
“Hoy, la capital de la comunidad transatlántica es Wrocław [Breslavia]”. Estas fueron las palabras de Ryszard Schnepf, embajador de Polonia en Estados Unidos, ante el alcalde de la ciudad que acoge el Wrocław Global Forum -una importante reunión transatlántica anual que se celebra en el oeste de Polonia- durante una gala celebrada el viernes pasado. Pero la frase no era una simple ocurrencia diplomática, sino que contenía una buena parte de verdad.
El foro de Wrocław fue una oda al amor transatlántico. Hubo emocionantes discursos sobre la solidaridad entre las dos orillas, la comunidad occidental de valores y el triunfo de la libertad y la paz sobre el autoritarismo y la agresividad. Personalidades como Zbigniew Brzezinski, John McCain y Radosław Sikorski elogiaron las conquistas de los manifestantes del Maidán en Kiev, representados por la cantante pop ucraniana Ruslana y la famosa tuitera Kataryna Kruk.
Es indudable que, a medida que la atención del mundo se ha centrado en los acontecimientos de Ucrania, el centro de gravedad de las relaciones entre la UE y Estados Unidos se ha trasladado hacia el Este. Y, mientras Londres se perdía en un debate interno sobre los oligarcas en la City, Berlín se agobiaba por sus intereses comerciales y el abastecimiento de gas y París preparaba el papeleo para la venta de aviones Mistral a Rusia, Varsovia ha aprovechado la oportunidad para forjarse un nuevo papel, más acorde con sus ambiciones en el escenario europeo y mundial.
Un rápido repaso de la labor diplomática estadounidense durante los últimos meses permite pensar que en Washington se han dado cuenta. Además de la aireada visita del presidente Barack Obama para conmemorar el 25º aniversario de las elecciones libres en Polonia, el 4 de junio, también han viajado recientemente a Varsovia el vicepresidente Joe Biden, el secretario de Estado John Kerry y el secretario de Defensa, Chuck Hagel.
Ello se debe, en parte, a que las ideas de Estados Unidos sobre la crisis de Ucrania, en términos generales, coinciden más con las de Polonia y los Estados bálticos que con la vieja guardia de la Unión Europea.
Por supuesto, el Gobierno de Obama no es tan beligerante como los de Europa Central, que consideran que las acciones de Rusia son una amenaza directa contra su seguridad nacional (el ministro de Exteriores polaco, Radosław Sikorski, comparó la anexión rusa de Crimea con el Anschluss, la anexión de Austria que llevó a cabo Hitler en 1938). Pero los círculos políticos estadounidenses, en su mayor parte, están enfervorecidos contra Moscú y son mucho más partidarios que sus homólogos europeos de que Occidente tome medidas decisivas en Ucrania.
Y aún más importante es el hecho de que en Washington, como en Polonia y el Báltico, muchos no comparten el optimismo esperanzado que tienen otros en Europa occidental sobre la posibilidad de que la victoria de Petro Poroshenko en las elecciones presidenciales y la retirada de parte ...
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