En Estados Unidos, el presidente no es nombrado directamente por los ciudadanos: éstos designan a los representantes de sus Estados en un órgano llamado el Colegio Electoral, cuyos miembros son los encargados de designar al presidente. Este órgano tiene 538 miembros y como 2020 está siendo un año de sobresaltos y como ambos candidatos prevén una jornada electoral reñida y disputada, la pregunta ya se ha planteado sobre la mesa: ¿qué sucederá si Biden y Trump empatan a 269 en el Colegio Electoral?

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Un souvenrir durante un encuentro del partido Republicano en Maryland, 2020. Alex Wong/Getty Images

Las encuestas electorales en Estados Unidos muestran una clara ventaja, a veces de hasta 10 puntos, a favor del candidato demócrata Joe Biden y en detrimento de Donald Trump. Sin embargo, tan importante o más que el número de votos es su distribución en el mapa electoral del país. En 2016, Hillary Clinton venció a Trump por casi tres millones de papeletas en el cómputo global nacional y, sin embargo, fue el magnate neoyorkino quien se alzó con la presidencia holgadamente, puesto que obtuvo 117 asientos más en el Colegio Electoral: 344 miembros frente a 227.

En 2020, a pesar de la ventaja aparente de Biden en las encuestas, el reto será ver qué sucede con los llamados estados bisagra: esos territorios (fundamentalmente son ocho) que no están claramente decantados hacia un candidato u otro. Si, aunque sea por pocos votos, varios de estos estados acaban inclinándose hacia Trump, éste podría darle la vuelta a los pronósticos de los sondeos.

Las cuentas electorales hay que hacerlas, por lo tanto, sobre el resultado concreto que habrá en cada uno de los 50 estados más el Distrito de Columbia, donde se haya la capital del país, Washington. Cada uno de ellos tiene una serie de asientos en el Colegio Electoral. El reparto final por Estados sigue una correspondencia por población (aunque no estrictamente proporcional): un asiento por cada escaño en la Cámara de los Representantes y uno por cada dos escaños en el Senado. Esto garantiza un mínimo de tres asientos en el Colegio Electoral, que son los que tienen los Estados menos poblados (Vermont, Wyoming, Montana, Dakota del Norte y del Sur) y el Distrito de Columbia.

 

El antecedente previo de 1800: el caso Jefferson-Barr

Jamás se ha dado exactamente una situación de empate en el Colegio Electoral entre dos candidatos opuestos; sin embargo, sí se produjo una vez una situación curiosa y problemática de empate en dicho órgano. Es el único antecedente similar. Eso sí, fue en 1800, unos Estados Unidos que nada tienen que ver con los de ahora. Por un lado, la Unión la conformaban sólo 16 estados; por otro, las elecciones se realizaban bajo la fórmula del doble ticket conjunto: es decir, que cada partido elegía una candidatura doble: un nombre para presidente y otro para vicepresidente, y ambos se sometían al voto como presidente en el Colegio Electoral; ahora, este ente sólo vota para presidente del país a los candidatos de ambas formaciones políticas, en este caso, o Biden o Trump.

La situación de 1800 (las primeras elecciones tras la muerte de George Washington) fue la siguiente: tras celebrarse los comicios se produjo un empate en el Colegio Electoral entre los dos candidatos republicanos: Thomas Jefferson y Aaron Burr empataron a 73 votos. Hasta ahí todo bien, al fin y al cabo eran del mismo partido. Este empate debía resolverlo la Cámara de los Representantes del Congreso. Esa legislatura, dicha Cámara había sido republicana pero con las elecciones se había vuelto federalista (el otro partido de entonces; el actual Partido Demócrata no se fundó hasta 1828), así que se dio la paradoja de que el partido cuyo candidato había perdido los comicios jugó el papel decisivo en la designación del nuevo presidente del país.

El influyente y federalista Hamilton, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, detestaba a Burr e hizo campaña por Jefferson entre los suyos. Finalmente, Thomas Jefferson venció a Burr, y se convirtió en presidente (aunque por motivos que nada tienen que ver con esto, la animadversión entre Hamilton y Burr llegó a tal punto que acabaron batiéndose en un duelo el 11 de julio de 1804 en Weehawken, Nueva Jersey. Burr, que era aún el vicepresidente de Jefferson, acabó matando a Hamilton).

Sin embargo, un empate entre Biden y Trump en los Estados Unidos de hoy podría llevar a un escenario diferente y el país se arriesgaría a entrar en un callejón con una salida compleja o en falso, sobre todo por las altas posibilidades de que, llegado el caso, todo esto acabe con un recurso antes el Tribunal Supremo, un escenario que el país quiere evitar fundamentalmente por la polarización extrema social y política en que está sumido EE UU. De hecho,el propio Donald Trump ya ha dicho varias veces que no aceptará así como así el resultado electoral y no ha dejado de acusar a los demócratas, sin ningún fundamento real, de que están amañando las elecciones.

Podrían darse varias salidas complejas para resolver un supuesto empate y no sería extraño que el candidato que se viera desfavorecido acabe recurriendo al Tribunal Supremo, de ahí que Trump esté acelerando la sustitución de la fallecida jueza progresista Ruth Bader Ginsburg por la ultraconservadora Amy Coney Barrett. Y todo ello, a pesar del riesgo de que un recurso pueda retrasar la elección del presidente y deje al país y a la Casa Blanca en el limbo político durante días o semanas. Ya tuvo que mediar en 2000 el Supremo en los comicios que enfrentaron a George W. Bush y Al Gore, unos días de incertidumbre, tensiones e infausto recuerdo para los estadounidenses.

 

¿Por qué es decisivo el Colegio Electoral?

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Una mujer sostiene un sobre con su voto por correo en Miami, Florida, uno de los estados bisagra., octubre, 2020. EVA MARIE UZCATEGUI/AFP via Getty Images

En EE UU, la elección del presidente no la realizan los votantes de forma directa. Cada Estado vota a sus representantes en el Colegio Electoral, cuya única función es conformarse cada cuatro años y designar al presidente. En todos los estados salvo dos (Nebraska y Maine, que tienen un sistema mixto), los miembros del Colegio Electoral se escogen mediante el sistema winner-takes-all: el partido ganador se lleva todos los asientos que le corresponden a dicho estado en ese ente, da igual que gane por un voto que por un millón. Para ser presidente, un candidato necesita congregar 270 votos en este órgano.

El Colegio Electoral se cuestiona a menudo, puesto que su reparto de asientos por estado no es exactamente proporcional, a lo que se le añaden los efectos del sistema winner-takes-all. La suma de ambos factores llevó a Hillary Clinton a perder hace cuatro años. El problema reside, sobre todo, en los estados menos poblados, que, aunque suelen tener poca representación en términos absolutos, ésta supone en general uno o dos asientos más que lo que les deberían corresponder si se diera una proporción exacta.

Muchos de esos estados (Wyoming, Utah, Idaho, Kansas, Nebraska…) son tradicionalmente republicanos y asociados a eso que se llama la América profunda, lo que genera la sensación en el país de que la parte cosmopolita y urbana (ejemplificada en Nueva York y California) está en manos de la voluntad sobrerrepresentada de la más conservadora moral y religiosamente, rural y hasta supremacista blanca. Es la versión estadounidense de las eternas tensiones en las que viven casi todos los países y que se suelen simplificar bajo el esquema acaso simplificador de: los dos Estados Unidos, las dos Españas, las dos Alemanias, las dos Italias, etcétera. La historia de siempre.

El caso es que uno puede ganar Tennessee, Montana y Minnesota (eminentemente republicanos) y acaba obteniendo más que ganando Florida (estado bisagra) o Nueva York (demócrata). O que quien gane Carolina del Norte y Georgia (ambos de tradición republicana) obtendrá 31 asientos y si se gana Florida se obtienen dos sillones menos con los mismos habitantes.

Por eso, una vez quitados del debate los estados donde la victoria de Trump o Biden está asegurada (salvo sorpresa final), toda la atención se centra en los estados bisagra, donde las diferencias entre ambos partidos son menores, porque es en ellos donde unos pocos miles de votos arriba o abajo pueden acabar dando los asientos necesarios a uno u otro candidato en el Colegio Electoral para llegar a ser presidente. O para empatar.

 

¿Cómo se podría dar un empate entre Biden y Trump?

Si se cumplen las encuestas, Biden ganaría por varios millones de votos en el cómputo general, pero ningún candidato se fía de cómo podrá acabar esto en asientos en el Colegio Electoral; y los que menos los demócratas, que tienen muy presente el antecedente de Hillary hace cuatro años. Así que las casas de encuestas han trabajado en trasladar los datos por estados a diferentes escenarios y ahí ha surgido uno que no puede descartarse. El del empate a 269. Según el escenario dibujado por la web 270toWin, este caso (entra otras combinaciones posibles) se daría si Biden gana los estados (muchos de ellos considerados bisagra) de Michigan, Pennsylvania, Minnesota, Colorado, Nevada, New Hampshire y Virginia mientras que Trump se haría con Arizona, Florida, Wisconsin, Carolina del Norte, Georgia y Ohio. Es decir, el resultado final seguiría, grosso modo, el mapa tradicional de: la costa Oeste y el norte de la Este para los demócratas y el resto para los republicanos.

Sin embargo, según ese escenario, los demócratas ganarían en 22 estados y el Distrito de Columbia mientras que los republicanos conseguirían la victoria en 28, muchos de ellos muy poco poblados (Montana, Wyoming, Dakota del Norte y del Sur, Alaska, Idaho o Nebraska), pero que le dan un goteo de asientos decisivos en el Colegio Electoral. Más aún cuanto esos estados tienen algo más de representatividad en ese órgano que la que le correspondería por su población, en detrimento de los más habitados.

 

¿Cómo se resolvería un empate en 2020?

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La jueza Amy Coney Barrett. Roberto Schmidt-Pool/Getty Images

La respuesta fácil es: las normas respecto a 1800 no han cambiado así que, si hay empate, es el Congreso quien debe decidir. Bien, pero ¿qué significa esto? La cámara del Congreso que elegiría al presidente es la Cámara de los Representantes. Ahora es de mayoría demócrata, pero la ley indica que para esta designación no habría un voto por cada escaño, sino que habría un voto por cada estado representado en la Cámara y ahí ganan los republicanos. Por otra parte, esta Cámara también se somete a elecciones y su configuración podría cambiar, si bien la mayoría de los sondeos apunta a que los republicanos, en ese escenario, seguirían teniendo más estados.

Sin embargo, también hay elecciones para el Senado, ahora de mayoría republicana. Está cámara, sin embargo, si está en disputa real en los comicios y los demócratas, según muchas encuestas, tienen opciones de recuperarla. La media de sondeos de la web FiveThirtyEight le da al partido de Biden un 80% de opciones de obtener entre 48 y 55 asientos en la cámara alta; la mayoría son 51.

Así que se puede dar el caso de que la cámara baja esté en poder de un partido y la alta, de otro; la primera eligiendo al presidente y la segunda al vicepresidente en caso de empate en el Colegio Electoral. La situación más estrambótica sería que la Cámara de los Representantes acaba estando en manos demócratas y elija a Biden como presidente, pero que los republicanos mantengan su mayoría en el Senadoy deban éstos elegir al vicepresidente. Y la pregunta que todo el mundo se hace es: en este caso, ¿a quién elegirían? ¿A Trump o a Mike Pence como vicepresidente de Biden? En el caso contrario, tampoco sería mucho más tranquilizador: ¿elegiría un Senado demócrata a Biden como vicepresidente de Trump? ¿Sería todo esto posible? La respuesta es que sí. Y resultaría muy probable que, ante un escenario tan extravagante y más en un momento de extrema polarización política en EE UU, una situación así acabe con un recurso en el Supremo.

Y no sería la única situación que podría acabar con un recurso en dicha Corte. Porque esos escenarios se darían siempre que todos los miembros del Colegio Electoral voten por el candidato del partido que representan. Legalmente, 31 estados y el Distrito de Columbia tienen leyes que obligan a que sus miembros en dicho ente voten por el candidato de su partido. Pero podría darse el caso de que un miembro de otro de los 19 estados sin esa legislación se salte la disciplina de voto en un sentido u otro. Esto podría causar el empate entre Biden y Trump o decantar la balanza a favor de uno de ellos. En ambos casos, sería difícil imaginar que el resultado no acabe del mismo modo que la situación anterior: con un recurso en el Supremo.

Y esta Corte, si Trump y los republicanos logran designar antes de las elecciones a la jueza Amy Coney Barrett, tendrá seis jueces nombrados por los republicanos (y presuntamente conservadores) frente a tres demócratas, lo que le añade de antemano una pátina de falta de ecuanimidad a cualquier decisión que pueda tomar el Alto Tribunal en un tema de tal trascendencia. Además de que sería volver al escenario temido de depender del Supremo y tener al país en vilo durante días o semanas.

Pero una cosa está clara: si al final hay un empate y se ha de llegar a eso que se llama, en Estados Unidos y, de nuevo, en muchos otros países, la judicialización de la política, será un síntoma más de la crisis política, social e institucional en que vive una de las más antiguas de las democracias occidentales.