Primero consistía en asaltar barcos en alta mar. Con la
llegada de la era de la información, en copiar y bajarse películas
y música.
Hoy, la nueva frontera de la piratería es la biopiratería, en
la que empresas de países ricos patentan remedios medicinales y cosméticos
usados desde hace siglos en los países pobres por los indígenas.
En 1999, Pure World Botanicals, radicada en Nueva Jersey (EE UU), patentó unos
afrodisiacos derivados de la maca, una planta andina que los peruanos usan
para aumentar la fertilidad. En 2003 el valor del mercado estadounidense de
productos derivados de la maca superaba los 16 millones de euros.

Para evitar que las empresas ricas reivindiquen su derecho sobre remedios
tradicionales, algunas ONGs y unos pocos gobiernos están catalogando
los medicamentos y especies vegetales indígenas en
bases de datos
en
línea. La Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia
mantiene, en shr.aaas.org/tek, una base de datos abierta a los poseedores de
conocimiento tradicional que quieran evitar que otros lo patenten. En la web de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (www.wipo.int/tk/en)
se pueden encontrar enlaces a bases de datos similares. Sin embargo, algunos
expertos dudan de que las bases sean efectivas. Cuando Pat Mooney, director
ejecutivo del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología
y Concentración, tiene una sospecha, consulta una base de datos con
más de 500.000 semillas que gestiona el Grupo Consultivo para la Investigación
Agrícola Internacional (www.singer.cgiar.org), una organización
multinacional de financiación gubernamental. La mayoría de las
entradas no están lo bastante detalladas como para impedir las patentes,
afirma.

Las oficinas de patentes –en EE UU, pero también en Canadá y
Europa– parecen no ser capaces, o no estar interesadas, en profundizar
en estas cuestiones. Mooney ha encontrado 146 patentes de variedades vegetales
previamente documentadas. Algunos expertos temen incluso que las bases de datos
ofrezcan un buen punto de partida para potenciales biopiratas. "Se lo
ponemos en bandeja", afirma Devinder Sharma, presidente del Foro para
la Biotecnología y la Seguridad Alimentaria (Nueva Delhi, India), un
colectivo de científicos, campesinos y ecologistas. En lugar de confiar
en la creación de bases de datos sobre el conocimiento tradicional,
los países en vías de desarrollo deberían seguir el ejemplo
del Gobierno chino, que ha obtenido unas 12.000 patentes de sus medicinas tradicionales.

PÁGINAS DE INTERNET QUE MARCAN TENDENCIAS

Primero consistía en asaltar barcos en alta mar. Con la
llegada de la era de la información, en copiar y bajarse películas
y música.
Hoy, la nueva frontera de la piratería es la biopiratería, en
la que empresas de países ricos patentan remedios medicinales y cosméticos
usados desde hace siglos en los países pobres por los indígenas.
En 1999, Pure World Botanicals, radicada en Nueva Jersey (EE UU), patentó unos
afrodisiacos derivados de la maca, una planta andina que los peruanos usan
para aumentar la fertilidad. En 2003 el valor del mercado estadounidense de
productos derivados de la maca superaba los 16 millones de euros.

Para evitar que las empresas ricas reivindiquen su derecho sobre remedios
tradicionales, algunas ONGs y unos pocos gobiernos están catalogando
los medicamentos y especies vegetales indígenas en
bases de datos
en
línea. La Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia
mantiene, en shr.aaas.org/tek, una base de datos abierta a los poseedores de
conocimiento tradicional que quieran evitar que otros lo patenten. En la web de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (www.wipo.int/tk/en)
se pueden encontrar enlaces a bases de datos similares. Sin embargo, algunos
expertos dudan de que las bases sean efectivas. Cuando Pat Mooney, director
ejecutivo del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología
y Concentración, tiene una sospecha, consulta una base de datos con
más de 500.000 semillas que gestiona el Grupo Consultivo para la Investigación
Agrícola Internacional (www.singer.cgiar.org), una organización
multinacional de financiación gubernamental. La mayoría de las
entradas no están lo bastante detalladas como para impedir las patentes,
afirma.

Las oficinas de patentes –en EE UU, pero también en Canadá y
Europa– parecen no ser capaces, o no estar interesadas, en profundizar
en estas cuestiones. Mooney ha encontrado 146 patentes de variedades vegetales
previamente documentadas. Algunos expertos temen incluso que las bases de datos
ofrezcan un buen punto de partida para potenciales biopiratas. "Se lo
ponemos en bandeja", afirma Devinder Sharma, presidente del Foro para
la Biotecnología y la Seguridad Alimentaria (Nueva Delhi, India), un
colectivo de científicos, campesinos y ecologistas. En lugar de confiar
en la creación de bases de datos sobre el conocimiento tradicional,
los países en vías de desarrollo deberían seguir el ejemplo
del Gobierno chino, que ha obtenido unas 12.000 patentes de sus medicinas tradicionales. –Jaideep
Singh