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A pesar de las exageraciones sobre el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, y su recorte en costosos proyectos militares, está previsto que el presupuesto del Pentágono, de 680.000 millones de dólares, aumente en los próximos años. Esto es inconcebible en un momento en el que los contribuyentes están sufriendo una enorme presión y el Gobierno de EE UU debería reducir el gasto en todas las áreas. Barack Obama puede ahorrar bastante dinero sin socavar la seguridad de EE UU, pero sólo si reorienta al Ejército y lo concentra en unas pocas misiones centrales.

Por desgracia, el presidente no ha mostrado interés real en reducir el gasto militar o en revisar los objetivos del poder militar del país. ¿Por qué no? A pesar de sus discursos sobre el cambio, Obama ha continuado el camino establecido por sus predecesores. Como George W. Bush y Bill Clinton antes que él, concibe el Ejército estadounidense como el policía mundial en exclusiva y su trabajador social con pistola. Es esta misión universal la que requiere de un gran Ejército, y muy costoso. Los estadounidenses gastan hoy más en su Ejército, contando con la inflación, que en cualquier momento de la Guerra Fría, aunque las amenazas a las que se enfrentan son bastante limitadas.

Si Obama quiere de verdad reducir el déficit y mantener alejadas a las tropas estadounidenses de “estúpidas guerras”, como las apodó célebremente, debería poner su dinero donde dice su boca. Recortar el gasto en defensa es el único modo fiable de moderar los impulsos de Washington de  enviar tropas estadounidenses a misiones improvisadas por todo el mundo.

Los halcones gritarán, pero Estados Unidos estará perfectamente. Obama puede sacar provecho de las ventajas únicas del país: amplios océanos al Este y al Oeste, vecinos amigables al Norte y al Sur, escasez de enemigos globales poderosos y riqueza para adaptarse a los peligros que puedan surgir, adoptando una gran estrategia de contención. Washington podría abandonar la carga de defender a otros países que son capaces de defenderse por sí mismos, renunciar a vanos esfuerzos de arreglar Estados fallidos y concentrarse en los problemas de seguridad que representan la mayor amenaza para Estados Unidos. Un cambio estratégico de esta magnitud no sólo reducirá el conflicto y mantendrá seguro el país, sino que permitirá a Obama reformar el Ejército para adaptarse a estos objetivos más modestos a un precio mucho más fácil de aceptar para los contribuyentes.