El gigante de las redes sociales tiene el poder de cambiar el mundo a mejor. ¿Quiere hacerlo?

John Moore/Getty Images Un manifestante egipcio en febrero de 2011 con una pancarta con el nombre de la red social que ayudó a organizar las protestas
Un manifestante egipcio en febrero de 2011 con una pancarta con el nombre de la red social que ayudó a organizar las protestas (John Moore/Getty Images)

A finales de 2008, el consejero delegado de Facebook, Mark Zuckerberg, reflexionaba sobre una masiva manifestación política que se había llevado a cabo en Colombia unos meses antes. Un joven había creado un grupo de Facebook para mostrar su repugnancia por las guerrillas de las FARC, y un mes después, el 4 de febrero, millones de ciudadanos colombianos y de todo el mundo se manifestaron en contra de los revolucionarios.

Las protestas contra las FARC fueron el primer aviso de lo que este año culminó en una oleada mundial, la del uso de los medios sociales en los movimientos políticos de masas; Facebook y Twitter se han convertido, casi de la noche a la mañana, en las tribunas, las peticiones y las asambleas comunes de todo el mundo. Empezó en Oriente Medio con los indignados amigos en Facebook, pero la reacción en cadena acabó llevando a movimientos ciudadanos y manifestaciones que han transformado el paisaje. No solo en Túnez, Egipto y Libia, donde lograron derrocar a los tiranos, sino también en Siria, Yemen, Bahréin, y más tarde en España, Israel, India, Gran Bretaña, Estados Unidos y en otros países. Facebook es el hilo que une a todos estos movimientos y se ha convertido en la nueva infraestructura de protesta.

Y este no es el final. Zuckerberg ha empezado a estudiar mandarín como preparativo para impulsar Facebook en China, no como parte de una vanguardia política, sino por su enorme interés en que el servicio que ofrece triunfe en aquel país. ¿Quién sabe qué cambios, políticos o de otro tipo, provocará?

Hace tres años, Zuckerberg tenía ya cierta idea de lo que se avecinaba. “De aquí a 15 años”, predijo, “es posible que haya cosas como la ocurrida en Colombia casi a diario”. Está claro que fue demasiado prudente con los plazos y, por eso, seguramente, es un error decir que 2011 ha sido el “año de los medios sociales”. En años futuros veremos todavía más repercusiones del uso de estas herramientas digitales, que no dejan de evolucionar. Facebook, que aún no ha cumplido ocho años, tendrá pronto mil millones de usuarios activos. Twitter tiene menos, 100 millones, pero éstos son una élite: personas destacadas en los medios de comunicación, la política, los negocios y la tecnología. Mientras tanto, legiones de empresarios en Silicon Valley y otros lugares están desarrollando nuevos productos de medios sociales que quizá acaben siendo más eficaces a la hora de ayudar a la gente a organizarse.

Lo que hace que Facebook sea tan útil en la política es precisamente el hecho de que, ante todo, es una herramienta social. En dicha web uno se limita a decir: “Voy a ir al centro comercial”, y el sistema se lo cuenta a sus amigos. De modo que, si quieres que tus amigos en Túnez sepan que estás harto del presidente Zine el Abidine Ben Alí, parece lógico emplear un sistema que ya sabes que es muy bueno para llegar a grandes grupos de personas. El mensaje, tanto si es de insatisfacción política como sobre asuntos más frívolos, puede hacerse viral a una gran velocidad.

Por supuesto, ni Facebook ni Twitter causaron la Primavera Árabe. Los medios sociales pueden ayudar a la gente a organizarse y crear conciencia, pero no pueden obligar a nadie a poner su vida en peligro. Los dos elementos juntos son una combinación incendiaria. Y por eso es muy poco probable que Zuckerberg repita sus reflexiones de 2008. Ahora tiene razones de peso para permanecer callado. Facebook está prohibido, con más o menos éxito, en:Birmania, Cuba, Irán y Corea del Norte, entre otros sitios. Pero el servicio funcionaen decenas de países no democráticos y su responsable quiere que siga siendo así.

Legiones de empresarios en Silicon Valley están desarrollando nuevos productos de medios sociales que quizá acaben siendo más eficaces a la hora de ayudar a la gente a organizarse

El gran interrogante de los medios sociales es China. Dos enormes servicios nacionales que siguen el modelo de Twitter, los llamados weibos, operados por Sina y Tencent, cuentan con cientos de millones de usuarios. Aunque los censores del Gobierno de Pekín y de las empresas intentan filtrar cuidadosamente los comentarios, no siempre lo consiguen. Tras el choque mortal de un tren de alta velocidad en Wenzhou, ocurrido en julio, hubo tantos comentarios indignados de ciudadanos que parecía aceptable criticar al Ministerio de Ferrocarriles. Eso animó a muchos periodistas a informar sobre el accidente con más atrevimiento, incluso en medios de propiedad estatal.

El crecimiento de los weibos y la pasión que despiertan en la población añade una nueva incertidumbre a la política china. Aunque no se puede llamar democracia, es una especie de manifestación de voluntad popular. Por supuesto, los usuarios no se hacen ilusiones de que no se supervisen sus comentarios. Para sortear la censura, muchos usuarios se inventan palabras clave que representan los nombres de los líderes o grandes controversias. A menudo, esas discusiones sobre temas delicados consiguen sobrevivir a la censura.

Por otra parte, los censores aún pueden ganar. Este verano, decenas de miles de ciudadanos de la ciudad septentrional de Dalian se reunieron en su plaza central en una manifestación política que algunos consideran la mayor de la historia china reciente. Protestaban contra una planta química al borde del mar que se había inundado durante un monzón, que tenía el potencial de propagar las sustancias nocivas al puerto y las aguas de alrededor. Si bien las autoridades aceptaron trasladar la planta, parece ser que los censores consiguieron que la información sobre la manifestación no llegara a los weibos. La mayoría de los chinos nunca se enteraron de ello.

 Aunque Zuckerberg dice que entrar en China es una de las principales prioridades estratégicas de Facebook, es difícil imaginar que le permitan operar dentro del país sin los filtros y la censura que sufren habitualmente todos los demás medios sociales. Un portavoz de la rede social en Washington declaró hace poco al periódico The Wall Street Journal que no es inconcebible que la empresa esté dispuesta a cooperar. “Tal vez bloquearemos cierto contenido en unos países y en otros no”, dijo Adam Conner. “A veces nos encontramos en situaciones incómodas porque, ahora, quizá permitimos demasiada libertad de expresión en países que no la han experimentado antes”.

Es posible que ni siquiera Mark Zuckerberg pueda prever qué va a pasar, pero de algo no cabe duda: los medios sociales, una vez puestos en marcha, continuarán dando el poder a la gente corriente de todo el mundo para tener una voz pública.

 

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