
¿Es posible que consiga su soberanía e independencia?
Quizás el tango tenga razón y veinte años no sean nada, pero desde luego los cuarenta que los saharauis llevan malviviendo en la hamada son, desde cualquier punto de vista, muchos. Sobre todo si, en mitad de la indiferencia internacional, sigue sin atisbarse una salida a corto plazo a su situación en pleno desierto sahariano. Hace hoy cuarenta años que Marruecos, en una astuta maniobra política que supo aprovechar la extrema debilidad de la España de Franco, decidió impulsar la Marcha Verde. Desde entonces ha pasado el tiempo suficiente para saber que:
Marruecos no cederá en su pretensión de ver reconocida su soberanía en el Sáhara Occidental. Durante estos años ha logrado controlar (por la fuerza) el llamado Sáhara útil, blindado por su Ejército tras los muros defensivos y donde se localizan tanto el fosfato como los bancos pesqueros de los que ya se beneficia, sin olvidar la potencial riqueza en hidrocarburos que puede albergar ese territorio. En paralelo, ha ido llenando esas tierras con sus propios colonos (sensibles, obviamente, a los mensajes de Rabat) y ha invertido en cantidades considerables para tratar de atraer incluso a los saharauis que poco pueden esperar ya de sus propios dirigentes. Y todo ello, con abierto desprecio por los derechos humanos de la población local (la operación de castigo desarrollada el 8 de noviembre de 2010 contra los pobladores del campamento de Agdaym Izik es solo una muestra entre muchas) y con la tranquilidad de saber que la comunidad internacional no está dispuesta a ir más allá de meras protestas formales.
La reivindicación de la marroquinidad del Sáhara Occidental se ha convertido en una de las principales bazas empleadas por la monarquía alauí para asegurarse un papel central en la vida política nacional. En su día ya fue entendida por palacio como un elemento fundamental para promover la unidad nacional y para superar las críticas que la propia institución recibía en muchos otros ámbitos. Para Marruecos, en consecuencia, no cabe imaginar un escenario en el que ese territorio quede libre para diseñar su propio futuro (lo que no es incompatible con concederle un limitado nivel de autonomía bajo bandera marroquí).
Los saharauis se han quedado solos en defensa de sus intereses, sin capacidad real para modificar el rumbo trazado desde hace décadas. Ni en el periodo inicial de confrontación armada (hasta 1991) pudieron imponerse militarmente a un oponente superior, ni después han logrado marcar el ritmo de la agenda diseñada por el Plan de Paz auspiciado por la ONU. Baste recordar la imposibilidad de celebrar el previsto referéndum de autodeterminación por las consentidas maniobras de Rabat para impedirlo, sea obstaculizando la elaboración del censo de posibles votantes o dificultando la actuación sobre el terreno de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO). Por si eso fuera poco, y al margen de ...
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