Pyongyang
Guy Delisle
176 págs., L’Association,
París, 2003 (en francés)

Shenzhen
Guy Delisle
176 págs., L’Association,
París, 2000 (en francés)


Los consumidores de los países ricos saben por qué una camiseta
gris de algodón de marca sigue costando lo mismo hoy que hace 10 años.
Miles de personas en todo el mundo se matan a trabajar a cambio de sueldos miserables.
Sin embargo, la mayoría de la gente se sorprende al enterarse de que
la industria televisiva y de películas de animación –esa
modernísima industria de alta tecnología– ha seguido los
pasos del gremio de la confección. Lo que Hollywood denomina trabajo
de animación no creativo, como realizar los diseños de producción
o eliminar las imperfecciones (sin mencionar la animación en sí),
se suele subcontratar en estudios de Corea, Taiwan y China.

Guy Delisle es un mordaz dibujante francófono canadiense de 37 años,
cuyo trabajo para un estudio de animación francés le exige supervisar
la producción en varios estudios de países de la costa del Pacífico,
en las sombrías fronteras del mercado libre.

Por ello, el autor se ve obligado a pasar meses en frías e impersonales
habitaciones de hotel, donde sufre los males de quienes han de pasar largas
temporadas fuera de casa: alienación cultural y lingüística,
aburrimiento y nostalgia de la comida occidental y del auténtico café.
Delisle representa estas estancias en el más absoluto aislamiento en
dos geniales novelas gráficas (término rimbombante con que se
denomina a los libros de cómics de gran tamaño y formato de álbum):
Pyongyang y Shenzhen.

Estas obras, junto a Persépolis, de Marjane Satrapi, que recoge las memorias
de la autora iraní sobre su infancia en Irán tras la caída
del Sha, constituyen la aportación de L’Association a un nuevo
subgénero cada vez más importante de literatura gráfica
internacional. Persépolis se publicó en un principio en francés
como una serie dividida en cuatro entregas entre 2000 y 2003. Las dos primeras
se tradujeron al inglés y se editaron en un solo volumen el año
pasado. En España se publicaron los cuatro volúmenes de este relato
introspectivo en 2003 (Editorial Norma, Barcelona).

Los cómics sobre crisis en el extranjero fueron prácticamente
inventados por el corresponsal de guerra estadounidense Joe Sacco con sus obras
Gorazde, zona protegida: la guerra en Bosnia oriental (1992-1995), publicado
en España en 2001, y Palestina: en la franja de Gaza, que vio la luz
en 2002, ambas publicadas por Planeta-DeAgostini. Su obra más reciente
es El mediador: una historia de Sarajevo, publicado el mes pasado en España
también por Planeta-DeAgostini, en la que examina el periodo de la posguerra
de Bosnia a través de los ojos de un joven de Sarajevo, de madre musulmana
y padre serbio.

Se trata de un género modesto pero dinámico: se han editado menos
de una docena de estas historietas periodísticas y todas se han vendido
bien en comparación con otros títulos de cómics, e incluso
superan a los libros tradicionales sobre los mismos temas.


Un lector en manos de un buen dibujante percibe mejor China, Corea del Norte u otro lugar que a través de cualquier otro medio de comunicación, incluido el cine


Pyongyang es la reflexión de Delisle sobre el aislamiento del régimen
autoritario de Corea del Norte. A diferencia de la especializada zona de libre
comercio que Delisle encuentra en China, los estudios de animación en
Corea del Norte están ubicados en la capital y los comisarios del Gobierno
velan por su incomunicación del exterior. El culto a la personalidad
de Kim Jong Il lo invade todo, aunque el autor no sabría decir si los
norcoreanos se creen realmente la propaganda del Gobierno.

Shenzhen es la Zona Económica Especial de la provincia china de Guangdong,
que está experimentando una tremenda expansión, una ciudad sin
aranceles al norte de Hong Kong, donde los empresarios son extranjeros y los
cantoneses autóctonos pasan hambre. A pesar de sus dibujos sencillos
a lápiz, las páginas de Shenzhen evocan las moléculas de
aire ahogadas al arder el carbón, el hedor húmedo de las calles
tras una lluvia pegajosa y el zumbido de las ubicuas luces fluorescentes mejor
que miles de fotografías.

Mientras Sacco se hizo famoso por la representación de escenas minuciosamente
sombreadas a base de múltiples líneas paralelas y cruzadas, dibujadas
a partir de imágenes detalladas sobre una mesa de luz, Delisle se decanta
por el trazado de líneas, en apariencia simples, para representar los
estados de ánimo y la realidad. Al igual que la mente de un oyente de
música digital infiere las notas que faltan entre los puntos de información,
un lector percibe mejor China, Corea del Norte u otro lugar poniéndose
en manos de un dibujante de cómics competente que a través de
cualquier otro medio de comunicación, incluido el cine.

Ni en Corea del Norte ni en China describe el autor enfrentamientos con las
autoridades o altercados casi mortales. El autor llega, trabaja en sus proyectos
y vuelve a casa. Lo que hace que merezca la pena leer sus experiencias es precisamente
su cotidianeidad: siguiendo sus huellas, estas rarezas podrían pasarle,
o le pasarían de hecho, a cualquiera. La discusión de Delisle
con un colega animador sobre cuál de los idénticos restaurantes
de sus hoteles es mejor (el restaurante 1 o el 2) pone de manifiesto todo lo
que se necesita saber sobre la mentalidad estalinista del régimen de
Kim.

Los comentaristas como el explorador sueco Sven Hedin o el escritor estadounidense
Bill Bryson han utilizado el enfoque de “¿no es raro este sitio?”
en las crónicas sobre sus viajes, aunque con más énfasis
en el carácter y la cultura que el inteligente tratamiento de Delisle
sobre la política local. Pero ¿por qué utilizar la representación
gráfica cuando las palabras hablan por sí solas?

Dado que soy una persona que trabaja tanto con Word como con Photoshop, me hice
esa pregunta a mi regreso de Afganistán en 2001. Mi editor me pidió
que escribiera un libro sobre mi visión acerca de la guerra de Estados
Unidos contra el régimen talibán y la muerte de tres periodistas
que viajaban en mi convoy. Decidí abordar la guerra y el consiguiente
análisis político en una serie de ensayos en prosa, y la historia
de cómo era Afganistán en una novela gráfica corta, To
Afghanistan and Back (Viaje de ida y vuelta a Afganistán). Las fotografías
no aportan mucho a la discusión relativa al dominio que la Alianza del
Norte, controlada por los tayikos, ejerce sobre la mayoría pastún,
pero nada supera a las líneas de tinta china trazadas en un pliego de
cartulina Bristol para representar el polvo, la violencia a diestro y siniestro,
y las rocas blanqueadas por el sol de aquel lugar tan excepcionalmente desafortunado.

Novelas gráficas sobre Asia. Ted Rall


Pyongyang
Guy Delisle
176 págs., L’Association, París, 2003 (en francés)

Shenzhen
Guy Delisle
176 págs., L’Association, París, 2000 (en francés)


Los consumidores de los países ricos saben por qué una camiseta
gris de algodón de marca sigue costando lo mismo hoy que hace 10 años.
Miles de personas en todo el mundo se matan a trabajar a cambio de sueldos miserables.
Sin embargo, la mayoría de la gente se sorprende al enterarse de que
la industria televisiva y de películas de animación –esa
modernísima industria de alta tecnología– ha seguido los
pasos del gremio de la confección. Lo que Hollywood denomina trabajo
de animación no creativo, como realizar los diseños de producción
o eliminar las imperfecciones (sin mencionar la animación en sí),
se suele subcontratar en estudios de Corea, Taiwan y China.

Guy Delisle es un mordaz dibujante francófono canadiense de 37 años,
cuyo trabajo para un estudio de animación francés le exige supervisar
la producción en varios estudios de países de la costa del Pacífico,
en las sombrías fronteras del mercado libre.

Por ello, el autor se ve obligado a pasar meses en frías e impersonales
habitaciones de hotel, donde sufre los males de quienes han de pasar largas
temporadas fuera de casa: alienación cultural y lingüística,
aburrimiento y nostalgia de la comida occidental y del auténtico café.
Delisle representa estas estancias en el más absoluto aislamiento en
dos geniales novelas gráficas (término rimbombante con que se
denomina a los libros de cómics de gran tamaño y formato de álbum):
Pyongyang y Shenzhen.

Estas obras, junto a Persépolis, de Marjane Satrapi, que recoge las memorias
de la autora iraní sobre su infancia en Irán tras la caída
del Sha, constituyen la aportación de L’Association a un nuevo
subgénero cada vez más importante de literatura gráfica
internacional. Persépolis se publicó en un principio en francés
como una serie dividida en cuatro entregas entre 2000 y 2003. Las dos primeras
se tradujeron al inglés y se editaron en un solo volumen el año
pasado. En España se publicaron los cuatro volúmenes de este relato
introspectivo en 2003 (Editorial Norma, Barcelona).

Los cómics sobre crisis en el extranjero fueron prácticamente
inventados por el corresponsal de guerra estadounidense Joe Sacco con sus obras
Gorazde, zona protegida: la guerra en Bosnia oriental (1992-1995), publicado
en España en 2001, y Palestina: en la franja de Gaza, que vio la luz
en 2002, ambas publicadas por Planeta-DeAgostini. Su obra más reciente
es El mediador: una historia de Sarajevo, publicado el mes pasado en España
también por Planeta-DeAgostini, en la que examina el periodo de la posguerra
de Bosnia a través de los ojos de un joven de Sarajevo, de madre musulmana
y padre serbio.

Se trata de un género modesto pero dinámico: se han editado menos
de una docena de estas historietas periodísticas y todas se han vendido
bien en comparación con otros títulos de cómics, e incluso
superan a los libros tradicionales sobre los mismos temas.


Un lector en manos de un buen dibujante percibe mejor China, Corea del Norte u otro lugar que a través decualquier otro medio de comunicación, incluido el cine


Pyongyang es la reflexión de Delisle sobre el aislamiento del régimen
autoritario de Corea del Norte. A diferencia de la especializada zona de libre
comercio que Delisle encuentra en China, los estudios de animación en
Corea del Norte están ubicados en la capital y los comisarios del Gobierno
velan por su incomunicación del exterior. El culto a la personalidad
de Kim Jong Il lo invade todo, aunque el autor no sabría decir si los
norcoreanos se creen realmente la propaganda del Gobierno.

Shenzhen es la Zona Económica Especial de la provincia china de Guangdong,
que está experimentando una tremenda expansión, una ciudad sin
aranceles al norte de Hong Kong, donde los empresarios son extranjeros y los
cantoneses autóctonos pasan hambre. A pesar de sus dibujos sencillos
a lápiz, las páginas de Shenzhen evocan las moléculas de
aire ahogadas al arder el carbón, el hedor húmedo de las calles
tras una lluvia pegajosa y el zumbido de las ubicuas luces fluorescentes mejor
que miles de fotografías.

Mientras Sacco se hizo famoso por la representación de escenas minuciosamente
sombreadas a base de múltiples líneas paralelas y cruzadas, dibujadas
a partir de imágenes detalladas sobre una mesa de luz, Delisle se decanta
por el trazado de líneas, en apariencia simples, para representar los
estados de ánimo y la realidad. Al igual que la mente de un oyente de
música digital infiere las notas que faltan entre los puntos de información,
un lector percibe mejor China, Corea del Norte u otro lugar poniéndose
en manos de un dibujante de cómics competente que a través de
cualquier otro medio de comunicación, incluido el cine.

Ni en Corea del Norte ni en China describe el autor enfrentamientos con las
autoridades o altercados casi mortales. El autor llega, trabaja en sus proyectos
y vuelve a casa. Lo que hace que merezca la pena leer sus experiencias es precisamente
su cotidianeidad: siguiendo sus huellas, estas rarezas podrían pasarle,
o le pasarían de hecho, a cualquiera. La discusión de Delisle
con un colega animador sobre cuál de los idénticos restaurantes
de sus hoteles es mejor (el restaurante 1 o el 2) pone de manifiesto todo lo
que se necesita saber sobre la mentalidad estalinista del régimen de
Kim.

Los comentaristas como el explorador sueco Sven Hedin o el escritor estadounidense
Bill Bryson han utilizado el enfoque de “¿no es raro este sitio?”
en las crónicas sobre sus viajes, aunque con más énfasis
en el carácter y la cultura que el inteligente tratamiento de Delisle
sobre la política local. Pero ¿por qué utilizar la representación
gráfica cuando las palabras hablan por sí solas?

Dado que soy una persona que trabaja tanto con Word como con Photoshop, me hice
esa pregunta a mi regreso de Afganistán en 2001. Mi editor me pidió
que escribiera un libro sobre mi visión acerca de la guerra de Estados
Unidos contra el régimen talibán y la muerte de tres periodistas
que viajaban en mi convoy. Decidí abordar la guerra y el consiguiente
análisis político en una serie de ensayos en prosa, y la historia
de cómo era Afganistán en una novela gráfica corta, To
Afghanistan and Back (Viaje de ida y vuelta a Afganistán). Las fotografías
no aportan mucho a la discusión relativa al dominio que la Alianza del
Norte, controlada por los tayikos, ejerce sobre la mayoría pastún,
pero nada supera a las líneas de tinta china trazadas en un pliego de
cartulina Bristol para representar el polvo, la violencia a diestro y siniestro,
y las rocas blanqueadas por el sol de aquel lugar tan excepcionalmente desafortunado.

Ted Rall escribe crónicas
gráficas sobre sus viajes, y sus dibujos y columnas tienen difusión
mundial. Es autor de Wake Up, You’ re Liberal: How We Can Take America
Back From the Right (Despierta, eres liberal: cómo recuperar a EE UU
de la derecha) (Soft Skull Press, Brooklyn, 2004).