The Breaking of Nations Order and Chaos in the 21st Century (La ruptura de las naciones. Orden y caos en el siglo XXI)
Robert Cooper
180 págs., Atlantic Books, Londres, 2003 (en inglés)

Of Paradise and Power with a New Afterword.
(Poder y debilidad con nuevo epílogo)

Robert Kagan
180 págs., Vintage Books, Nueva York, 2004 (en inglés)


Robert Cooper, diplomático británico ex asesor de Tony Blair, es actualmente
segundo de a bordo de Javier Solana en el Consejo de la Unión Europea. En 1996
publicó un ensayo titulado El Estado posmoderno y el orden mundial,
que recibió una considerable atención en los medios académicos y diplomáticos
internacionales, mucha más de la que presagiaba su humilde edición en un folleto
de unas decenas de páginas.

El breve boceto de Cooper arrojaba más luz sobre la configuración
del sistema internacional a finales de los 90 que la mayor parte de los libros
de aquellos años sobre el asunto. La prueba del nueve es que, actualizado
y ya en forma de libro, conserva plena vigencia en el mundo posterior al 11-S
y al 11-M. Cooper presenta un mundo dividido en tres áreas. El ámbito
premoderno –con Estados fracasados demasiado frágiles para imponer
su autoridad– es un espacio de desorden y caos del que cita como ejemplos
Somalia, Afganistán y Liberia. En segundo lugar se encuentra el moderno,
donde sigue intacto el sistema clásico basado en la soberanía
de los Estados, nacido con la paz de Westfalia (1648).

La tercera parte del sistema internacional sería el mundo posmoderno.
En Europa nace a partir del Tratado de Roma (1958) con el objetivo de superar
los fracasos del moderno: un equilibrio de poder que cesó de funcionar
como tal y un Estado-nación que llevó el nacionalismo a extremos
de destrucción nunca vistos en el Viejo Continente. En el área
posmoderna la soberanía es compartida y se excluye el uso de la fuerza
en la defensa de los intereses nacionales. Además de los miembros de
la Unión Europea, serían también Estados posmodernos Japón
y Canadá.
EE UU, sin embargo, aunque comparte con estos países la prioridad de
los valores individuales, constituye, según el diplomático británico,
un robusto Estado moderno. De ahí su reticencia a aceptar conceptos posmodernos
como la Corte Penal Internacional (CPI) y el Protocolo de Kioto.

Ahora bien, un mundo tripartito requiere una política de seguridad adaptada
a cada una de sus divisiones. Por eso, dice Cooper, Europa tiene que acostumbrarse
a un doble rasero. Entre sí, los Estados posmodernos se relacionan basándose
en el cumplimiento de las normas y la cooperación en materia de seguridad. Sin
embargo, fuera de los límites de la posmodernidad, los europeos deben mantener
los métodos de una era anterior, incluido el uso de la fuerza, para tratar con
Estados no por anticuados menos peligrosos. En la selva no queda más remedio
que emplear la ley de la selva.

Ya antes de su publicación en forma de libro junto con otros dos trabajos,
este ensayo alcanzó notoriedad mundial a raíz de las frecuentes citas que de
él hizo Robert Kagan en su Of Paradise and Power (Poder y debilidad).
Quedaba abierta una jugosa conversación trans-atlántica entre los dos autores,
que ha tenido continuidad en la obra reciente de Cooper y en el nuevo epílogo
–casi tan amplio como el ensayo original– de Kagan. Ambos reflexionan
desde perspectivas muy diferentes: uno, desde los Estados Unidos hegemónicos,
y el otro, desde la Europa posmoderna, pero comparten un común análisis sobre
los desafíos de los países occidentales en este nuevo siglo. Sus itinerarios
ideológicos son dispares: Robert Kagan no se sentiría incómodo con la definición
de neoconservador que de él hace Irving Kristoll ("un progresista atracado por
la realidad"); Robert Cooper se define como un neoidealista, es decir,
alguien que cree en los beneficios de mayores cotas de gobierno mundial, pero
que no se engaña sobre las realidades presentes y sus peligros.

¿No comparten, en el fondo, un mismo vigoroso liberalismo? La respuesta
es que, a pesar de sus afinidades, aún les separa una cuestión
básica. Para el británico, la Europa posmoderna es progreso –aunque
no se engañe sobre sus debilidades– y un ejemplo para el mundo.
Cree en el multilateralismo y considera que, con sus defectos, Naciones Unidas
es aún la fuente más poderosa de legitimidad a la hora de considerar
el uso de la fuerza. Y cita a alguien tan improbable como Napoleón al
afirmar que nada permanente se puede fundar sobre la fuerza. Al final, una paz
duradera y aceptable para todos sólo puede alcanzarse creando legitimidad.
Para Kagan, Europa está en el ciclo descendente de su historia. No tiene
capacidad de poder porque ha perdido la voluntad de poder. Haber estado al borde
del suicidio en las dos guerras mundiales ha incitado a los europeos a crear
un paraíso posmoderno a salvo de las inclemencias de la historia. Pero
la insistencia europea en el derecho sólo esconde su debilidad, ya que
no es posible concebir un oasis de legalidad en un mundo regido por las relaciones
de fuerza. En esta visión del estadounidense, la ONU es un instrumento
más de la política de poder. Estados Unidos será multilateralista
mientras pueda y unilateralista cuando deba.

Ahora bien, el propio Kagan ha revisado su argumentación tras la experiencia
de Irak. Ahora reconoce que la legitimidad es una fuente de poder, a veces más
persuasiva que la fuerza, y que EE UU no podrá sostener a largo plazo
la guerra contra el terrorismo sin la inyección de legitimidad que sólo
Europa puede proporcionarle. Para Cooper, este cambio de enfoque es una gran
noticia; para Kagan, una tragedia: los europeos pueden conseguir que EE UU se
debilite, y el resultado será una disminución del poder total
que el mundo democrático-liberal puede movilizar en su defensa.

No deja de ser paradójico este cambio de papeles: el tradicional optimismo
histórico estadounidense se troca en pesimismo, mientras que el escepticismo
europeo acaba con una nota de esperanza. Pero Cooper no quiere dejarse llevar
por falsas ilusiones. Su libro no es una gran construcción teórica sino una
guía práctica para orientarse en un mundo peligroso sin renunciar por ello a
los ideales europeos. Contribuye así a crear una doctrina europea original y
no importada, y no en vano la Estrategia Europea de Seguridad, que promovió
Javier Solana, lleva su impronta de principio a fin. Se trata de una visión
que recoge en toda su profundidad lo que, a juicio de Jorge Santayana, era el
más esencial mensaje del Quijote: que "el idealismo malgasta su fuerza
cuando no conoce la realidad de las cosas".

CRÍTICAS DE LOS LIBROS MÁS DESTACADOS PUBLICADOS EN EL MUNDO.

Conversación transatlántica. Fidel
Sendagorta


The Breaking of Nations.
Order and Chaos in the 21st Century (La ruptura de las naciones. Orden y caos en el siglo xxi)
Robert Cooper
180 págs., Atlantic Books, Londres, 2003 (en inglés)

Of Paradise and Power with a New Afterword.
(Poder y debilidad con nuevo epílogo)
Robert Kagan
180 págs., Vintage Books, Nueva York, 2004 (en inglés)


Robert Cooper, diplomático británico ex asesor de Tony Blair, es actualmente
segundo de a bordo de Javier Solana en el Consejo de la Unión Europea. En 1996
publicó un ensayo titulado El Estado posmoderno y el orden mundial,
que recibió una considerable atención en los medios académicos y diplomáticos
internacionales, mucha más de la que presagiaba su humilde edición en un folleto
de unas decenas de páginas.

El breve boceto de Cooper arrojaba más luz sobre la configuración
del sistema internacional a finales de los 90 que la mayor parte de los libros
de aquellos años sobre el asunto. La prueba del nueve es que, actualizado
y ya en forma de libro, conserva plena vigencia en el mundo posterior al 11-S
y al 11-M. Cooper presenta un mundo dividido en tres áreas. El ámbito
premoderno –con Estados fracasados demasiado frágiles para imponer
su autoridad– es un espacio de desorden y caos del que cita como ejemplos
Somalia, Afganistán y Liberia. En segundo lugar se encuentra el moderno,
donde sigue intacto el sistema clásico basado en la soberanía
de los Estados, nacido con la paz de Westfalia (1648).

La tercera parte del sistema internacional sería el mundo posmoderno.
En Europa nace a partir del Tratado de Roma (1958) con el objetivo de superar
los fracasos del moderno: un equilibrio de poder que cesó de funcionar
como tal y un Estado-nación que llevó el nacionalismo a extremos
de destrucción nunca vistos en el Viejo Continente. En el área
posmoderna la soberanía es compartida y se excluye el uso de la fuerza
en la defensa de los intereses nacionales. Además de los miembros de
la Unión Europea, serían también Estados posmodernos Japón
y Canadá.
EE UU, sin embargo, aunque comparte con estos países la prioridad de
los valores individuales, constituye, según el diplomático británico,
un robusto Estado moderno. De ahí su reticencia a aceptar conceptos posmodernos
como la Corte Penal Internacional (CPI) y el Protocolo de Kioto.

Ahora bien, un mundo tripartito requiere una política de seguridad adaptada
a cada una de sus divisiones. Por eso, dice Cooper, Europa tiene que acostumbrarse
a un doble rasero. Entre sí, los Estados posmodernos se relacionan basándose
en el cumplimiento de las normas y la cooperación en materia de seguridad. Sin
embargo, fuera de los límites de la posmodernidad, los europeos deben mantener
los métodos de una era anterior, incluido el uso de la fuerza, para tratar con
Estados no por anticuados menos peligrosos. En la selva no queda más remedio
que emplear la ley de la selva.

Ya antes de su publicación en forma de libro junto con otros dos trabajos,
este ensayo alcanzó notoriedad mundial a raíz de las frecuentes citas que de
él hizo Robert Kagan en su Of Paradise and Power (Poder y debilidad).
Quedaba abierta una jugosa conversación trans-atlántica entre los dos autores,
que ha tenido continuidad en la obra reciente de Cooper y en el nuevo epílogo
–casi tan amplio como el ensayo original– de Kagan. Ambos reflexionan
desde perspectivas muy diferentes: uno, desde los Estados Unidos hegemónicos,
y el otro, desde la Europa posmoderna, pero comparten un común análisis sobre
los desafíos de los países occidentales en este nuevo siglo. Sus itinerarios
ideológicos son dispares: Robert Kagan no se sentiría incómodo con la definición
de neoconservador que de él hace Irving Kristoll ("un progresista atracado por
la realidad"); Robert Cooper se define como un neoidealista, es decir,
alguien que cree en los beneficios de mayores cotas de gobierno mundial, pero
que no se engaña sobre las realidades presentes y sus peligros.

¿No comparten, en el fondo, un mismo vigoroso liberalismo? La respuesta
es que, a pesar de sus afinidades, aún les separa una cuestión
básica. Para el británico, la Europa posmoderna es progreso –aunque
no se engañe sobre sus debilidades– y un ejemplo para el mundo.
Cree en el multilateralismo y considera que, con sus defectos, Naciones Unidas
es aún la fuente más poderosa de legitimidad a la hora de considerar
el uso de la fuerza. Y cita a alguien tan improbable como Napoleón al
afirmar que nada permanente se puede fundar sobre la fuerza. Al final, una paz
duradera y aceptable para todos sólo puede alcanzarse creando legitimidad.
Para Kagan, Europa está en el ciclo descendente de su historia. No tiene
capacidad de poder porque ha perdido la voluntad de poder. Haber estado al borde
del suicidio en las dos guerras mundiales ha incitado a los europeos a crear
un paraíso posmoderno a salvo de las inclemencias de la historia. Pero
la insistencia europea en el derecho sólo esconde su debilidad, ya que
no es posible concebir un oasis de legalidad en un mundo regido por las relaciones
de fuerza. En esta visión del estadounidense, la ONU es un instrumento
más de la política de poder. Estados Unidos será multilateralista
mientras pueda y unilateralista cuando deba.

Ahora bien, el propio Kagan ha revisado su argumentación tras la experiencia
de Irak. Ahora reconoce que la legitimidad es una fuente de poder, a veces más
persuasiva que la fuerza, y que EE UU no podrá sostener a largo plazo
la guerra contra el terrorismo sin la inyección de legitimidad que sólo
Europa puede proporcionarle. Para Cooper, este cambio de enfoque es una gran
noticia; para Kagan, una tragedia: los europeos pueden conseguir que EE UU se
debilite, y el resultado será una disminución del poder total
que el mundo democrático-liberal puede movilizar en su defensa.

No deja de ser paradójico este cambio de papeles: el tradicional optimismo
histórico estadounidense se troca en pesimismo, mientras que el escepticismo
europeo acaba con una nota de esperanza. Pero Cooper no quiere dejarse llevar
por falsas ilusiones. Su libro no es una gran construcción teórica sino una
guía práctica para orientarse en un mundo peligroso sin renunciar por ello a
los ideales europeos. Contribuye así a crear una doctrina europea original y
no importada, y no en vano la Estrategia Europea de Seguridad, que promovió
Javier Solana, lleva su impronta de principio a fin. Se trata de una visión
que recoge en toda su profundidad lo que, a juicio de Jorge Santayana, era el
más esencial mensaje del Quijote: que "el idealismo malgasta su fuerza
cuando no conoce la realidad de las cosas".

Fidel Sendagorta es diplomático
español.