Por qué EE UU debe salir de Irak ya.

¿Retirada inmediata o seguir como estamos? Ésa es la cuestión clave
en este momento de la guerra en Irak. La opinión pública estadounidense
está ahora en contra del conflicto. Desde la liberal Nueva Inglaterra,
donde los ciudadanos han aprobado resoluciones en los ayuntamientos a favor
del repliegue, al Sur y al Este conservadores, donde más de la mitad
de los habitantes de los llamados Estados rojos (republicanos) se
oponen a la guerra, los estadounidenses
quieren marcharse de ese país. Es comprensible. El sueño prebélico
de una democracia liberal en Irak, amiga de Washington, ya no es creíble.
Ningún líder iraquí con suficiente poder y legitimidad para
controlar el país será proamericano. Sin embargo, el presidente
George W. Bush dice que EE UU debe mantener el rumbo. ¿Por qué?
Consideremos los argumentos más populares de la Administración
republicana para no abandonar Irak.

Si nos vamos, habrá una guerra civil. En realidad, ésta comenzó sólo
semanas después de que las fuerzas estadounidenses derrocaran a Sadam.
Cualquier observador podía verlo entonces; ahora, sólo los ciegos
niegan la evidencia. Incluso el presidente Bush, que por norma es impermeable
a los hechos desagradables, admitió recientemente que Irak se desliza
hacia el abismo del conflicto civil. Debería aguzar la vista. Los iraquíes
están luchando contra los iraquíes. Los insurgentes han matado
más conciudadanos que estadounidenses. Eso es una guerra civil.

La retirada reforzará a los terroristas. Cierto, pero ése es
el precio que estamos condenados a pagar. La ocupación continuada de
Irak también fortalece a los asesinos, precisamente porque nuestra invasión
convirtió el país en un lugar seguro para ellos. La invasión
también dejó a los baazistas supervivientes ante una sola elección:
rendirse o unirse a Al Qaeda. Escogieron lo último. Mantener el rumbo
no cambiará este hecho. El resultado más plausible de la retirada
es que los grupos suníes se vuelvan contra Al Qaeda y sus seguidores,
echándolos definitivamente del país.

Antes de que las tropas de EE UU abandonen el país, las fuerzas de
seguridad en Irak deben consolidarse. El problema no es la competencia militar.
Es la consolidación política. Irak tiene un vasto cuerpo de oficiales
con experiencia de combate en la guerra Irán-Irak. Las milicias del
clérigo chií Múqtada al Sáder luchan muy bien sin
asesores estadounidenses, como los peshmergas kurdos. El problema es la lealtad. ¿A
quién pueden otorgársela los militares? Las facciones políticas
en el país siguen siendo muy cambiantes. Así que cada soldado
u oficial iraquí se arriesga a optar por el lado equivocado. El resultado
es que la mayoría se mantiene a tanta distancia como es posible para
cambiar de bando. Ni todos los entrenadores militares estadounidenses del mundo
podrían modificar esa realidad. La estabilidad política, sí.
A estas alturas debería estar claro que el poder sólo puede conseguirse
a través de las pistolas y la guerra civil, no a través de elecciones
o de colonialismo estadounidense por ventriloquia.

La mayoría sabe que es hora de irse

Establecer una fecha para el repliegue minará la moral de las tropas
de EE UU. Esconderse tras el argumento de la moral de las tropas no muestra
una buena disposición a aceptar las responsabilidades del mando. La
verdad es que la mayoría de las guerras se acabarían antes si
los soldados tuviesen la elección de continuarlas o no. Esto es aún
más cierto en Irak, donde una retirada subiría la moral entre
las fuerzas estadounidenses. Así lo muestra un reciente estudio de Zogby,
que sugiere que las tropas de EE UU recibirían con alegría una
fecha pronta para el repliegue. Pero la cuestión estratégica
de cómo sacar a Washington del desastre iraquí no es un asunto
a decidir por la tropa. Von Clausewitz distinguió entre dos tipos de
valor: uno, valentía frente al peligro de muerte; dos, la disposición
a aceptar las responsabilidades de las decisiones de mando. El primero es el
que se espera de los soldados. El último debe exigirse a todos los superiores
jerárquicos, incluido el presidente.

La retirada minaría la credibilidad de Washington en el mundo. Esto
tenía sentido cuando EE UU era una potencia mediana. Pero es claramente
falso en el caso de la única superpotencia mundial. Un cambio rápido
de nuestra situación en Irak mejoraría la credibilidad estadounidense
en el mundo. El mismo argumento se utilizó contra la retirada de Vietnam.
Fue un error entonces y lo sería ahora. Desde el 11-S, la valoración
mundial de EE UU ha caído en picado, la mayor bajada en un plazo corto
en la historia. Washington despierta ahora tanta simpatía como Rusia.
Retirarnos y admitir nuestro error podría revertir esta tendencia. Pocos
países tienen esa capacidad de enmienda. Serví como agregado
militar en la Embajada estadounidense en Moscú durante el asunto
Watergate
.
Cuando Nixon dimitió, varios oficiales soviéticos, que habían
expresado previamente su desprecio por EE UU, me dijeron que estaban sorprendidos."Sólo
su país es lo bastante poderoso para hacer eso. El mío se destruiría",
dijo un diplomático.

Aunque dolorosos, hay que reconocer dos hechos o seguiremos confundidos de
forma peligrosa. Primero, no nos convenía invadir Irak. Les interesaba
a Irán y a Al Qaeda. Para Teherán, era una venganza contra Sadam
por invadir su territorio en 1980. Para Al Qaeda, era más fácil
matar americanos. Segundo, el conflicto ha paralizado a Washington diplomática
y estratégicamente. Aunque las relaciones con Europa muestran leves
signos de mejoría, la alianza transatlántica podría no
sobrevivir a la guerra. Sólo con un rápido repliegue, Washington
obtendrá un margen de maniobra diplomático y militar. Atrapados
como Gulliver en las arenas de Mesopotamia, no podemos atraer la necesaria
cooperación para ganar la guerra contra el terrorismo. La condición
previa para mejorar las cosas es salir de Irak.

De hecho, el repliegue puede ser nuestra única oportunidad para arreglar
la situación en ese país. Para empezar, si nos retiramos, los
políticos europeos estarían más dispuestos a cooperar
con nosotros en una estrategia para el Gran Oriente Medio. Después,
todos los vecinos de Bagdad responderían de manera más favorable
a una oferta para estabilizar la situación. El más importante,
Irán. Desprecia a Al Qaeda tanto como nosotros. Desea el equilibrio
en la región tanto como nosotros. Quiere producir más petróleo
y gas y venderlos. Si sus líderes aspiran a tener el arma nuclear, no
podemos pararles. Pero podemos atraerlos. Ninguna de estas posibilidades es
viable a menos que dejemos de hundirnos en la gran duna
iraquí
. Washington
debe retirarse ya.

Por qué EE UU debe salir de Irak ya. William Odom

¿Retirada inmediata o seguir como estamos? Ésa es la cuestión clave
en este momento de la guerra en Irak. La opinión pública estadounidense
está ahora en contra del conflicto. Desde la liberal Nueva Inglaterra,
donde los ciudadanos han aprobado resoluciones en los ayuntamientos a favor
del repliegue, al Sur y al Este conservadores, donde más de la mitad
de los habitantes de los llamados Estados rojos (republicanos) se
oponen a la guerra, los estadounidenses
quieren marcharse de ese país. Es comprensible. El sueño prebélico
de una democracia liberal en Irak, amiga de Washington, ya no es creíble.
Ningún líder iraquí con suficiente poder y legitimidad para
controlar el país será proamericano. Sin embargo, el presidente
George W. Bush dice que EE UU debe mantener el rumbo. ¿Por qué?
Consideremos los argumentos más populares de la Administración
republicana para no abandonar Irak.

Si nos vamos, habrá una guerra civil. En realidad, ésta comenzó sólo
semanas después de que las fuerzas estadounidenses derrocaran a Sadam.
Cualquier observador podía verlo entonces; ahora, sólo los ciegos
niegan la evidencia. Incluso el presidente Bush, que por norma es impermeable
a los hechos desagradables, admitió recientemente que Irak se desliza
hacia el abismo del conflicto civil. Debería aguzar la vista. Los iraquíes
están luchando contra los iraquíes. Los insurgentes han matado
más conciudadanos que estadounidenses. Eso es una guerra civil.

La retirada reforzará a los terroristas. Cierto, pero ése es
el precio que estamos condenados a pagar. La ocupación continuada de
Irak también fortalece a los asesinos, precisamente porque nuestra invasión
convirtió el país en un lugar seguro para ellos. La invasión
también dejó a los baazistas supervivientes ante una sola elección:
rendirse o unirse a Al Qaeda. Escogieron lo último. Mantener el rumbo
no cambiará este hecho. El resultado más plausible de la retirada
es que los grupos suníes se vuelvan contra Al Qaeda y sus seguidores,
echándolos definitivamente del país.

Antes de que las tropas de EE UU abandonen el país, las fuerzas de
seguridad en Irak deben consolidarse. El problema no es la competencia militar.
Es la consolidación política. Irak tiene un vasto cuerpo de oficiales
con experiencia de combate en la guerra Irán-Irak. Las milicias del
clérigo chií Múqtada al Sáder luchan muy bien sin
asesores estadounidenses, como los peshmergas kurdos. El problema es la lealtad. ¿A
quién pueden otorgársela los militares? Las facciones políticas
en el país siguen siendo muy cambiantes. Así que cada soldado
u oficial iraquí se arriesga a optar por el lado equivocado. El resultado
es que la mayoría se mantiene a tanta distancia como es posible para
cambiar de bando. Ni todos los entrenadores militares estadounidenses del mundo
podrían modificar esa realidad. La estabilidad política, sí.
A estas alturas debería estar claro que el poder sólo puede conseguirse
a través de las pistolas y la guerra civil, no a través de elecciones
o de colonialismo estadounidense por ventriloquia.

La mayoría sabe que es hora de irse
La mayoría sabe
que es hora de irse.

Establecer una fecha para el repliegue minará la moral de las tropas
de EE UU. Esconderse tras el argumento de la moral de las tropas no muestra
una buena disposición a aceptar las responsabilidades del mando. La
verdad es que la mayoría de las guerras se acabarían antes si
los soldados tuviesen la elección de continuarlas o no. Esto es aún
más cierto en Irak, donde una retirada subiría la moral entre
las fuerzas estadounidenses. Así lo muestra un reciente estudio de Zogby,
que sugiere que las tropas de EE UU recibirían con alegría una
fecha pronta para el repliegue. Pero la cuestión estratégica
de cómo sacar a Washington del desastre iraquí no es un asunto
a decidir por la tropa. Von Clausewitz distinguió entre dos tipos de
valor: uno, valentía frente al peligro de muerte; dos, la disposición
a aceptar las responsabilidades de las decisiones de mando. El primero es el
que se espera de los soldados. El último debe exigirse a todos los superiores
jerárquicos, incluido el presidente.

La retirada minaría la credibilidad de Washington en el mundo. Esto
tenía sentido cuando EE UU era una potencia mediana. Pero es claramente
falso en el caso de la única superpotencia mundial. Un cambio rápido
de nuestra situación en Irak mejoraría la credibilidad estadounidense
en el mundo. El mismo argumento se utilizó contra la retirada de Vietnam.
Fue un error entonces y lo sería ahora. Desde el 11-S, la valoración
mundial de EE UU ha caído en picado, la mayor bajada en un plazo corto
en la historia. Washington despierta ahora tanta simpatía como Rusia.
Retirarnos y admitir nuestro error podría revertir esta tendencia. Pocos
países tienen esa capacidad de enmienda. Serví como agregado
militar en la Embajada estadounidense en Moscú durante el asunto
Watergate
.
Cuando Nixon dimitió, varios oficiales soviéticos, que habían
expresado previamente su desprecio por EE UU, me dijeron que estaban sorprendidos."Sólo
su país es lo bastante poderoso para hacer eso. El mío se destruiría",
dijo un diplomático.

Aunque dolorosos, hay que reconocer dos hechos o seguiremos confundidos de
forma peligrosa. Primero, no nos convenía invadir Irak. Les interesaba
a Irán y a Al Qaeda. Para Teherán, era una venganza contra Sadam
por invadir su territorio en 1980. Para Al Qaeda, era más fácil
matar americanos. Segundo, el conflicto ha paralizado a Washington diplomática
y estratégicamente. Aunque las relaciones con Europa muestran leves
signos de mejoría, la alianza transatlántica podría no
sobrevivir a la guerra. Sólo con un rápido repliegue, Washington
obtendrá un margen de maniobra diplomático y militar. Atrapados
como Gulliver en las arenas de Mesopotamia, no podemos atraer la necesaria
cooperación para ganar la guerra contra el terrorismo. La condición
previa para mejorar las cosas es salir de Irak.

De hecho, el repliegue puede ser nuestra única oportunidad para arreglar
la situación en ese país. Para empezar, si nos retiramos, los
políticos europeos estarían más dispuestos a cooperar
con nosotros en una estrategia para el Gran Oriente Medio. Después,
todos los vecinos de Bagdad responderían de manera más favorable
a una oferta para estabilizar la situación. El más importante,
Irán. Desprecia a Al Qaeda tanto como nosotros. Desea el equilibrio
en la región tanto como nosotros. Quiere producir más petróleo
y gas y venderlos. Si sus líderes aspiran a tener el arma nuclear, no
podemos pararles. Pero podemos atraerlos. Ninguna de estas posibilidades es
viable a menos que dejemos de hundirnos en la gran duna
iraquí
. Washington
debe retirarse ya.

William Odom es teniente general retirado,
investigador principal en el Instituto Hudson y profesor en la Universidad
de Yale (Massachussetts). Fue director de la Agencia Nacional de Seguridad
(NSA) de 1985 a 1988.