¿Qué pasaría si la región mediterránea se quedara sin recursos ecológicos? Los resultados serían devastadores para la economía y la estabilidad de la zona. 

 

 

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MAHMUD HAMS/AFP/Getty Images

 

Las economías del sur de Europa luchan desde 2008 para recuperarse de un grave caos económico y financiero. En gran parte del Norte de África y Oriente Medio, la exuberancia de la primavera árabe ha dejado paso a la desesperación. En toda la región mediterránea, ni las protestas callejeras, ni los cambios de gobierno, ni las duras medidas de austeridad han servido para cortar el desmesurado aumento del paro, la inflación, la deuda nacional y la agitación política y social.

Cada país constituye una situación única, pero todas tienen un hilo común: la región entera sufre un déficit ecológico, es decir, los países mediterráneos, hoy, piden a la naturaleza más de lo que sus ecosistemas les pueden dar. Y las repercusiones económicas y sociales son terribles.

Todas las economías e incluso la propia vida dependen por completo de la disponibilidad de los recursos renovables y los servicios ecológicos. Pero el acceso de la región mediterránea a esos recursos es más precaria que nunca. Hace 50 años, el Mediterráneo utilizaba alrededor de un 9% más de recursos y servicios ecológicos de lo que podían proporcionar sus ecosistemas; hoy, ese porcentaje es del 98%, sobre todo debido a que el crecimiento demográfico y la demanda per cápita son superiores al aumento de la productividad agraria.

La limitada disponibilidad de recursos no ha sido la única responsable de los problemas de la región, pero es un factor cada vez más importante. Existen ya numerosos artículos que vinculan la guerra civil siria a la sequía y el cambio climático. El investigador y periodista británico Nafeez Ahmed, por ejemplo, presenta argumentos convincentes para afirmar que la escasez de recursos ha tenido influencia directa en el deterioro de la economía y el presente malestar social en Egipto.

Pero los únicos rasgos especiales que tienen las crisis actuales de Siria y Egipto son su dimensión y su furia. Un análisis científico de la oferta y la demanda de recursos naturales en la región, presentado en el Foro Mundial de Recursos en Davos, nos lleva a la conclusión de que, si otros países mediterráneos no vigilan y administran su demanda de los activos ecológicos, sus economías se volverán todavía más frágiles, lo cual, con el tiempo, puede suponer un riesgo de inestabilidad social y política.

En otros tiempos, el déficit ecológico de un país no importaba mucho. Nuestro planeta podía reponer aún lo que necesitaba la humanidad, así que la mayoría de los países “con deuda ecológica” podía utilizar unas importaciones que eran baratas para cubrir sus demandas de recursos. Sin embargo, desde los primeros años 70, la demanda mundial de recursos  ha sobrepasado la capacidad de renovación de la biosfera. Hoy, para reponer los recursos que utiliza anualmente la humanidad harían falta 1,5 Tierras y el hecho de que la falta de los mismos sea cada vez mayor influye en el precio de recursos naturales esenciales.

En conjunto, algunos países están mejor que otros. Pese a que los recursos son cada vez más limitados, muchos países que son deudores ecológicos tienen suficiente riqueza como para pagar lo que necesitan. Pero esa rivalidad por el acceso a los recursos está encarnizándose en un momento en el que el comportamiento económico de muchos países mediterráneos es cada vez más débil. Si los precios de las materias primas mundiales siguen siendo tan volátiles como en los últimos 10 años, como prevén muchos analistas e inversores, la región mediterránea correrá grave peligro de ver interrumpido el abastecimiento.

Por supuesto, la volatilidad de los precios de las materias primas ofrece a los países oportunidades tanto de obtener beneficios como de sufrir pérdidas. Por ejemplo, es posible que los ingresos de las exportaciones de petróleo igualen o incluso superen los gastos contraídos con la importación de productos alimenticios esenciales. Pero nuestros analistas nos dicen que la región mediterránea es un caso especial porque el aumento de los precios de las materias primas tendría consecuencias negativas para la balanza comercial de casi todos los países de la zona.

Usando una metodología desarrollada por Global Footprint Network y la Iniciativa Financiera del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente con el fin de identificar y cuantificar los vínculos entre riesgos ecológicos y riesgos financieros (E-RISC: A New Angle on Sovereign Credit Risk),  calculamos que un aumento del 10% en los precios de las materias primas (un cálculo prudente, dadas las fluctuaciones del último decenio) empeoraría la balanza comercial de los países mediterráneos en el equivalente a un 0,1-2,4% de su PIB.

Egipto, por ejemplo, podría mantener su demanda actual de recursos si pagase una factura adicional de importaciones anuales equivalente al 0,65% de su PIB. El incremento anual de España equivaldría al 0,4% de su PIB. Italia tendría que pagar anualmente el equivalente al 0,46%, Grecia el 0,43% y Marruecos el 1,08%. Jordania, el más afectado de la región, debería pagar el equivalente al 2,4% de su PIB cada año.

Los únicos países de la región mediterránea que se beneficiarían del aumento de precios serían los dos principales productores de gas y petróleo de la zona, Libia y Argelia, que obtendrían más ingresos de la exportación de unos recursos energéticos más caros.

Sufrir unos déficit económicos y ecológicos simultáneos y cada vez mayores puede ser demoledor. Las economías mediterráneas sufrirán más tensiones en la rivalidad por el acceso a los recursos esenciales. Tal vez haya países que no puedan seguir pagando unos costes crecientes y que caigan en la sobreexplotación para satisfacer sus necesidades.

Eso es lo que más nos preocupa. Un gobierno que se enfrente a una balanza comercial cada vez más negativa o que empiece a sentir las presiones de la limitación de los recursos empezará inevitablemente a consumir los recursos de su país. Y no existe mayor peligro para el abastecimiento de recursos de la región que un ecosistema agotado.

España y Egipto ya corren ese peligro. La continua sobreexplotación de las pesquerías españolas y la sobreexplotación de los recursos forestales egipcios acabarán por destruir parte de sus activos ecológicos y, por tanto, obligarán a ambos países a depender de unas importaciones costosas para satisfacer sus demandas de recursos actuales. Con la metodología de E-RISC, calculamos que incluso una pérdida del 10% en productividad de los recursos tendría un enorme impacto en las economías de los dos países: aunque los precios de las materias primas en el mundo permanecieran estables, la balanza comercial española saldría perjudicada en el equivalente al 0,27% de su PIB y la de Egipto sufriría un daño equivalente al 1,59%.

Si a eso se añaden los demás países mediterráneos que están destruyendo sus recursos para satisfacer las demandas locales, no es exagerar decir que los costes -tanto económicos como sociales- serían terribles.

Vivimos en un mundo en el que los medios de comunicación anuncian todos los días el más mínimo cambio en el NASDAQ, el Nikkei y otros índices. Cuando un país informa que su PIB ha subido un 0,05%, es causa de celebración. Es incomprensible, pues, que no queramos ver los peligros que representa la dificultad de acceso de toda una región a unos recursos y unos servicios fundamentales para sus atribuladas economías.

Todavía estamos a tiempo de mitigar esos riesgos. Ahora bien, cuanto más tarden los países mediterráneos en empezar a administrar su uso de los recursos y sus activos ecológicos, y cuanto más esquilmen su capital natural, más dolorosas serán las inevitables reformas. La naturaleza ya ha dejado claro cuáles son sus límites. Es esencial que los gobiernos empiecen a respetarlos.

 

 

 

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