Para terminar con años de enfrentamiento entre Israel y Palestina, el Gobierno israelí debería crear un Estado palestino con unas fronteras justas y duraderas. Con la oleada de revoluciones en el mundo árabe, ahora el pueblo palestino también exige reconocimiento y respeto.

 

 

HAZEN BADER/AFP/Gettyimages

 

Túnez ha caído, Egipto está a punto, Jordania, Yemen y Argelia sienten los temblores.

Muchos comentaristas han dicho que estas revoluciones se hacen por el pan, la libertad y la justicia, y también mencionan con frecuencia la "dignidad".

Como he utilizado esa palabra a menudo para referirme a las necesidades de Palestina en relación con la ocupación israelí, en una ocasión busqué una definición de este término y encontré: "cualidad de ser merecedor de estima o respeto".

Tener reconocimiento y legitimidad en una comunidad es básica y universal, y despreciarla sale caro. Es evidente que los Estados árabes no han ofrecido a sus ciudadanos esta palabra y ahora están sufriendo las consecuencias.

Además, muchos dirigentes en estos países no han contribuido tampoco a este respeto en otro sentido. Se les ve como cómplices, voluntarios o no, de la ocupación israelí y débiles ante sus acciones. Otro golpe más para la necesidad árabe de dignidad.

Esto explica la gran popularidad de Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá, que, mediante sus palabras y su máquina de guerra contra Israel, satisface ese deseo de honor de sus conciudadanos como no lo hace ninguno de sus gobernantes. Este tipo de dignidad hacia afuera, frente a un enemigo, es más importante que la necesidad de una interna, porque, en el mundo árabe, las exigencias del grupo son más importantes que las del individuo.

Es curioso que esa pueda ser también la explicación de que Siria, un régimen represor más duro y totalitario que Egipto, vaya a ser tal vez más resistente a la revolución que otros países de la zona. Dejando al margen su crueldad, la política de dignidad árabe de Damasco y el apoyo que ofrece a la resistencia contra Israel, aunque no son más que una fachada, pueden darle cierta inmunidad frente a las revueltas populares. Su negativa a "ceder" a las exigencias de israelíes y estadounidenses hacen que sea mucho menos susceptible a las revoluciones de la dignidad que están barriendo el mundo árabe.

En los Estados árabes, el anhelo de respeto tendrá que compaginarse con el de pan y libertades

A la hora de la verdad, es posible que el pueblo sirio piense que en su país existe una falta suficiente de libertades para justificar una revuelta, pero, aún así, el sentimiento panárabe de falta de respeto debido a la opresión israelí, puede que no desaparezca del todo nunca. De hecho, cuanto más democráticos sean los gobiernos árabes, más exigirán a Israel que acabe con la ocupación.

Si el Gobierno israelí tuviera alguna capacidad de previsión sobre el futuro de la zona, se apresuraría a crear un Estado palestino según unas fronteras justas y duraderas, es decir, no provisionales, no parciales y que no nieguen la historia. De este modo, evitaría decenios de futuros enfrentamientos debidos a esta profunda necesidad de sus vecinos. Aunque nunca se puede asegurar que con eso se arreglasen los problemas, es la mejor solución posible. Mantener el statu quo es garantía de conflicto.

Las verdaderas preguntas son cuáles son los límites de este deseo lógico de dignidad y cómo se concreta. En los Estados árabes, el anhelo de reconocimiento y respeto tendrá que compaginarse con el de pan y libertades. Además del desarrollo de la cultura política y las estructuras necesarias, una tarea que llevará mucho tiempo. Respecto a Israel, la exigencia de honor está relacionada con dónde se encuentra el término del país y dónde comienza Palestina, las cuestión de las fronteras, el estatus de Jerusalén y los refugiados palestinos.

Hasta ahora, Israel se ha negado a responder estas preguntas básicas, y así ha permitido que radicales como Nasrallah reivindiquen la necesidad de dignidad de forma ilimitada, tanto en el espacio como en el tiempo. La tarea de países como EE UU será insistir en que esta obligación de restablecer el respeto palestino, y por tanto árabe, tenga una respuesta clara y justa lo antes posible, mediante una decisión sobre los límites del Estado israelí y el palestino y los demás aspectos fundamentales del conflicto.

Con eso se cortará de raíz una causa natural de rebelión árabe y del enfrentamiento con Israel para muchos años. Por más pan, estructuras políticas nuevas y proyectos de desarrollo que haya, esta necesidad esencial y universal de reconocimiento y consideración no va a desaparecer por sí sola. Con el tiempo, las revoluciones actuales empezarán a buscar también, de forma natural, cómo garantizar que los palestinos sean "merecedores de respeto".

 

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