En 2019 se pondrán las cartas sobre la mesa. De esta partida depende el futuro de las instituciones del orden internacional, la democracia, la dignidad y también derechos sociales y laborales que muchas sociedades consideraban adquiridos o se daban por descontados.

El próximo año están en juego elementos esenciales del progreso global. En 2019 volvemos a lo básico… Veremos cuán potente es la ofensiva pero también cuán ágil y creativa es la capacidad de resistencia. Será una partida a varios niveles: entre las principales potencias, entre distintas visiones del orden internacional y también entre distintas concepciones de la sociedad. La partida no termina en 2019 pero sí será un momento de toma de posiciones, de definición de alianzas y estrategias. Para seguir el desarrollo del juego habrá que estar atentos a la evolución de estos 10 temas:

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El Presidente Donald Trump con su homólogo chino, Xi Jinping, en una cena de Estado en Pekín. Thomas Peter – Pool/Getty Images

Las reglas del juego: multilateralismo y polaridad. Desde que Donald Trump tomó posesión, Estados Unidos ha ido menoscabando el multilateralismo, abandonando instituciones, renegando de acuerdos que había negociado o cortando financiación. La tendencia no se revertirá en 2019. Es más, otros países seguirán sus pasos. La tensión entre China y EE UU, con la guerra comercial como telón de fondo, será, entre otras muchas cosas, un desafío al multilateralismo. En el nuevo año pueden materializarse tres escenarios: el choque, una nueva tregua o un giro sorpresa en forma de acuerdo bilateral tras el que ambos jugadores se proclamen vencedores. El resultado vendrá determinado por la fuerza y la estrategia de los contrincantes y no por el respeto de las reglas del juego y al resto de jugadores. En esta coyuntura, aquellos actores que, como la Unión Europea, han defendido con mayor ahínco el multilateralismo tendrán que decidir si optan por dar un paso adelante en la defensa de las instituciones y marcos ya existentes o si, por el contrario, acepten que la mejor forma de defenderlo es asumiendo su fragmentación.

Preparándose (o no) para la próxima crisis económica. En 2019 se especulará cada vez más sobre cuál puede ser el detonante de la próxima crisis económica global y también sobre si estamos mejor o peor preparados para hacerle frente que en 2008. Sobre lo primero, aumentará el temor a los efectos en la economía global de la posible colisión comercial entre Estados Unidos y China, a un efecto contagio entre y desde las economías emergentes o a los puntos débiles de la UE –con Brexit e Italia a la cabeza–. A diferencia de lo que sería razonable, la constatación de que tarde o temprano estallará otra crisis económica y la identificación de los puntos débiles no se traducirá en medidas para hacerle frente con mejores garantías y menores costes. Mientras esperamos un nuevo choque, lo que sí se manifestará con fuerza en 2019 serán los estragos de la crisis anterior en forma de desigualdades crecientes, con derivadas territoriales y generacionales cada vez más visibles. En otras palabras, si de la crisis de 2008 sólo se han abordado parcialmente algunas de las causas, la gestión de sus consecuencias seguirá siendo una asignatura pendiente.

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Una pantalla de ordenador con los iconos de Google, Apple, Facebook y Amazon. DAMIEN MEYER/AFP/Getty Images

Entre la economía de plataforma y el oligopolio digital. En 2018 hemos incorporado el término “uberización” en el lenguaje común. En 2019 el fenómeno de la economía de plataforma se consolidará y aumentará su peso relativo en la economía global, pero estos negocios ya no se verán como simpáticas iniciativas lanzadas por jóvenes emprendedores sino como una realidad arrolladora capaz de llevarse por delante operadores tradicionales, alterar las reglas de juego del mercado de trabajo o de la vivienda. La naturaleza de este modelo de negocio planteará desafíos añadidos en términos de regulación y fiscalidad. La intensificación del debate social sobre este tema puede llegar a eclipsar otros fenómenos tan o más relevantes: las tendencias oligopólicas de un grupo muy reducido de empresas digitales y el creciente divorcio entre riqueza y trabajo. Actualmente, las cinco principales empresas del mundo en capitalización bursátil pertenecen a esta categoría: Apple, Amazon, Alphabet, Microsoft y Facebook. Ninguna de ellas está entre los primeros empleadores del mundo pero en cambio sí que están en la vanguardia de lo que subterfugiamente llaman “optimización fiscal”.

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Una ciclista pasa al lado de un póster donde el rostro de Donald Trump aparece tapado por una estrella con los colores de la UE. El cartel dice: "Es la hora, yo me registro y voto", de cara a las elecciones europeas de 2019, Estrasburgo, Francia. SEBASTIEN BOZON/AFP/Getty Images

Democracia, retrocesos globales y resistencia. En los últimos años hemos visto cómo las protestas emancipadoras que recorrieron medio mundo en 2011 han dado pie a una fase de repliegue. ¿Será 2019 un punto de inflexión o de confirmación de esta tendencia? ¿El ejercicio del poder desgastará a las fuerzas populistas? ¿Se consolidará una especie de internacional populista de derechas? Uno de los principales riesgos de este año es que el resto de fuerzas políticas normalicen o, peor aún, adopten parte de su discurso. En el terreno de las oportunidades pueden surgir mecanismos de resistencia y, sobre todo, propuestas en positivo que rechacen tener que escoger entre “seguridad para nosotros” o “derechos para ellos”. Las elecciones al Parlamento Europeo serán uno de los principales campos de batalla pero los comicios en Canadá también aportarán pistas sobre la naturaleza global de este combate, especialmente porque la inmigración va a ocupar un lugar destacado en sendas campañas electorales. Además, el hecho que algunas de las democracias más pobladas del mundo –India, Nigeria e Indonesia– tengan cita con las urnas recordará que Occidente no es el único terreno en que se juega la defensa de la democracia.

Realidades paralelas, crisis de confianza y combate digital. Cuando hablemos de la desinformación como arma política el interés se irá trasladando de las redes sociales y las plataformas abiertas a espacios digitales cerrados y de confianza como los grupos de WhatsApp. Esto obligará a repensar estrategias para adaptarse a unos parámetros legales, tecnológicos y éticos distintos. Si en años anteriores los conceptos de moda han sido los de infoxicación, posverdad y noticias falsas, en 2019 hablaremos del tribalismo digital para describir una sociedad fragmentada que se expresa cada vez más a través de las identidades online y aísla unos grupos de otros. Esto agudiza –y en parte viene reforzado– por la desconfianza en los intermediarios, de los expertos, del periodismo e incluso de la política profesional. La erosión aún será mayor si la desconfianza se extiende a aquellos ciudadanos que no forman parte de la tribu digital propia.

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Un yemení armado en Saná, Yemen. MOHAMMED HUWAIS/AFP/Getty Images

Normalización del conflicto (y las violencias). La mayoría de conflictos que estallaron en las últimas décadas siguen sin atisbo de solución e incluso hay espacios donde aumenta la tensión, por ejemplo, entre Ucrania y Rusia. En 2019 se pondrán sobre la mesa propuestas de paz. ¿Desvelará Trump por fin su acuerdo del siglo para resolver el conflicto árabe-israelí? ¿Surgirá efecto la presión internacional sobre las distintas facciones yemeníes y aquellos que les apoyan? En Oriente Medio y también en África la mayoría de iniciativas no tendrá por objetivo terminar con la violencia sino contenerla. No sólo están normalizándose los conflictos sino también sus efectos: Estados que sólo lo son en apariencia, fronteras que pierden su significado y, sobre todo, necesidades humanitarias infrafinanciadas y desplazamientos forzados que lejos de remitir siguen aumentando. Una de las novedades de 2019 puede ser que se amplíe el foco al hablar de violencias y víctimas. Las caravanas de migrantes que salieron de América Central en otoño de 2018 han revelado, una vez más, los altísimos niveles de violencia que sufren muchas sociedades latinoamericanas y cómo sus efectos pueden desbordar las fronteras de los países de origen.

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Un hombre duerme en una calle de Atenas, Grecia. ARIS MESSINIS/AFP/Getty Images

Voluntad de frontera: muros físicos y simbólicos. En 2019 se celebrará el 30 aniversario de la caída del muro de Berlín pero continuarán erigiéndose muchos más, tanto físicos como simbólicos. Persistirán dos tendencias: la militarización y fortificación de fronteras existentes y la externalización del control fronterizo. Esto, combinado con el incremento del riesgo y de la violencia en ruta provocará entre los migrantes un mayor sentimiento de urgencia para alcanzar la meta final. En otro orden de cosas, se demostrará que las fronteras no han de ser ni físicas ni políticas para adquirir significado. Por ejemplo, seguirá ampliándose la brecha entre aquellos territorios que generan riqueza, atraen talento e inversión, y los que se quedan al margen de las dinámicas de crecimiento y que incluso se despueblan. Muros invisibles también segregarán barrios de una misma ciudad en relación a los niveles de educación, salud, infraestructuras o equipamientos. Y, precisamente, será en esos núcleos urbanos donde se dirima el enfrentamiento entre hospitalidad y hostilidad.

Brexit enquistado. El 29 de marzo de 2019 está marcado en los calendarios internacionales como la fecha límite para que el Reino Unido abandone la Unión Europea. El genio salió de la lámpara cuando el entonces Primer Ministro británico, David Cameron, erró en sus cálculos para preservar su control sobre el Partido Conservador. A finales de 2018, volvieron a ser elementos de política interior y particularmente la fratricida confrontación entre tories lo que desató todo tipo de especulaciones. A medida que se acerca el momento decisivo, no se despejan las incógnitas sino que aumentan las dudas sobre cuándo y cómo terminará esta saga. Sin embargo, todos los escenarios posibles para 2019 convergen en dos certezas: el Brexit seguirá copando la agenda europea y la sociedad británica continuará dividida. 2019 debería ser un año de introspección. Momento de evaluar los riesgos y consecuencias de las decisiones tomadas desde 2016. Ninguno de los protagonistas de este episodio emergerá como un ganador. Más bien se tratará de hacer un recuento de las pérdidas.

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El electo Presidente brasileño, Jair Bolsonaro , saluda dentro de Congreso de Brasil. EVARISTO SA/AFP/Getty Images

Brasil: fractura con reverberaciones globales. El año empezará políticamente con la toma de posesión de Jair Bolsonaro, prevista para el 1 de enero. En Brasil se materializarán muchas de las dinámicas que hemos detallado: dudas sobre las economías emergentes, fractura política y social entre los que ahora se sienten vencedores y los que han sido arrinconados, populismo y militarización. Muchos se preguntarán si el ejercicio del poder suavizará posiciones –Trump es un mal precedente– pero también deberemos observar si emergen fenómenos de resistencia democrática con nuevas formas de movilización y mecanismos de solidaridad. El viraje político de Brasil adquirirá relevancia global si se consolida como una reverberación de la visión trumpista del mundo y si se abren desde Brasilia nuevas vías de ataque al multilateralismo. En clave latinoamericana, la novedad será la alineación de Brasilia con Washington, reabriendo la tradicional pugna por el liderazgo regional con México. La victoria de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones mexicanas ha situado las dos principales potencias de América Latina en polos opuestos. ¿Cuál de los dos será capaz de navegar mejor y sortear las tormentas que tienen por delante?

Irán: alcance y consecuencias de las sanciones. En 2019 se pondrá a prueba la cohesión del bloque antiiraní, capitaneado por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí, y empezaremos a sacar cuentas sobre alance y consecuencias de las sanciones impuestas desde Washington. En Irán, los principales perjudicados serán la sociedad en su conjunto pero también los sectores reformistas del régimen que habían prometido apertura internacional y dinamismo económico. En cambio, las facciones más duras del régimen se sentirán más legitimadas y alimentarán la retórica de que el país debe situarse en modo resistencia. En 2019 se celebrará el cuarenta aniversario de la revolución islámica y es probable que se aproveche este acontecimiento para cohesionar el régimen ante los enemigos externos. También intentarán resistirse todos aquellos que tienen interés en preservar las relaciones comerciales, energéticas o de inversión en Irán. Las apuestas pueden subir y la trascendencia de esta partida se ampliará si el pulso no es sólo entre Washington y Teherán sino más bien entre la Casa Blanca y el resto de jugadores. Rusia, la UE, China y el resto de grandes economías asiáticas han hecho apuestas importantes y no se contentarán con ser meros espectadores en este duelo.

Este artículo es una versión reducida de la Nota Internacional publicada por CIDOB el 19 de diciembre de 2018. Esta Nota Internacional es el resultado de una reflexión colectiva por parte del equipo de investigación de CIDOB en colaboración con ESADEgeo. Coordinada y editada por Eduard Soler i Lecha, se ha beneficiado de las contribuciones de Hannah Abdullah, Dídac Amat, Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Moussa Bourekba, Victor Campdelacreu, Ignasi Camí Carmen Claudín, Carme Colomina, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Agustí Fernández de Losada, Blanca Garcés, Eva García, Francis Ghilès, Sean Golden, Josep Maria Lloveras, Óscar Mateos, Sergio Maydeu, Pol Morillas, Yolanda Onghena, Francesco Pasetti, Enrique Rueda, Olatz Ribera, Jordi Quero, Cristina Sala, Elena Sánchez, Héctor Sánchez, Ángel Saz, Antoni Segura, Cristina Serrano, Marie Vandendriessche, Lorenzo Vidal y Eckart Woertz.