Las guerras internas, los desafíos y el futuro de la organización que aglutina a los amos del petróleo.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) tiene mala fama, herencia de una historia plagada de decisiones equivocadas, desde injerencia política para castigar a Israel hasta la mala gestión de mercados de crudo que catalizaron varias fluctuaciones muy dañinas para la economía global. Desde hace un tiempo su protagonismo ha disminuido, aunque el cártel sigue y seguirá jugando un papel fundamental en la economía mundial.

AFP/Getty Images
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“La OPEP manipula los precios”

En el sentido muy literal, sí. Pero no con la finalidad egoísta de aumentarlos. La misión de este cártel es coordinar la producción de sus países miembros para “estabilizar los mercados de petróleo” y así lograr garantizar a los consumidores un suministro estable y eficiente, a los productores un ingreso seguro y a los inversionistas una rentabilidad justa. En la práctica, la OPEP acuerda la producción total de crudo de sus miembros, que equivale más o menos a un tercio del suministro global, o sea, unos 30 millones de barriles al día. Y luego acuerda cuotas de producción para cada país. Los precios internacionales, como los de cualquier mercado, oscilan de acuerdo a la oferta y demanda y, por tanto,  las decisiones de la OPEP y su cumplimiento seguirán determinando gran parte del mercado.

Su gestión e incumplimiento de cuotas, sin embargo, han causado grandes desajustes de la economía global a lo largo de la historia, a veces produciendo mucho y a veces muy poco, por lo que con los años ha aprendido a las malas que sus intereses económicos están mejor protegidos con un crecimiento económico global sostenible, lo cual implica precios en un rango asumible para ambos lados.

De hecho, la OPEP ha sido un socio ideal de los consumidores durante la crisis en la gestión de los mercados energéticos. Y eso es simplemente porque el cártel también necesita una pronta y robusta recuperación económica global, siempre y cuando los precios no amenacen la estabilidad fiscal de sus miembros.

 

“La influencia del cártel se debe a su unidad”

No. Hay pocas organizaciones más divididas en la tierra. La OPEP fue fundada en 1960 por Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudí y Venezuela. Desde entonces, algunos países han entrado y salido, y otros han suspendido su membrecía, pero los que completan la lista actual son Catar, Libia, los Emiratos Árabes Unidos, Argelia, Nigeria, Ecuador y Angola. Hay varios frentes abiertos en la OPEP. El más importante es la rivalidad, más bien la enemistad, entre Arabia Saudí e Irán. Están envueltos en una guerra proxy (a través de intermediarios) asimétrica en Siria y posiblemente en Irak. Riad de hecho a facilitado las sanciones de Estados Unidos y Europa al compensar la disminución del crudo iraní. Sin embargo, en el futuro las relaciones entre Irak y Arabia Saudí serán más determinantes. Bagdad y Riad están enfrentadas por temas sectarios, pero también por su industria petrolera.

Aparte de las diferencias geopolíticas, la organización está dividida en torno a cuál debe ser el suelo para el precio del barril. Existe un ala que tradicionalmente apoya recortes de producción, aunque estos países liderados por Venezuela e Irán también son los que tienen menos capacidad para influir en el suministro, por un lado, porque su producción está lejos de recuperar años de deterioro de su industria y, por otro,  porque además son los que normalmente ignoran sus cuotas. Sin embargo, prevalece normalmente lo que decide Arabia Saudí, unilateralmente o en coordinación con el bando que lidera dentro de la OPEP, que requiere de un precio mínimo de barril mucho más bajo. De hecho, los países del Golfo están disfrutando la bonanza, aún a precios en torno a 100 dólares el barril, mientras que países como Venezuela e Irán están sufriendo por mantener sus economías a flote, a pesar de sus enormes ingresos de la industria petrolera.

 

“La organización perderá relevancia geopolítica”

Sin duda, pero seguirá siendo determinante. Hay varios motivos. El más importante es que su suministro como proporción de la demanda global disminuirá en los próximos años, a medida que aumenta la producción de países fuera de la OPEP, sobre todo en EE UU con el boom de los esquistos, pero también en Canadá con sus reservas no convencionales, en Brasil en aguas profundas y en otros países con aumentos más discretos. Según la propia OPEP, podría perder casi un 8% de su participación de mercado, o sea, 2 millones de barriles de crudo por día (bpd) menos, que equivale a lo que Nigeria produce. Entiéndase por tanto que seguirán controlando cerca a un tercio del mercado global, simplemente un poco menos. Esto sucederá mientras Libia e Irak, sobre todo, pero también países africanos y potencialmente Irán, recuperan parte de su capacidad perdida por  los conflictos internos. El desajuste indiscutiblemente obligará a la OPEP a reducir su suministro. Y esta tendencia continuará a medida que entran en operación múltiples desarrollos todavía en pañales, como en Argentina, Angola o alrededor del Mar Caspio, que sin duda seguirán reduciendo la demanda de oro negro de la OPEP, y con ello, su influencia geopolítica.

La disparidad dentro del cártel en términos de la capacidad real para abrir y cerrar el grifo del petróleo también perjudicará a la organización. Básicamente, solo Arabia Saudí tiene capacidad nominal, como se comprobó en los últimos tres años, para regular la producción. Cuando hay escasez o precios altos, el reino saudí aumenta la producción a discreción, como ha hecho hasta máximos históricos de más de 10 millones bpd durante varios meses de 2013. Aún más, en el futuro Irán, Irak y Libia van a aumentar su producción lo máximo posible, lo cual quiere decir que aunque el resto del cártel recorte nominalmente su producción, será también Arabia Saudí la que tenga que absorber la mayoría del recorte.

Dicho esto, Riad durante más de dos años ha sido la más beneficiada de los problemas de sus socios al compensar por su reducida producción. Además tiene reservas económicas de más de 700.000 millones de dólares (unos 500.000 millones de euros), por lo que tiene margen. Es decir, la capacidad de gestión de mercados del petróleo –también medido en capacidad inutilizada de producción– se concentra prácticamente en Arabia Saudí, por lo que la influencia geopolítica se concentra en ese país, más que en la organización.

Finalmente, las peleas internas hacen imposible alianzas con fines más allá del precio del barril, por lo que nuevamente el poder político radica más en las capitales.

 

“La OPEP está en contra de las energías renovables y de nuevas tecnologías como los esquistos”

Para nada. Para empezar, las energías renovables no amenazan al petróleo porque no son usadas en el sector transporte, que se alimenta sobre todo de crudo. Los biocombustibles tienen un impacto muy reducido en los mercados globales y están localizados. En términos de renovables para el sector eléctrico, la OPEP está encantada. Muchos de sus miembros, sobre todo los del Golfo Pérsico, están invirtiendo fuertemente es plantas solares. Para esos países, más que otros, son económicamente más rentables porque sustituyen generación eléctrica a base de petróleo, que es más valioso al exportarse, y gas, el cual muchos países carecen en suficiente cantidad.

Es difícil pensar que la OPEP no está preocupada por las alternativas a su barriles, pero no está alarmada. Por un lado, el aumento de consumo es tal que los países productores por sí solos no podrían satisfacerla. El mundo, la OPEP incluida, necesitaba urgentemente el suministro adicional. De hecho, los multimillonarios fondos del Golfo están invirtiendo cada vez más en la explotación de petróleo de esquistos, aguas profundos y petróleo no convencional que en teoría compiten con su suministro. Dividen sus apuestas para limitar sus pérdidas.

Todas las nuevas tecnologías y renovables que están desplazando los barriles de la OPEP son muy costosos y requieren que los precios del crudo no bajen demasiado para que su explotación sea rentable. El suelo está más o menos por los 80 dólares por barril, es decir, el alto coste de explotación de las energías alternativas es tan alto que el precio del petróleo está indirectamente protegido por ellas.

Es difícil calcular exactamente qué papel jugará la OPEP de aquí a 20 años, porque lo definirán la evolución del consumo global energético y del desarrollo de alternativas al petróleo del cártel, ya sea petrolero o de fuentes no fósiles. No hay certeza, por ejemplo, sobre la vida útil de las explotaciones de petróleo de esquistos, ni tampoco sobre su papel fuera de EE UU, como Europa, Argentina y China. También hay incertidumbre sobre las fuentes renovables, sobre todo en Medio Oriente.

En todo caso, la OPEP seguirá teniendo las reservas y producción de petróleo más grande y más rentable del planeta, por lo que su papel seguirá siendo determinante, aún si la dependencia global sobre sus productos disminuye. Las divisiones internas no tienen arreglo rápido, por lo que la organización limitará su actividad al precio del petróleo cada vez más, pero dado que sus economías tienden a aumentar su dependencia sobre los mercados mundiales, su gestión seguirá coincidiendo –a grandes rasgos y con algunos inevitables sobresaltos– con los intereses económicos de los países consumidores.

 

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