Nombres como Total, ExxonMobil, British Petroleum o Shell resultan fácilmente  identificables por una buena parte de la opinión pública como empresas dedicadas a la extracción y comercialización de recursos energéticos. En los últimos años, sin embargo, compañías como Glencore, Vitol, Trafigura y Gunvor se han ido posicionando en el sector como actores intermediarios en la compra-venta de crudo.

 

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El pasado octubre se hacía público el acuerdo mediante el cual la compañía estatal rusa Rosneft, que en la actualidad ya es la mayor petrolera rusa, se podría convertir  también en la mayor empresa petrolera del mundo cotizada en Bolsa. Rosneft se ha comprometido a adquirir el cien por cien de la propiedad de la compañía TNK-BP,  perteneciente,  a partes iguales, a un grupo de oligarcas rusos y a la empresa británica BP –que conseguirá así liquidez para afrontar las multas impuestas tras el vertido en el Golfo de México-. Las futuras dimensiones de la compañía pública Rosneft consolidarán el control directo del Kremlin sobre los recursos energéticos del país, cerrándose, en cierto modo, la reconfiguración del sector emprendida por Putin en 2003 con el traumático desmantelamiento de Yukos.

El acuerdo entre Rosneft y TNK-BP no ha sido la única noticia significativa que se ha conocido este otoño en el sector de los hidrocarburos rusos. A comienzos de octubre se hacían públicos los contratos de exportación de crudo que la compañía adjudica cada seis meses para comercializar su oro negro. A diferencia de otras poderosas petroleras –como Shell o ExxonMobil-, Rosneft no cuenta con una desarrollada división de exportación y ha de adjudicar a otras empresas la comercialización del petróleo que produce. En los últimos años, era Gunvor la que se beneficiaba de los contratos más importantes, con base dedicada a la intermediación de petróleo y codirigida por el ruso Gennady Timchenko. Gunvor controlaba en torno a un tercio de las exportaciones totales del crudo ruso. Una posición dominante que según algunas informaciones –como las publicadas hace unos meses por la revista The Economist– se fundamentaba en la buena relación entre Timchenko y Vladímir Putin, antiguos compañeros en el KGB –el presidente de Rosneft, Igor Sechin, también es un siloviki (persona influyente)-.

Las compañías más beneficiadas por estos nuevos contratos han sido dos empresas -Vitol y Glencore-  dedicadas, como, Gunvor a la intermediación en la compra-venta de materias primas energéticas, en especial de petróleo. Ambas controlarán en los próximos meses buena parte del crudo ruso destinado al mercado de las refinerías europeas: si se confirmase que han pagado altos precios para hacerse con los contratos, el valor futuro del oro negro podría verse condicionado al alza.

Junto con Trafigura, esas tres compañías  -Vitol, Glencore y Gunvor- concentran una parte nada despreciable –y creciente- del comercio del petróleo mundial. Las cuatro comparten además unas cuantas características:

El balneario fiscal y político suizo: las cuatro tienen su sede central Suiza. No cuesta entender el porqué: son de sobra conocidos los beneficios fiscales y la facilidad para realizar transacciones financieras que ofrece el país. Pero no son las únicas ventajas. Suiza cuenta con una política exterior distinta de la Unión Europea: no se ha sumado, por ejemplo, a las sanciones contra Irán acordadas por la UE y EE UU. Esto podría haber permitido, según la agencia Reuters, que Vitol comprase cantidades significativas de crudo iraní para vendérselo a compradores chinos.

Opacidad: Si hay algo que comparten las Cuatro Grandes compañías dedicadas a la intermediación de petróleo es la opacidad de sus operaciones, volumen de negocio y beneficios anuales. En los últimos meses, sin embargo, se han ido conociendo algunos datos sobre algunas de estas empresas. En  mayo de 2011,  Glencore comenzó a cotizar en Bolsa un pequeño porcentaje de sus acciones y se vio obligada a publicar algunas cifras internas. Fue entonces cuando supimos que su consejero delegado, el australiano Ivan Glasenberg poseía una fortuna de más de 6 mil millones de euros y que el codirector de la empresa encargado de la división de zinc, plomo y cobre, el donostiarra Daniel Maté, era uno de los españoles más ricos, con un patrimonio estimado en unos 4 mil millones de euros. En septiembre de este año,  Gunvor daba a conocer por primera vez en su historia los beneficios que había obtenido en el ejercicio anterior: unos 400 millones de dólares en 2011.

En los últimos años se han producido algunos tímidos intentos para regular la especulación financiera. Dichas medidas no afectan a estas compañías intermediarias: su negocio es la especulación de materias primas, sobre todo energéticas. Su capacidad de compra, flota de transporte y posibilidades de almacenamiento les permiten disponer del crudo el tiempo necesario para conseguir el alza deseado en los precios de venta. Un modo de operar similar al de las grandes intermediarias en el comercio de granos, como Cargill.

¿Cambio de estrategia?: En los últimos meses, Glencore ha mantenido negociaciones para fusionarse con la compañía minera Xstrata. Uno de los obstáculos que ha de superar esa fusión es el cuasi monopolio minero que ostentaría en varios mercados, por lo que tiene que obtener el visto bueno –probablemente sujeto a condiciones- de las autoridades anti competencia europeas, chinas y sudafricanas. Por su parte, Gunvor anunciaba hace unos meses la adquisición de dos refinerías de petróleo, una en Alemania y otra en Bélgica. Uno de los propietarios de Gunvor ha afirmado que su modelo de expansión ideal es el de Glencore: es decir, la diversificación de negocios que permita a estas empresas consolidar su posición en cada vez más eslabones de la cadena de extracción, distribución y refinado de crudo, sin descartar la adquisición de activos en otros sectores, como la minería.

Inestabilidad, rentabilidad: Vitol jugó un papel importante en el conflicto libio proveyendo de petróleo a los rebeldes –con la mediación del ministro inglés para el Desarrollo Internacional, un ex trader petrolero-. A cambio consiguió importantes contratos de distribución del oro negro libio. Un dirigente de la compañía de crudo libio definió a las empresas intermediarias, que con Gadafi no obtenían contratos directos, como “un mal necesario”.

Los sanciones a Irán, los conflictos recientes en varios países árabes -Egipto, Túnez, Libia, Siria y Yemen-, o las tensiones entre Sudán y Sudán del Sur han demostrado ser beneficiosos para los intereses de estas compañías intermediarias. También en cierto sentido la crisis financiera y bancaria, como indican los negocios de Vitol y de Glencore con Grecia.  La delicada situación griega no asegura, precisamente, a los acreedores internacionales un futuro pago de sus deudas. Esta incertidumbre  –alimentada por la indecisión de la Unión Europea a la hora de tomar medidas definitorias- no ha asustado ni a Vitol ni a Glencore, dispuestas además a ofrecer una financiación a sus clientes que antes ofrecían los grandes bancos. Se calcula que entre ambas compañías han facilitado una línea de crédito de unos 300 millones de euros al Estado griego para que pueda comprar el petróleo que ambas empresas le venderán: Glencore y Vitol operan al mismo tiempo como proveedores de crudo y como banqueros -contribuyendo a la incertidumbre sobre el riesgo sistémico del shadow-banking-. La retirada de muchos grandes bancos del mercado de las commodities ha dejado el campo libre para la entrada en juego de las grandes empresas intermediarias: las pequeñas y medianas intermediarias, por el contrario, están sufriendo esta escasez de crédito. A cambio de su financiación y su oro negro, Glencore y Vitol pueden negociar altos precios que (salvo que se produzca una –no descartable- suspensión de pagos del país) terminarán pagando todos los griegos.

 

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