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Un mujer musulmana paquistaní reza junto a la comida durante la festividad del Ramadán. Asif HassanAFP/Getty Images

El cuerpo es un templo. Ya lo dijo Dios en el Antiguo Testamento (1 Corintios 3 16-17). Tal vez por eso se empeña la religión desde siempre en inmiscuirse en aquello que nos llevamos a la boca. De un modo u otro islam, cristianismo y judaísmo, entre otras, han dictado a lo largo de los siglos lo que pueden comer o no sus fieles, ¡y hasta en qué cantidad!

En el siglo del culto a la gastronomía,  los masterchef y la ortorexia, ¿son los dictados de los libros sagrados cosa del pasado? ¿Conocemos las exigencias de la ortodoxia religiosa gourmet? Tomémoslo como hors d'oeuvres, en pequeños bocados.

 

“El islam es la única religión que prohíbe comer cerdo”

Falso. Solemos estar más familiarizados con las restricciones musulmanas a comer cerdo y consumir alcohol, sin embargo el islam y el judaísmo andan parejos en la letanía de animales impuros que los observadores de la fe deben evitar comer. Es el caso del cerdo, considerado “inmundo” o “prohibido” en ambos credos. Pero si bien a los amantes del ibérico nos perturba la sola idea de la abstinencia de los manjares porcinos, los gorrinos no son los únicos proscritos en la lista de la compra de los fieles de Alá y Yaveh.

Los judíos tienen permitido comer aquellos animales que tienen pezuña hendida y que rumian, pero dice el Antiguo Testamento que de los que rumian o que tienen pezuña, hay también algunos que no deben ni tocarse. Esa suerte tiene el conejo, la liebre y  el camello, “porque rumian pero no tiene pezuña hendida”. En el caso de los cochinos, su consumo se prohíbe porque a pesar de tener pezuñas hendidas no rumian.

Los frutos del mar tampoco quedan fuera del escrutinio rabínico. Para que un animal marino sea apto para el consumo de un judío, debe tener aletas y escamas. Al mismo tiempo. Esto excluye al tiburón y sí, cualquier tipo de marisco o bivalvo.

Dichas prescripciones también recogidas en el Levítico en la Biblia podrían ser tenidas en cuenta también por los cristianos, por suerte para ellos, Jesucristo fue un visionario y se dio cuenta en seguida de que no hay nada más perjudicial para el hombre que él mismo. Así lo recogió uno de los evangelistas en el Nuevo Testamento: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Marcos 7:15”.

La lista de incomibles prosigue en judaísmo e islam dejando fuera de la dieta a insectos y animales rastreros. Aquéllos aptos para el consumo de judíos se denominan kosher y están especificados en la kashrut, su código dietético, mientras que los “inmundos” se conocen como treyf.  Halal, aceptado, y haram, prohibido, son los vocablos con los que los fieles de Alá diferencian aquello que pueden o no pueden poner ...