He aquí las opciones que tiene Obama, sin necesidad de esperar al Congreso, para terminar con el delirio de esta cárcel.

 

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Astrid Riecken/Getty Images

Manifestantes frente a la Casa Blanca piden el cierre de Guantánamo.

 

“Si la Administración Obama utilizara algo de la astucia legal que ha aplicado a la hora de justificar la detención indefinida para cerrar la prisión [de Guantánamo], algo se podría hacer, a pesar de la locura organizada que es nuestra separación de poderes constitucionales”, asegura Noah Feldman, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Harvard. “El presidente puede cerrar la cárcel de Guantánamo cuando quiera, pero no quiere, al menos no por el momento”, escribe Eric Posner, de la Chicago Law School, antes de dar multitud de razones legales para apoyar su tésis.

¿Puede, entonces, cerrarse Guantánamo?

Tras once años en un limbo judicial, la cárcel estadounidense en suelo cubano ha vuelto a saltar a la agenda política: dos tercios de los presos han empezado una huelga de hambre y el Gobierno ha decidido alimentar a la fuerza a aquellos que se encuentran en peor estado. El centro-izquierda estadounidense y la derecha libertaria reprochan al presidente haber ignorado su promesa electoral de 2008 y la firma de 2009 de la orden para cerrar Guantánamo. Obama compareció en la rueda de prensa de sus cien primeros días para hablar del asunto, pero esencialmente echó balones fuera: la culpa es del Congreso, dijo, porque legisla en contra de las opciones viables de cierre de la cárcel.

Las organizaciones de defensa de las libertades civiles e, incluso, informes del Congreso aseguran, sin embargo, que hay pasos concretos que el presidente puede dar sin esperar la connivencia republicana y que, en todo caso, la liberación de la mitad de los presos no peligrosos puede hacerse por orden ejecutiva. Le recuerdan que él es el presidente de Estados Unidos, el hombre más poderoso del mundo. Otros apuntan directamente a que es falso que el Congreso pueda impedirle relocalizar a los presos, por muy difícil que se lo esté poniendo y que, en realidad, Obama está haciendo cálculos de coste político con su inacción.

El presidente está aún acusando el fracaso de la ley sobre el control de armas, que pretendía ser su gran aportación durante el segundo mandato, así que de momento todo lo que ha prometido es relanzar las negociaciones porque, según ha dicho: “Guantánamo es caro y es ineficaz. Daña nuestra imagen internacional y reduce la cooperación con nuestros aliados en los esfuerzos antiterroristas […] y es una herramienta para el reclutamiento de extremistas”.

Estas son algunas opciones que tiene, sin necesidad de esperar al Congreso, para terminar con el delirio de Guantánamo.

1. Liberar a la mitad de los presos

Uno de los asuntos que ha llevado a los prisioneros a la huelga de hambre es el hecho de que más de la mitad de ellos, un total de 85, no tienen ningún motivo para estar ahí. Muchos son personas inocentes que están pudriéndose en vida. A todos, el Ejército los ha declarado “listos para irse”. Entonces, ¿qué lo impide? En 2009, seis presos de origen uigur, de Xinjiang, una región independentista musulmana del oeste de China, fueron enviados a Palay, una isla-Estado del sur del Pacífico. No podían trasladarlos a su país natal por temor a las represalias por parte de Pekín. En general, decenas de presos han sido transferidos con acuerdos similares. ¿Qué pasa con el resto?

El grupo más numeroso es el de los presos yemeníes. El Congreso ha prohibido el traslado, en general, a países en situaciones inestables. Esto ha detenido el envío de 56 de los 85 “listos para irse” a Yemen. Iban a ser enviados en 2010, pero la operación se paralizó tras el intento de atentado contra un avión estadounidense por terroristas yemeníes. Pero el Gobierno del nuevo presidente yemení, Abd Rabbu Mansour, ha tomado medidas contra Al Qaeda. La Casa Blanca podría determinar que es el momento para la repatriación.

Además, Obama, por orden ejecutiva, puede apremiar al Pentágono para acelerar el proceso de revisión de los certificados de salida de los presos sobre los que no hay ningún interés. Hace dos años, firmó la creación del Buro de Revisión Periódica, para determinar qué presos de Guantánamo tenían la detención continuada justificada y, por tanto, los que no la tenían. Prácticamente no se ha utilizado este mecanismo.

Otro frente sería el de utilizar a los tribunales, a través del fiscal. Por ejemplo, dos presos chinos de etnia uigur fueron enviados a El Salvador en 2013 después de que un tribunal determinara que no había motivos para retenerlos. O, al menos, ordenar al Departamento de Justicia que deje de oponerse a los más de 100 casos por violación del habeas corpus que se han presentado relativos a los detenidos.

2. Volver a nombrar un responsable de los traslados

Uno de los motivos que han llevado a la actual huelga de hambre ha sido la pérdida de la esperanza por parte de los presos

“listos para irse”. El detonante fue el hecho de que Obama decidiera no sustituir a Daniel Fried, la persona encargada de negociar con los distintos países la repatriación de los presos.
Saltaron las alarmas: el presidente parecía haber renunciado a cerrar el penal. Las restricciones del Congreso lo hacían demasiado complicado. Ahora, tras la huelga de hambre, la Casa Blanca ha asegurado que está considerando el nombramiento de un reputado diplomático para el puesto. La Unión Americana por las Libertades Civiles ha asegurado que este paso es el primero y el más necesario para empezar a resolver el drama. Básicamente, a día de hoy, y a pesar de la orden firmada por Obama, no hay nadie a cargo de la tarea de cerrar la cárcel.

3. Hacer política… y esperar hasta septiembre

Resulta bochornoso ver, rueda de prensa tras rueda de prensa, al presidente de Estados Unidos mostrarse impotente y culpar al Congreso. Barack Obama es el comandante en jefe del Ejército más poderoso del mundo. Y los detenidos en Guantánamo lo están por el poder concedido al Ejecutivo por el Congreso en tiempos de guerra.

Hacer política significa, en Estados Unidos, convencer a los congresistas con libertad de voto en una dirección o en otra. El presidente parece convencido de que el penal pone más en peligro a su país de lo que lo protege. Debería utilizar ese argumento, o el del elevado coste (casi un millón de euros por preso), o cualquier otro, para tratar de reclutar a los congresistas para la causa. El Ejecutivo y el Legislativo no son independientes. Toda ley del Congreso se cocina antes en los partidos, aunque estos pueden votar en la dirección que deseen. Por otro lado, el Senado no debería ser problema, porque los demócratas tienen mayoría y harían falta sólo diez republicanos del lado del presidente. La negociación en la Cámara sería más complicada, pero hay libertarios que están contra el penal y otros que conocen el coste para el país en poder blando y dólares.

Todo debería hacerse de cara al mes de septiembre, cuando expiran las restricciones draconianas que la Cámara republicana ha impuesto al traslado de presos (como la prohibición de que se usen fondos públicos para trasladarlos a suelo estadounidense para ser juzgados).

4. Intercambiar a los presos

No sería la primera vez que Estados Unidos intenta un intercambio de prisioneros. Lo hacía de forma habitual con los espías capturados por la antigua Unión Soviética. Incluso lo ha intentado ya en esta nueva guerra: aunque al final fue abortada, hubo una iniciativa para intercambiar cinco prisioneros talibán senior por el sargento del Ejército Bowe Berghdal, prisionero de los talibán desde 2009. Cuando EE UU se marche de Afganistán, supuestamente en 2014. Si el conflicto armado con el grupo religioso extremista se calma, las negociaciones quizá puedan reanudarse.

5. Declarar el fin de la guerra contra Al Qaeda

La ley elaborada por el Congreso que regula Guantánamo es de Autorización de Defensa Nacional de 2012, NDAA, y la de Autorización de Uso de la Fuerza Militar elaborada tras los ataques del 11S. Con ellas se otorga poder al presidente para detener a los combatientes enemigos y prohíbe transferirlos a suelo estadounidense. Pero no se dice nada sobre su liberación o traslado. De nuevo, la clave está en los esfuerzos diplomáticos para encontrarles un destino.

Hay otras opciones, más controvertidas. Una de ellas sería declarar el fin de la guerra contra Al Qaeda, que no de las operaciones antiterroristas contra ella. La ley permite la “detención sin juicio bajo las leyes de la guerra hasta el fin de las hostilidades”. Si la guerra termina, pues, los presos podrían ser liberados.

 

 

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