Milicias antibalaka en sesión de entrenamiento. (Pacome Pabandji/AFP/Getty Images)
Milicias antibalaka en sesión de entrenamiento. (Pacome Pabandji/AFP/Getty Images)

Claves para evitar que las tensiones y la violencia se intensifiquen en el país.

La violencia no solo continúa, sino que en Bangui las milicias juveniles se ven envueltas cada día en actos criminales y la tensión entre las comunidades ha alcanzado un pico muy alto. Mientras tanto, en las provincias, varios grupos de combatientes de la ex Seleka y de milicianos antibalaka se están uniendo en un intento de marchar hacia Bangui en busca de una confrontación. Hasta ahora las fuerzas internacionales han logrado evitar que algunos de los combatientes lleguen a la capital, pero estos no han abandonado su objetivo de desestabilizar la transición. En este contexto se han pospuesto las elecciones, pensadas para que se celebraran en octubre. Los comicios tendrán lugar, finalmente, a diciembre (la primera vuelta) y enero de 2016 (la segunda).

Los combatientes que se dirigen a la capital podrían tomar Bangui y provocar nuevos enfrentamientos entre comunidades, tanto en la capital como en las provincias. La toma del poder por parte de la Seleka en 2013 marcó un giro fundamental del panorama político tradicional del país. Por primera vez desde la independencia, una fuerza originada en el norte y el este tomaba las riendas del poder. A raíz del golpe de Estado, la parte occidental fue testigo de la persecución generalizada de los musulmanes por las milicias antibalaka, forzando su salida de la región y alimentando tanto el deseo de venganza como el surgimiento de un discurso a favor de la partición en el este. Hoy, el conflicto entre la ex Seleka y los antibalaka está agravado por un enfrentamiento entre comunidades armadas.

Las fuerzas internacionales lograron, a comienzos de octubre, detener el avance de los milicianos de Noureddine Adam (líder del Frente Popular para el renacimiento de la República Centroafricana, FPRC, la facción más dura de la ex Seleka) a 150 kilómetros de Bangui. El éxito de las fuerzas internacionales en este sentido, sin embargo, no excluye otros intentos similares por parte de los grupos armados. En este contexto, la precipitada organización de elecciones promovida por la comunidad internacional solo servirá para avivar una mayor inestabilidad. Hoy en día la prioridad es debilitar la influencia de los grupos armados en todo el país y crear un consenso, que todavía no existe, alrededor del proceso electoral. Para lograrlo, se debe aumentar rápidamente el número de soldados franceses de la operación Sangaris y de tropas de la ONU, y habría que retrasar las elecciones hasta 2016 con el fin de que se celebren en un clima de paz y de promover una estabilidad sostenible.

La violencia que se vio en Bangui a finales de septiembre, y que dejó unos 70 muertos, cientos de heridos y más de 40.000 desplazados, por desgracia podría ser solo el comienzo. La muerte de un conductor musulmán de mototaxi en la capital a finales de septiembre desencadenó un ciclo de enfrentamientos violentos entre las comunidades, y provocó la ira contra el Gobierno de transición y la presencia internacional en el país. La llamada a la desobediencia civil por los líderes de la sociedad civil y los saqueos generalizados generaron una atmósfera de inseguridad que fue instrumentalizada por los dirigentes antibalaka, partidarios del que fuera presidente, François Bozizé (2003-2013), y los dirigentes de la ex Seleka.

Esta inseguridad trae a la mente de los ciudadanos de la CAR y de los trabajadores humanitarios una realidad muy familiar para ellos y que es a menudo ignorada por algunos miembros de la comunidad internacional: la capital no es segura y los milicianos siguen controlando varios barrios. Las recomendaciones adoptadas en el foro de reconciliación nacional de Bangui en mayo de 2015 todavía no se han aplicado, debido principalmente a la falta de medios, de voluntad política y de consenso entre los grupos armados y dentro de las élites políticas de la CAR. El acuerdo de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) firmado en el foro nunca se materializó y las tensiones entre comunidades musulmanas y no musulmanas siguen siendo altas, tanto en la capital como en el oeste y centro del país.

La violencia en la que se sumió Bangui y las manifestaciones que siguieron, todo lo cual sucedió mientras la presidenta de transición de la CAR, Catherine Samba Panza, se encontraba en Nueva York para participar en una reunión paralela sobre la crisis en la República Centroafricana durante la Asamblea General de la ONU, revelan la estrategia de desestabilización y el oportunismo de ciertos políticos y actores de la sociedad civil, incluyendo partidarios de Bozizé y seguidores de la ex Seleka. La violencia y los disturbios civiles, no obstante, deben ser tomados en serio, ya que reflejan un fuerte descontento. En primer lugar, una insatisfacción con las fuerzas internacionales que, después de casi dos años desde el lanzamiento de la misión francesa Sangaris y a pesar del despliegue de unos 10.000 cascos azules, aún no han logrado asegurar la capital o la carretera principal del país. En segundo lugar, una insatisfacción con el Gobierno de transición que en el foro de Bangui prometió mucho pero ha cumplido poco.

La hoja de ruta para la transición, que trazaba planes para el desarme, la desmovilización y la reintegración de los milicianos después del foro de Bangui y antes de las elecciones, ha descarrilado completamente. El proceso de DDR se ha pospuesto para después de las elecciones y los propios comicios se están organizando en condiciones problemáticas, incluyendo dificultades técnicas y financieras, así como preocupaciones políticas y de seguridad.

En la actualidad el estancamiento político y comunitario corre el riesgo de desencadenar un nuevo estallido de violencia. De hecho, los grupos de combatientes de la ex Seleka cercanos a Noureddine Adam y a su facción, la FPRC, se han ido reuniendo desde junio de 2015 cerca de Kaga-Bandoro, a más de 300 kilómetros al noreste de Bangui, y a principios de octubre trataron de llegar a la capital utilizando rutas alternativas para evitar ciudades bajo control de las fuerzas internacionales. Estas fuerzas se enfrentaron con combatientes de la ex Seleka los días 10 y 11 de octubre a pocos kilómetros de Sibut, ubicado al noreste de Bangui, y detuvieron temporalmente su avance. Si bien estos enfrentamientos han causado numerosas bajas en las filas rebeldes, la capacidad desestabilizadora de estos grupos armados se mantiene casi intacta y sin duda hay en marcha preparativos para nuevos ataques. Varios grupos de milicianos antibalaka están a su vez reuniéndose en diversas ciudades del oeste del país, incluyendo Bossangoa, al noreste de Bangui, y Berberati, en el suroeste. Su objetivo es siempre el mismo: llegar a la capital para apoyar a los jóvenes militantes antibalaka y expulsar a los musulmanes. Algunos de ellos, de hecho, tomaron parte en la violencia en Bangui a finales de septiembre antes de regresar a sus casas. En la actualidad, el principal riesgo no es un golpe de Estado, sino los renovados enfrentamientos mortales entre comunidades tanto en la capital como en las provincias.

Son muchas las medidas que deberían implementar las autoridades de la CAR y los socios internacionales con el fin de evitar una intensificación de las tensiones y la violencia entre los grupos armados, y para garantizar un clima de paz que conduzca a las elecciones, según señala International Crisis Group en un informe.

Reforzar las fuerzas internacionales. Aumentar el número de tropas francesas (la fuerza más disuasoria que hay ahora sobre el terreno) y los cascos azules, y ampliar su capacidad de control de multitudes. Iniciar el proceso de desarme, desmovilización y reintegración de los grupos armados dispuestos a ello. Detener y procesar a los líderes de la antibalaka y la ex Seleka sospechosos de haber participado en el reciente recrudecimiento de la violencia. Finalizar el presupuesto electoral, formular claramente los criterios de elegibilidad de los candidatos en las elecciones legislativas y presidenciales y las posibilidades de apelación de acuerdo con la ley electoral, y reafirmar públicamente el derecho de los musulmanes de la CAR a votar. Promover los esfuerzos de reconciliación entre las comunidades, concretamente a través de la revitalización del intercambio económico en el ámbito local, el anuncio de planes de desarrollo para las regiones periféricas del país y la preparación de un plan de inversión masiva en el sector de la educación, que debe incluir la enseñanza de la tolerancia.

 

El artículo original ha sido publicado por International Crisis Group