Al ESTRELLATO

A: Angelina Jolie, Sean Penn, y Brad Pitt

DE: Rob Long

RE: Planet Hollywood

¡Bienvenidos al fascinante mundo de la política exterior! Es maravilloso que Hollywood se haya tomado tamaño interés en los asuntos del mundo: los vestíbulos de los hoteles y los pasillos de Davos (Suiza) nunca han brillado tanto, y los puntos conflictivos en África y Oriente Medio están salpicados de polvo de estrellas. Boffo kudos (taquilla y prestigio), como decimos en el argot de la industria cinematográfica.

El mundo, no obstante, es un lugar complicado y traicionero. De verdad que es imposible describir las dificultades y las trampas que aguardan ahí fuera cuando uno se aventura lejos del área del prefijo telefónico 310 (que cubre el oeste de Los Ángeles y la región de la bahía meridional del condado). Apoyar determinadas causas ante la audiencia progre de los Premios de la Academia de Hollywood está muy bien, pero hacerlo en, digamos, Caracas o Pyongyang puede causaros problemas. Si decís algo que deleite a Fidel Castro o a Mahmud Ahmadineyad, es muy probable que eso siente muy mal en vuestro país, y con razón.

No obstante, el éxito que habéis tenido navegando en un mundo tan ferozmente competitivo como el de Hollywood es el entrenamiento ideal para el activismo global. Pensadlo de la siguiente forma: la industria del entretenimiento se caracteriza casi en su totalidad por una serie de ególatras que dan alaridos, dictadores psicóticos, negocios que pierden dinero, burócratas que no saben dónde tienen la mano derecha, un nepotismo corrosivo, ingentes gastos de viaje y prácticas contables fraudulentas, similares a la mayoría de las grandes organizaciones no gubernamentales, el Foro Económico Mundial y el continente africano. Estáis bien preparados para triunfar en el escenario global. Simplemente recordad estos cinco puntos esenciales:

Intentad el modelo Bono, pero modificado y en versión
reducida:
Para ser un defensor eficaz de cualquier cosa —las vacunaciones, la paz en Oriente Medio, los derechos de las mujeres, lo que sea—, primero tenéis que decidir qué es lo que no vais a defender. Al entrar en la arena mundial, de hecho lo que estáis haciendo es comerciar con vuestro nombre e imagen, es decir, vuestra firma. Pensad en vosotros mismos como una marca internacional y centraos con firmeza en un solo problema.

Como de costumbre, permitid que Bono sea vuestro guía. En los 80, el líder de U2 representaba una constelación de causas internacionales —oposición al apartheid, el sida, el medio ambiente, la pobreza mundial…— y, seamos francos, no era un portavoz eficaz de ninguna de ellas. A medida que avanzaron los 90, no obstante, empezó a centrarse en un sólo problema, el alivio de la deuda del Tercer Mundo, y se dio cuenta de que ese enfoque más afinado mejoraba su eficacia. En la primera parte de esa década, el icono del rock n’ roll había logrado ganarse el apoyo para su causa de aliados tan improbables como el ex senador estadounidense Jesse Helms y el ex secretario del Tesoro estadounidense, Paul O’Neill. El tour de África que Bono realizó con él fue un acontecimiento mediático, y la imagen de un O’Neill algo desconcertado y del cantante con unas grandes gafas de cristales rosas grabó de forma indeleble en la agenda global la idea de la condonación de la deuda de los países pobres. Una idea, una marca, un objetivo ajustado, pantalones de cuero ajustados. Es difícil hacerlo mejor que Bono.

Tomad nota también de que el asunto que eligió ofrece una clara definición del éxito. La deuda del Tercer Mundo o se condona o no se condona. Los países agobiados por enormes cargas de endeudamiento tendrán alivio o no lo tendrán. Comparad eso con, digamos, el calentamiento global del planeta, otro de los temas favoritos de Hollywood. Piense lo que piense uno sobre el cambio climático, es casi seguro que va a ser un asunto peliagudo que va a implicar la exigencia de reducciones en la emisión de gases de efecto invernadero en ciertos lugares, a la vez que se permite que no se realicen chequeos en otros, algo que se prolongará durante décadas. Una celebridad que escoja un problema tan amorfo y abierto rápidamente se enredará en la engorrosa política nacional y se verá perjudicada por la indiferencia que acompaña inevitablemente a un desafío tan a largo plazo. Es algo tan tonto como escoger "la paz mundial" como causa a defender. Por mucho que admiremos tu valerosa iniciativa, Sean, tu tour de Irak previo a la guerra se convirtió rápidamente en un chiste internacional a causa de tus crédulas e infantiles apariciones con miembros de una organización tan amante de la paz como el Partido Baaz. Admitidlo, la paz mundial simplemente no va a llegar. El alivio de la deuda, el agua potable en el África subsahariana y los microcréditos para las mujeres bangladesíes puede que sí.

No olvidéis vuestro entrenamiento: Recordad que sentarse quieto, escuchar con una expresión atenta y responder con murmullos agradables, pero sin comprometerse, son las características esenciales de un líder mundial experimentado. Eso es también lo que vosotros, como estrellas de cine, hacéis mejor. No renunciéis a las aptitudes que os han ayudado a llegar a donde estáis. Como os diría cualquiera que haya visto a Henry Kissinger atravesar el restaurante neoyorquino Four Seasons a la hora de comer, la línea que separa la política exterior del negocio del espectáculo es delgada.

Negociar en la escena internacional cuando se tiene un propósito es ya de por sí duro. La cosa se complica aún más cuando te distrae gente con diferentes objetivos. Cuando vuestra caravana de Range Rovers irrumpe en un pueblo polvoriento, la nueva planta de tratamiento de aguas que habéis venido a ver tendrá que esperar hasta que los niños del pueblo bailen una danza tradicional, hayáis visitado la clínica, oficiado un partido de fútbol y saludado al déspota local. Mantened una alegre indiferencia ante todo ello: recordad, lo vuestro es el agua (o lo que sea). Os habéis visto en trances mucho peores, sobre todo cuando no ganasteis el Oscar y pretendisteis, con una cámara a pocos centímetros de vuestra cara, que de verdad os alegrabais por el ganador.

Tan importante como recordar vuestro entrenamiento es tener presente vuestra falta del mismo. Es bien sabido que Meryl Streep es una perfeccionista cuando se trata de adoptar acentos extranjeros. Se dice que Philip Seymour Hoffman estaba tan decidido a convertirse en Truman Capote que se negaba a salirse del personaje cuando estaba fuera del plató. Pero todos sabemos lo cansado que puede ser este tipo de trabajo, sobre todo cuando no os están pagando por ello. Brad, hemos notado que te has estado dejando caer por think tanks progresistas como el Center for American Progress. Piensa de antemano que llegará un momento en que estarás demasiado ocupado, demasiado cansado o, francamente, demasiado aburrido de mezclarte con una serie de gente poco interesante y obnubilada por tu condición de estrella, un punto en el que se te criticará y se mofarán de ti por ser un diletante poco serio. ¿Quién necesita eso?

Elegid cuidadosamente a vuestras coestrellas: Volvemos al impagable ejemplo de Bono. Podría haber ido a retozar por las naciones pobres de África con el senador Ted Kennedy, con el caucus (votación preliminar en las elecciones presidenciales en EE UU) de afroamericanos del Congreso estadounidense o con cualquier figura política de inclinaciones izquierdistas. En lugar de eso, se fue con O’Neill, en un ejercicio de inspirado casting. Como bien sabéis, a todo el mundo le encanta una foto de amiguetes. Pero también sabéis que, por encima del título de la película, sólo cabe un nombre: el vuestro. El reto es, pues, elegir a una coestrella al lado de la cual brilléis, y la forma más eficaz de lograrlo es que sea alguien con una clara falta de glamour. Transmite el mensaje de que os tomáis el tema en serio, de que la afiliación política, un mal sastre y la falta de atractivo físico son irrelevantes en vuestro apasionado compromiso para sustituir los macrocréditos a gran escala al estilo del Fondo Monetario Internacional con pequeños microcréditos, con objetivos delimitados (por poner una posible causa que podríais adoptar).

Los compañeros de reparto no siempre son personas, algunas veces son los exteriores. Poniéndolo de otro modo: toda película tiene un cartel, una imagen que cristaliza la razón por la que el espectador acudirá a verla. Esto se llama el póster oficial (el one-sheet) del filme y, como sabéis, ningún ejecutivo de un estudio de cine que valga su traje Kiton de 6.000 dólares (unos 5.000 euros) daría luz verde a un proyecto sin saber de antemano cómo va a ser el póster oficial. Haceos la misma pregunta: ¿cuál es el póster oficial de vuestro viaje al África subsahariana? ¿Eres tú con la camisa arremangada, mirando de modo significativo una instalación de tratamiento de aguas por ósmosis inversa, o eres tú semidesnudo de vacaciones en el resort Aman más cercano en compañía de tu novia? Mantened el póster oficial bien definido y separad bien vuestro activismo y vuestras vacaciones. Esto significa dos viajes. No aprovechéis la situación ("Bueno, ya que estamos aquí y hemos visto la clínica del sida, ¿qué tal una escapada a las Seychelles?") o descubriréis que la prensa mundial ha impreso su propio póster oficial. Y no os va a gustar.

Lo cual nos lleva a la cuestión de Davos. Con toda franqueza, en Davos siempre vais a salir perdiendo. Nunca seréis las personas más famosas allí presentes; ese honor le corresponderá inevitablemente a Bill Clinton. No seréis las más ricas; ese honor irá a parar a Bill Gates. En realidad, no se os profesará el respeto o la atención que merecéis. Es como asistir a los Oscar si no os han nominado. No importa lo famosos que seáis, la gente se preguntará exactamente qué estáis haciendo allí. Se os fotografiará en el vestíbulo sobrecargado de un hotel con un montón de hombres bajitos con trajes oscuros. Alguien intentará contrataros para que aparezcáis en un anuncio publicitario en Bahrein. Los científicos y los expertos en tecnología os ignorarán. The Economist escribirá un artículo muy crítico sobre vosotros. Davos es una muy mala coestrella.

Adelantaos al giro del argumento: Toda película de éxito tiene un giro en algún sitio bien avanzado el segundo acto, normalmente en torno a la página 70 u 80 del guión. El malo de repente es bueno, o el bueno de repente es malo, o la bomba no explota, o sí explota, o algo así. Esto ocurre en los asuntos mundiales con bastante frecuencia, motivo por el cual es esencial evitar convertirse en defensor de una persona y, en lugar de ello, promover un objetivo concreto. Jean-Bertrand Aristide es una persona; un gobierno estable en Haití es un objetivo. ¿Veis la diferencia? (Esto es sólo un ejemplo. Podéis adoptar un niño haitiano, pero no se os ocurra adoptar un gobierno estable en Haití como vuestra causa. Como se describe más abajo, tenéis que elegir algo que sea concebible, que pueda ocurrir a lo largo de vuestra vida).

Hollywood es, por supuesto, una industria basada en las relaciones. La red de amistades e historias compartidas que entretejen el lugar permiten que el negocio siga en marcha. Pero todos hemos experimentado el ataque de pánico al oír que el equipo directivo de un determinado estudio de cine se ha ido a la calle, y que se están "revisando" los proyectos que teníamos en ese estudio, o quizá aún peor.

El mundo es muy parecido a un estudio cinematográfico mal gestionado. Aquí el truco está en ser amigo de todo el mundo sin depender de ninguna figura política en particular. Por muy duro que te resulte, Sean, sobre todo en los próximos meses, a medida que las relaciones entre Occidente e Irán se enfríen y sientas la urgencia de tener que ir a Teherán, intenta evitar que te fotografíen con alguien que más adelante pueda aparecer en el banquillo de los acusados en un juicio por crímenes de guerra.

Seguid el ejemplo de Audrey Hepburn: Cuando los guiones empezaron a llegar con menos frecuencia y los papeles que le ofrecían eran sólo de personajes de más edad, Audrey Hepburn hizo las maletas y se marchó de la ciudad, saliendo de una clase de negocio del espectáculo —el cine— para entrar en otro: la defensa de los niños en todo el mundo. Fue una transición suave y sofisticada, y Audrey asumió su nuevo papel con elegancia.

Todos nos hacemos viejos, y llega un momento en que no se puede hacer demasiado cuando los carrillos empiezan a colgar, el cuello se tensa y los ojos aparecen arrugados y permanentemente entrecerrados. Lo estupendo de vuestro nuevo interés en los asuntos del mundo es que cuando llegue ese momento, cuando hayáis retirado de la escena a ese Bono modificado y reducido, será la hora de seguir el ejemplo de Audrey Hepburn y deslizarse sin esfuerzo hacia una vida al servicio del mundo. Antes de que siquiera os deis cuenta de ello, la gente habrá dejado de pensar en vosotros como actores o como estrellas de cine. Seréis unos auténticos diplomáticos. Y papeles como ése no hay muchos.


Rob Long es guionista y productor en Hollywood. Es colaborador habitual de publicaciones estadounidenses como
National Review y Newsweek International. Su libro más reciente es Set Up, Joke, Set Up, Joke (Bloomsbury, Londres, 2005).