
No es fácil impedir que Rusia vuelva a intensificar la guerra en Ucrania, pero sí hacer que le cueste más. ¿Minsk es el final, o solo el principio?
Tras el acuerdo alcanzado en Minsk para poner fin al conflicto de Ucrania, las preguntas que quedan pendientes son: por qué la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés François Hollande aceptaron hacer tantas concesiones a Vladímir Putin, después de un año de agresiones y mentiras de Rusia; y qué puede hacer ahora Occidente para reforzar la seguridad de Europa.
El acuerdo de Minsk consiste en dos documentos. El primero, titulado “Paquete de medidas para la aplicación de los acuerdos de Minsk”, fue firmado por los representantes de Rusia, Ucrania, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y las entidades separatistas de Donetsk y Luhansk; contiene 13 puntos, que modifican los acuerdos anteriores de Minsk, del 5 y el 19 de septiembre, y un anexo que esboza el estatus especial para las áreas de Donetsk y Luhansk controladas por Rusia. El segundo documento es una declaración de Hollande, Merkel, Poroshenko y Putin “en apoyo de” las medidas.
Según el paquete de medidas, el alto el fuego comenzó en la medianoche del 15 de febrero (hora de Kiev), lo cual dio a las fuerzas rusas y sus aliados tiempo para hacerse con más territorio. Los primeros indicios muestran que los combates en los puntos estratégicos están intensificándose. Tras las conversaciones de Minsk, Putin dijo que las fuerzas separatistas aseguraban tener rodeadas a las fuerzas ucranianas en Debaltsevo, entre 6.000 y 8.000 soldados, y “suponían que estos entregarían las armas”.
Adueñarse de territorio antes del alto el fuego es importante, porque la línea de contacto en ese momento se convierte en el límite entre Kiev y los separatistas. Las fuerzas ucranianas han tenido que retirar el armamento pesado (artillería y cohetes de un calibre superior a 100mm) a distancias de hasta 140 kilómetros de esa línea. Se suponía que el bando ruso debía retirar su armamento pesado a esa misma distancia, pero de la línea de alto el fuego acordada en Minsk en septiembre.
Para vigilar el alto el fuego y la retirada de armamento, la OSCE cuenta (al menos al principio) con su equipo actual de 250 observadores no armados y un drone, que deben cubrir una superficie de más de 20.000 kilómetros cuadrados. En la frontera entre Israel y Líbano, la fuerza de paz de la ONU, UNIFIL, dispone de 10.000 tropas multinacionales para abarcar un área inferior a 1.000 kilómetros cuadrados, y aun así no logra impedir que Hezbolá despliegue miles de misiles en la zona. Tal vez la OSCE no necesita unas fuerzas tan densas como UNIFIL, pero el grado de confianza entre los dos bandos es escaso, y será necesario reforzar considerablemente los recursos y ...
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