El comercio puede ser una oportunidad para la paz entre India y Pakistán.

 

AFP/Getty Images

 

Históricamente, cualquier movimiento encaminado a mejorar las relaciones entre India y Pakistán se ha visto atrapado en la cuestión de encontrar una solución al problema de Cachemira (que se remonta a 1947). Puesto que el tema está estrechamente unido a cómo cada país percibe su respectiva identidad nacional, la cuestión crea grandes niveles de desconfianza mutua. Sin embargo, los recientes pasos, lentos pero (relativamente) seguros, encaminados a abrir oportunidades comerciales y a la liberalización de visados entre los dos países parecen contener esperanzas reales de acercamiento.

Debido a su extraordinario -si bien últimamente un poco vacilante- crecimiento económico en el caso de India, y a causa de su debilidad económica en el de Pakistán, parece haber surgido una mayor sensación de que unos vínculos más fuertes en torno a áreas de compromiso más neutrales podrían ser mutuamente beneficiosos y contribuir además a mejorar las relaciones bilaterales en temas más espinosos (incluyendo la presa de Wullar, la ensenada de Sir y el glacial Siachen). Y aun así, aunque existen indicaciones de que este reconocimiento está creciendo por ambas partes, está lejos de ser algo que sientan de forma generalizada todas las partes con intereses en el asunto. Un factor que hasta ahora ha impedido mejorar la relación bilateral es la ausencia de grupos con un interés propio en fomentar una mejor relación. La aparición relativamente reciente de grupos de ciudadanos a ambos lados de la frontera con el poder de presionar para intentar lograr pequeños pero importantes cambios políticos que conduzcan a compromisos prácticos y a mayores niveles de confianza -en la situación actual, las comunidades empresariales- podría representar un avance decisivo y real en la normalización de las relaciones.

Recompensas económicas y políticas

Como ha señalado Gareth Price en un reciente estudio, Pakistán está atrapado en un círculo vicioso por el cual la inseguridad daña la economía y sus circunstancias económicas a su vez alimentan la inseguridad y la militancia en grupos armados. La inversión extranjera directa en Pakistán -una muy elogiada panacea para la economía a comienzos de la primera década del siglo- está notablemente ausente, espantada como es lógico por la violencia, la inestabilidad política crónica, el mal estado de las finanzas públicas (que gestionan un déficit fiscal de más del 5% del PIB), los bajos niveles de ingresos fiscales y la consiguiente falta de inversiones en infraestructura, y una galopante crisis energética que paraliza el crecimiento económico. De hecho, la propia crisis económica ha hecho que Pakistán siga ávidamente cualquier posible apertura que pudiera ayudar a superarla -incluyendo la apertura hacia India-. De modo que, para Pakistán, el comercio con su vecino es en sí mismo una oportunidad que ofrece mucho que ganar, así como un paso adelante en la regeneración económica.

Los pequeños, pero simbólicamente enormes, pasos que discretamente se han tomado para normalizar las relaciones comerciales con India podrían por tanto ofrecer recompensas tanto económicas como políticas. Algunas formaciones de Pakistán -el Partido del Pueblo Pakistaní (PPP), o la Liga Musulmana Paquistaní (PML-N)- se muestran ruidosamente a favor (un reflejo del nivel de representación de las comunidades empresariales entre sus miembros, y en realidad de los intereses comerciales de sus respectivos líderes, Asif Zardari y Nawaz Sharif). Los jefes de gobierno provinciales tanto del Punjab paquistaní como del indio están presionando con fuerza para estrechar los lazos comerciales -(lo que no es de extrañar en el caso de Shahbaz Sharif, el jefe de gobierno del Punjab paquistaní y hermano de Nawaz, cuya familia tiene importantes intereses industriales, incluyendo el cemento y el azúcar, y vigila muy de cerca el mercado indio). Y lo que es más, si el comercio entre los dos Punjabs llega a despegar, podría conducir también potencialmente a un restablecimiento de las antiguas rutas comerciales entre las provincias de Sindh y Gujarat.

Los que están a favor… y los que están en contra

Sin embargo, al margen del lobby político y empresarial a favor del comercio, existe otra serie crucial de grupos con intereses creados cuyas posturas también tienen que ser tenidas en cuenta: el Ejército, los servicios de inteligencia, los militantes no estatales y la burocracia de la Administración.

El Ejército. Por una vez, en el lado paquistaní las Fuerzas Armadas son las que lideran la iniciativa hacia un radical cambio de dirección. Esto es especialmente significativo, porque son los militares quienes se inclinan hacia India en la política exterior, no los políticos. Por el momento, el Ejército es plenamente consciente de la conflictiva relación de Pakistán con Estados Unidos y el resultante declive de los flujos de ayuda, y es esto lo que ha provocado (y concretamente el jefe del Estado Mayor y ex director del ISI, el servicio de inteligencia paquistaní, el general Kayani) que se considere el comercio con el país vecino como una oportunidad para generar fuentes alternativas de beneficios económicos e ingresos financieros, incluyendo las divisas. Como ha señalado el periodista Khalid Ahmed: “Tras más de una década de resistencia por parte del Ejército paquistaní, y una mentalidad paquistaní alimentada por la narrativa de los libros de texto de ‘enemigo desde el nacimiento’, Pakistán ha firmado un liberal protocolo de visados con India que será clave para la transformación de la región, no tanto para India como para Pakistán, si es llevado a la práctica". En opinión de Ahmed, esta transformación podría conducir -o no- a la normalización de las relaciones indio-paquistaníes, pero bien podría llevar a lo que él denomina la “normalización" de Pakistán como Estado. Esto significa que, por primera vez, los elementos liberales y (algunos) conservadores paquistaníes están en sintonía. No obstante, se ha producido resistencia: las cadenas de televisión independientes, el Consejo de Defensa de Pakistán, representantes del Jamaat i Islami y personal militar jubilado todavía ven la liberalización comercial y de visados como una resbaladiza pendiente hacia la “final subordinación"  de Pakistán a "el enemigo conjunto de Estados Unidos e India".

Los servicios de inteligencia. El hecho de que no se permitiera que los atentados de Bombay de 2008 hicieran descarrilar la postura de la política exterior de Pakistán hacia India tiene una considerable importancia positiva. Nueva Delhi también ha decidido dejar a un lado las condiciones previas relativas al terrorismo que anteriormente permanecían vinculadas a cualquier intento paquistaní de normalizar las relaciones. Sin embargo, también es muy significativo el hecho de que los grupos militantes aliados de los terroristas de Bombay son tan poderosos que no están dentro del control del Estado paquistaní. (En concreto, se dice que para los talibanes punjabíes resulta tan importante la guerra en Cachemira que tienen el potencial de reducir a la nada el más reciente acuerdo sobre visados). Un tercer factor es la capacidad de los servicios de inteligencia paquistaníes para estropear los planes. El papel de estos últimos ha sido muy debatido en el contexto del apoyo al antiguo régimen talibán en Afganistán. En relación a India, pasados acuerdos sobre visados respaldados por el consejo de ministros fueron presuntamente saboteados después por el ISI mediante una manipulación unilateral (y algunos dicen que ilegal) del texto final. Se dice que a ambos lados de la frontera se han generado enfrentamientos para posponer la normalización (por Pakistán) o para posponer la resolución de disputas fundamentales centrándose en disputas que no lo son (la India).

Los burócratas: el síndrome de "Sí, ministro". El funcionariado de la administración del subcontinente, un legado del pasado británico, puede ser objetivamente caracterizada como lenta, cautelosa y conservadora. Y a menudo directamente obstructiva. Como cualquier telespectador de la serie británica de los 80 "Sí, ministro" recordará, perfeccionar el delicado arte de gestionar a los ministros de uno para evitar que puedan hacer cualquier cosa -incluso algo aparentemente inocuo- que la Administración considere adversa a sus intereses mediante una actitud de asentir, bloquear, estropear, encontraba un gran eco tanto en India como Pakistán y tenía una ferviente legión de fans. Tanto sus perspectivas como su visión del mundo, así como su formación, predisponen a los miembros de la Administración pública a actuar como aguafiestas. Por tanto, mientras que las perspectivas para el acercamiento parecen prometedoras a nivel político, los mandarines a ambos lados pueden echar por tierra los planes. Una mentalidad de guerra fría y la ausencia de una actitud facilitadora hacia el cambio desde luego no contribuyen a provocar cambios que puedan fomentar la confianza. En Pakistán, el concepto de India como la mano oculta tras todas las incidencias no explicadas de intriga política, la eliminación de las referencias al país vecino en el currículo escolar, en especial de las escuelas públicas (a las que asistieron el grueso de los funcionarios), la influencia de la derecha islamista sobre la opinión popular y el hecho de que cualquier forma de cuestionar esas posiciones de atrincheramiento es considerada como una puesta en duda de Pakistán como nación, son actitudes difíciles de superar.

Para los líderes políticos de Pakistán, la paz con India es un tema existencial. El hecho de que haya nuevos actores con mucho en juego en el proceso de paz es un novedoso elemento positivo. En 1991, Stephen P. Cohen escribió:http://www.assoc-amazon.co.uk/e/ir?t=opendemocra0e-21&l=as2&o=2&a=0813381592 “La India no puede hacer la paz, Pakistán no puede hacer la guerra". Pero quizá ambos puedan dedicarse al comercio, y tal vez la paz le siga.

 

 

Una versión más larga de este artículo ha sido publicado en OpenSecurity.

 

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