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Una mujer pasea frente a una iglesia ortodoxa en el sur del país, cuando el gobierno anuncia un programa masivo de vacunación. (Danil Shamkin/NurPhoto via Getty Images)

La gestión de la pandemia ha mermado la división política de Chipre, pero la normalización del libre movimiento en la isla puede demostrar una voluntad de entendimiento y de negociación, y abandonar los discursos hostiles y belicistas. 

El pasado febrero Naciones Unidas anunció la convocatoria de reuniones informales entre las partes implicadas en el proceso de paz en Chipre para finales de abril. Estas reuniones tienen como objetivo encontrar puntos de acuerdo mínimos entre los participantes para así intentar retomar las anteriores y fallidas negociaciones de paz de 2017.

Este anuncio llegó después de meses de gestión de pandemia en Chipre, donde no se ha atisbado ningún intento de cooperación o colaboración entre las dos partes de la isla para hacer frente a la COVID-19. A esta división se le sumó el pasado verano una alta tensión regional, donde Grecia y Turquía protagonizaron choques políticos y militares que retumbaron también en la isla.

Más recientemente, y con un panorama regional no tan crispado, Naciones Unidas pretende devolver a la mesa de negociación a las partes implicadas en el conflicto de Chipre, y también poder contribuir a una mayor estabilidad regional.

 

Llegada y gestión de la pandemia

La llegada de la pandemia global a Chipre y su gestión han tenido unos altos costes políticos, económicos y sociales.

Un factor clave en la gestión de esta crisis sanitaria fue el cierre en febrero del año pasado de los pasos fronterizos entre el norte y el sur de la isla. Este cierre se llevó a cabo unilateralmente por parte de las autoridades grecochipriotas, antes de que se contabilizasen los primeros infectados por el virus, y sin previa consulta a las autoridades de la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre (RTNC). Anteriormente, los dos líderes de las comunidades chipriotas habían pactado el uso de mecanismos de cooperación para políticas de salud pública y de emergencia sanitaria.

La analista política Andromachi Sophocleous señala que “las decisiones unilaterales del gobierno de Chipre no son el camino a seguir para el proceso de paz”. Además. Sophocleous insiste en la importancia de los pasos fronterizos, ya que en el último informe de la misión de Naciones Unidas en Chipre “el secretario general invita a facilitar la circulación entre los dos territorios de la isla y a reabrir los pasos fronterizos”.

El cierre de los pasos fronterizos ha marcado la gestión de la pandemia en ambos territorios y la cooperación entre las dos entidades políticas se ha reducido a su mínima expresión.

Mientras el Gobierno grecochipriota, internacionalmente reconocido, ha tenido acceso al mercado mundial para abastecer su sistema sanitario del equipamiento necesario para combatir la pandemia, la parte norte depende mayoritariamente de abastecimientos procedentes de Turquía, el único país que reconoce este territorio.

Esta situación expuso a la RTNC a una mayor dependencia de Turquía, así que el abastecimiento de material sanitario, vacunas y ayuda económica extraordinaria para el norte de Chipre quedó en manos del gobierno de Ankara.

Como indica Mete Hatay, investigador senior del think tank PRIO Cyprus Center “el gobierno turco ha pretendido invisibilizar cualquier atisbo de colaboración con el sur, así como cualquier ayuda de la Unión Europea. Erdoğan se ha vuelto muy sensible a la gestión de la pandemia en la RTNC y quiere erigirse como el único gestor de esta en el norte de Chipre”.

El cierre total y confinamiento de la isla repercutió gravemente en la economía de ambos lados. El gobierno grecochipriota desde los primeros meses de la pandemia ha ido anunciando distintos paquetes de ayuda económica para los sectores económicos más afectados por la crisis.

A través de varios programas, incluyendo el “Pan-European Guarantee Fund” de la Comisión Europea, el gobierno grecochipriota ha inyectado gasto público en los sectores de la economía más afectados, incluyendo el turismo, uno de los motores de su economía, y que representó más del 22% del PIB en 2019. Se estima que solamente los paquetes de ayuda económica para la primera fase sumaron más de 430 millones de euros. Aun así, se cree que el PIB per cápita chipriota crecerá los próximos años a un 1,8%, por debajo del crecimiento medio de la zona euro, con altos costes para la competitividad de su economía.

Respecto a la RTNC, la UE también proporcionó fondos de ayuda económica como respuesta a la emergencia sanitaria. A pesar de que se anunciaron distintos programas de ayudas por un total de 11 millones de euros, los acuerdos entre Turquía y la RTNC sobrepasaron la ayuda económica europea y recibieron mucha más atención mediática.

De esta manera, el gobierno turco anunció varios programas de ayudas económicas para la RTNC y que supondrían un total de más de 350 millones de euros, destinados a distintos proyectos como la mejora de infraestructuras, digitalización de la burocracia o programas de ayuda directa al sector turístico y cultural. El gobierno turco a la hora de anunciarlas declaró que la RTNC “había sido abandonada a su destino incluso en la lucha contra la COVID-19”, criticando tanto a las autoridades grecochipriotas como a la UE.

 

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Vista de la ciudad de Varosha. (Gettyimages)

Consecuencias políticas y negociaciones de paz

Como recalca Sophocleous “nunca ha habido una intención real para coordinar políticas entre el norte y el sur para la gestión de esta pandemia”. Esta situación, según Mete Hatay, ha hecho que “parte de la población turco chipriota se haya sentido abandonada por el gobierno del sur durante la gestión de la crisis”.

El aislamiento de la parte norte de Chipre y la gestión de COVID-19 también influyeron en la campaña de las elecciones presidenciales de la RTNC celebradas en octubre de 2020, y en las que venció el conservador Ersin Tatar, apoyado explícitamente por el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan.

Durante esta campaña electoral, Tatar adoptó un discurso divisionario respecto a los grecochipriotas y llegó a criticar al anterior presidente, Mustafa Akıncı, por haber aceptado ayuda sanitaria mandada desde el sur, reclamando que la única ayuda posible debía llegar desde Ankara.

La división local en Chipre también se vio agravada por las tensiones regionales en el Mediterráneo Oriental entre Grecia y Turquía. Este pasado verano los dos países alcanzaron límites imprevistos en sus confrontaciones marítimas y en un arrebato de nacionalismo con altas dosis de religiosidad, el presidente turco Erdoğan ordenó en julio de 2020 la reconversión de la catedral de Santa Sofía en mezquita, enfureciendo el mundo cristiano-ortodoxo.

Además, en plena campaña presidencial de la RTNC, Erdoğan tensó de nuevo la situación en Chipre cuando en octubre del año pasado “abrió” al público la ciudad fantasma de Varosha, cerca de Famagusta, en territorio de la RTNC. Varosha, conocida en los 60 como la “perla del Mediterráneo”, fue vallada por el Ejército turco después de la invasión de 1974, manteniéndola como un rehén para futuras negociaciones de paz.

A pesar de estas crecientes divisiones y confrontaciones, tanto en Chipre como en su región, Naciones Unidas ha convocado recientemente unas reuniones informales entre las partes implicadas en el proceso de paz de Chipre. Además de los dos líderes chipriotas, las potencias garantes de Chipre, Grecia, Turquía y el Reino Unido, también formarán parte de estas reuniones.

Como indica Mete Hatay, “estos encuentros informales fueron programados después de una reunión celebrada en Berlín en noviembre de 2019 entre los dos líderes chipriotas, pero la llegada de la pandemia global obligó a posponerlas.” Dado el contexto regional, Hatay también cree que “Naciones Unidas quiere usarlas para rebajar las tensiones en el Mediterráneo Oriental”.

Estas reuniones que se deben celebrar a finales de este mes servirán para intentar encontrar una posición de mínimos que satisfaga ambos lados y que pueda servir para retomar las negociaciones de paz. Hatay añade que “un resultado positivo de estas podría llevar a la comunidad internacional a establecer nuevas medidas que fomenten la confianza entre las dos partes. Por otro lado, si no prosperasen, las tensiones en la región podrían incrementar de nuevo”.

A pesar de que la gestión de la pandemia haya mermado la división política de Chipre, estas reuniones pueden representar una nueva oportunidad para volver a la situación previa a la llegada de la pandemia. Uno de los principales objetivos de estas reuniones será la normalización del libre movimiento de la isla, que facilite de nuevo las relaciones entre ambos territorios y sociedades.

Esta mayor normalización en Chipre podría calmar las aguas entre competidores regionales, que después de meses de pandemia, división y polarización pueden demostrar voluntad de entendimiento y de negociación, abandonando momentáneamente discursos hostiles y belicistas.