La inestabilidad campa a sus anchas en Irak. La violencia, la corrupción y la miseria conviven en un país al borde de la quiebra. ¿Hacia dónde va?

 

IRAK
AHMAD AL-RUBAYE/AFP/Getty Images

 

La situación en Irak empeora y la violencia que asola el país busca su explicación en una compleja red de motivos, íntimamente vinculados entre sí y cuya observación es importante para entender su ascenso gradual: estancamiento político, marginación –real o percibida– de la población suní, Kurdistán iraquí, el conflicto en Siria, el regreso de Al Qaeda…. En definitiva, el fracaso del Estado frente al ciudadano.

La violencia presente en el país se puede examinar desde las diferentes narrativas del conflicto. Según algunos, ésta es ajena a la dinámica entre los diferentes grupos religiosos y étnicos. Según otros, negar la naturaleza sectaria y étnica de la violencia es un error.

En Irak son tres los grupos de población importantes: chiíes, suníes y kurdos, y una miríada de pequeños grupos dispersos por todo territorio: turcomanos, yazidis o armenios, entre otros. Sin olvidar que, en cada caso, el elemento definitorio cambia con el grupo. Así, entre kurdos o armenios hay diferentes ramas del islam, del cristianismo e, incluso, del judaísmo, cuando no de todas, y al hablar de suníes y chiíes –con la religión como elemento definitorio- son sólo poblaciones árabes. En cualquier caso, la población es la clave para entender la expansión de la violencia.

Estancamiento político y sentimiento de marginación suní

La sociedad iraquí está tan fragmentada como su sistema político. Los suníes estuvieron al frente del poder durante décadas y la población suní se sentía, por ello, al mando -aún siendo ésta irrelevante para el Estado-. Con la desbaazificación que se produjo después de 2003, su liderazgo ha quedado completamente deslavazado y en la actualidad resulta difícil encontrar figuras fuertes en torno a las cuales construir un proyecto político. Desde la caída del partido Baaz, los chiíes están en el poder, pero temen perderlo en cualquier momento. Su liderazgo político está fragmentado, como también lo están sus subgrupos o coaliciones. La política kurda que hasta hace no mucho presentaba un frente "unido contra un enemigo común" está mostrando sus fracturas y generando inestabilidad en sus comunidades en el norte de Irak.

En este tiempo, los miembros de la minoría suní han desarrollado un fuerte sentimiento de marginación, debido a la discriminación que sufren con las políticas y acciones del Gobierno. Políticas que viven como una injusticia a la que son sometidos por un Estado liderado por chiíes.

No obstante, el desencanto con la clase política no es exclusivo en los suníes, sino que está generalizado en la sociedad iraquí, que se siente abandonada.

Como muestra de ello están los procesos electorales, siempre entre bastidores en la vida social y política de Irak. Las elecciones provinciales de abril de 2013 terminaron en los incidentes de Hawija y con muchos, muchos atentados terroristas. En las provincias de Anbar (con capital en Ramadi) y Naynawa (Mosul) –de mayoría árabe suní– se retrasaron a junio, presuntamente por motivos de seguridad.

También los procesos electorales en el Kurdistán iraquí –o su ausencia– han centrado la atención siendo percibidos como un intento de eludir los procedimientos democráticos. Como dice José María Aranaz, nombrado recientemente director del componente electoral de la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Irak, el Kurdistán iraquí es en la actualidad un ejemplo de “democracia sin elecciones”.

Las percepciones son de suma importancia en una sociedad en la que sólo el rumor de un atentado suicida –que nunca llegó a producirse– condujo a la muerte a 800 personas a finales de agosto de 2005 en Bagdad.

Regreso de Al Qaeda

La violencia desatada con la aparición de Al Qaeda en Irak tras la caída del régimen Baaz en 2003, encontró en las ideas yihadistas extremistas un magnífico caldo de cultivo donde desarrollarse. El odio a los otros se amplió para incluir a todos los que no son nosotros, legitimando los asesinatos en masa donde las víctimas –mortales o no– lo son de atentados suicidas o coches bombas.

Desde 2007 hasta finales de 2012, había disminuido, notablemente, la violencia. Pero diferentes incidentes, como la detención de los escoltas del vicepresidente iraquí, Tareq al Hashemi, y el procesamiento de éste a finales de 2012, o los incidentes de Hawija, en abril de 2013, donde la intervención de las fuerzas de seguridad iraquíes contra las protestas ciudadanas se cobró docenas de muertos, han agravado el estado de tensión y han supuesto el regreso de Al Qaeda a escena.

Aunque no somos todavía testigos de un apoyo activo, sí que percibimos una tolerancia pasiva de la población hacia estos actos terroristas.

El Gobierno ha reactivado recientemente las Sahwa, milicias tribales sunitas pagadas y equipadas inicialmente por Estados Unidos, para hacer frente a la insurgencia en la parte occidental del país, donde las fuerzas de seguridad iraquíes convencionales han fracasado.

Conflicto en Siria, territorios en disputa y Kurdistán iraquí

El regreso de Al Qaeda al tablero y la dinámica de este nuevo ciclo de violencia en el país ha de interpretarse también en clave regional. El conflicto en Siria ha proporcionado un ambiente adecuado para el desarrollo de grupos radicales armados también en Irak. Al Qaeda ha adoptado un nombre que expresa mejor las inclinaciones ideológicas de la organización y sus aspiraciones políticas en la región: “Daulat al Islamiya al Iraq wa-l-Bilad al Sham” (Estado Islámico de Irak y del Levante Sirio). Mientras éste se atribuye la responsabilidad por los atentados y las ejecuciones a través de la frontera iraquí y siria, Jabhat al Nusra (frente de apoyo), la otra organización vinculada a los terroristas, recluta combatientes y los exporta a Irak para que se inmolen entre la multitud. Esta organización que, hasta hace poco, negaba tener como elemento central de sus objetivos la lucha contra los chiíes, ahora lo admite. Pero la violencia no se dirige ya sólo a objetivos militares e institucionales, también incluyen, cada vez más, a diferentes sectores de la población civil, habiendo llegado incluso a instalar una bomba en una escuela primaria.

El conflicto en Siria está también desestabilizando, aún más, una situación de por sí bastante fragmentada políticamente, como la del Kurdistán iraquí, que ha recibido en los últimos meses más de 70.000 refugiados, en su mayoría kurdos de Siria (según datos de ACNUR).

Los kurdos están decididos a mantener su autonomía y desarrollar sus propios recursos petroleros a pesar de las objeciones de Bagdad, pretendiendo también la incorporación de los territorios al sur de las tres provincias kurdas, cuya jurisdicción está en disputa y que cuenta con la presencia de kurdos, árabes y turcomanos, entre otras minorías. De no resolverse esta cuestión, podría constituir una amenaza para la estabilidad a largo plazo.

Fracaso del Estado frente al ciudadano

Irak merece atención inmediata, la violencia hace más profunda la brecha entre los grupos, lo cual genera aún más violencia. Un círculo vicioso. La coalición internacional que ocupó el país en 2003 desmanteló la Administración iraquí, su policía y su aparato de seguridad, por lo que no dispone de las herramientas necesarias para luchar contra una Al Qaeda a la que dicha ocupación abrió la puerta.

La incapacidad de Bagdad para controlar la violencia ha erosionado, todavía más, la credibilidad del Premier en la escena nacional. En este contexto, el Ejecutivo ha aprobado la creación de una milicia turcomana en la provincia de Kirkuk para contentar a la población turcomana que, de otra manera, amenazaba con recurrir al Gobierno de Turquía en busca de ayuda. Aunque afiliada al Estado, no deja de ser una organización armada no gubernamental y no convencional, con todos los riesgos que ello implica.

Pero no es sólo la protección frente a la violencia el objeto de las protestas de la ciudadanía. Las manifestaciones se suceden en todo el país contra la precaria situación en la que viven sus ciudadanos y donde la falta de electricidad o de atención hospitalaria adecuada conviven con una corrupción rampante que encuentra su ejemplo más visible en el sistema de pensiones de los parlamentarios, donde la opulencia y la corrupción habitan con la miseria.

Conflicto sectario o guerra civil, el nombre carece de importancia cuando nos enfrentamos a otro atentado, cada vez con más muertos y, lo que es más preocupante, con muchos más heridos. Sólo en Irak, en un mes, la bombas mataron a casi 1.000 personas e hirieron al triple. En dos semanas han estallado 16 bombas, en un día 10 explosiones en Bagdad. Es muy difícil determinar el alcance en vidas humanas de tanta violencia y las consecuencias a medio y largo plazo de esta espiral de odio.

 

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