 

 

 

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