Cómo dar a Zimbabue el empuje que necesita sin impulsar al dictador.

Extraña pareja: Los donantes quieren ayudar a Zimbabue, pero sin que el dinero caiga en manos de Mugabe.

De manera lenta pero segura, Zimbabue está mostrando signos de vida. A principios de este año se creó finalmente un gobierno de unidad que “casó” a la oposición del Movimiento para el Cambio Democrático (MDC, en sus siglas en inglés) y al partido gobernante, el Zanu-PF del presidente Robert Mugabe. Aunque persiste aún una encarnizada y paralizante lucha por el poder –a menudo de manera pública–, hay también una profunda diferencia que proporciona esperanzas: la presencia de individuos en puestos de autoridad que están intentando ayudar activamente a la gente de este destrozado país. El líder del MDC, convertido ahora en primer ministro, Morgan Tsvangirai, parece ser plenamente consciente de que se encuentra en una carrera contrarreloj. Pero, como él mismo afirmó durante las concentraciones del 1 de mayo, “este gobierno está arruinado”, y es cada vez más evidente que sin que se produzcan reformas serias puede que la ayuda no se ponga nunca en camino.Estas son malas noticias para todos, pero especialmente para Tsvangirai y su MDC. Si estos recién llegados no mejoran las cosas relativamente rápido, se arriesgan a ser considerados partícipes del desgobierno de Mugabe. Desesperados por encontrar fondos, Tsvangirai y otros ministros de su patido han comenzado un tour mundial en busca de donantes a los que pedir ayuda. El ministro de Finanzas de Zimbabue, Tendai Biti, dice que el país necesitará 45.000 millones de dólares (unos 33.000 millones de euros) durante los próximos cinco años para bajar la hiperinflación, mantener la asistencia alimentaria de emergencia, reabrir escuelas y hospitales, pagar a los funcionarios y reconstruir una infraestructura hecha trizas.Solo hay un problema: tras años de Gobierno despótico y bandidaje, nadie quiere que Mugabe meta sus manos en las ayudas. Los donantes occidentales no confían en él o sus compinches del Zanu-PF, y no se muestran todavía convencidos por el acuerdo de reparto de poder. Enviar ayuda a través de ONG (y por tanto puentear totalmente al Ejecutivo) es solamente una solución parche. Y aunque Suráfrica y Botsuana, y algunos otros Estados africanos, han anunciado líneas de crédito de 400 millones de dólares, estos salvavidas se quedan muy lejos de los 5.000 millones prometidos. Lo que es peor, esta ayuda para la región parece depender casi por completo de la disposición de los donantes occidentales a correr con los gastos. La Unión Europea y Estados Unidos han manifestado claramente que no darán ningún paso hasta que no haya signos irreversibles de reformas democráticas y económicas. De hecho, ninguno va a levantar las sanciones “selectivas”, económicas y para viajar, impuestas contra Mugabe y sus compinches. Los donantes multilaterales como el Banco Mundial siguen fielmente el mismo guión, como su presidente, Robert Zoellick, dejó claro en marzo, en vísperas de las reuniones de primavera del banco.Aún así, unos 4.500 kilómetros al noroeste hay un país africano que podría ofrecer algo de esperanza y, lo que es más importante, consejo. En 2005, Liberia era una nación devastada que emergía de un brutal conflicto civil. Los donantes internacionales estaban ansiosos por ayudar, pero tenían miedo de que el gobierno de transición pudiera manejar mal -o incluso embolsarse- los fondos de ayuda. (Estos temores no eran del todo infundados: el entonces presidente Gyude Bryant fue acusado más tarde de robar 1,3 millones de dólares al Estado). En respuesta, algunos funcionarios del Departamento de Estado de EE UU -incluyendo el autor principal de este artículo- trabajaron conjuntamente con el país para crear el Programa de Asistencia para la Gobernanza y la Gestión Económica de Liberia (GEMAP, en sus siglas en inglés).Bajo el GEMAP, los ingresos de los abundantes recursos del país en diamantes y madera, así como los provenientes de los impuestos de los registros marítimos, se recogían en el Banco Central de Liberia, donde eran supervisados por un nuevo administrador jefe, un experto internacional recomendado por el Fondo Monetario Internacional. Anteriormente, estos ingresos habían sido recolectados en múltiples bancos dentro y fuera de Liberia y durante mucho tiempo habían sufrido fugas tanto en el sector público como en el privado gracias a las cuales los funcionarios del Gobierno y los magnates de la industria se quedaban para sí muchos de los ingresos.El GEMAP también lanzó reformas sobre la presentación de información acerca de presupuestos y gastos, diseñadas para hacer públicos más datos sobre los contratos y licitaciones del Ejecutivo. Se colocaron en los ministerios clave asesores contables contratados en compañías acreditadas de todo el mundo y se les requirió que firmaran junto con los funcionarios liberianos en las transacciones importantes. Se reclutó además a expertos académicos, que recibían financiación privada, para que asesoraran a los funcionarios gubernamentales.
Animado por estos nuevos mecanismos que obligaban a rendir cuentas, el Gobierno de Estados Unidos abrió el grifo de la ayuda, dejando caer más de 750 millones de dólares en el país. Todos los principales indicadores socioeconómicos, en especial la salud, han ido mejorando de manera constante desde entonces.Una versión del GEMAP para Zimbabue no sólo demostraría el compromiso de romper con la corrupción y el amiguismo del pasado, además proporcionaría el conocimiento técnico y la obligación de rendir cuentas a terceros. Gracias al “ZEMAP”, abusos como el que el gobernador del Reserve Bank, Gideon Gono, tomara prestados mil millones de dólares de los depósitos de un banco privado no serían posibles; los 71 ministros y viceministros de Zimbabue tendrían menos capacidad de aprovechar sus nuevas funciones para su beneficio personal.El ZEMAP podría empezar por funcionar solamente en los ministerios controlados por el MDC: Finanzas, Planificación Económica, Educación y Trabajo. Una asistencia de los donantes enfocada en estos lugares podría hacer mucho por ayudar a la empobrecida y esforzada población de Zimbabue –y hacerlo sin los riesgos de trabajar a través de Mugabe. Dado el impacto potencial del programa, parece posible que se pueda encontrar también la voluntad política. El Banco Mundial fue fundamental para desarrollar el GEMAP de Liberia, y es probable que apoye un enfoque similar para Zimbabue.Eso no quiere decir que un programa de control sobre las corrientes de ingresos y gastos del gobierno fuera a suponer un arreglo rápido. La opinión pública podría ser uno de los primeros obstáculos. En Liberia, quienes criticaban el GEMAP argumentaban que el programa usurpaba la soberanía del país. El gobierno de Mugabe lleva mucho tiempo justificando su existencia gracias a la retórica antioccidental, y hacer al MDC dependiente de donantes occidentales podría permitir al Zanu-PF difamarlo tachándolo de títere (como ya ha comenzado a hacer). No obstante, un marco internacional como el del ZEMAP podría proporcionar a los donantes una vía para volver a comprometerse con Zimbabue y contribuir a hacer el país menos dependiente de las concesiones de la era Mugabe a países como Rusia y China.Idealmente, el imperfecto arreglo para el reparto del poder en Zimbabue será una solución temporal para una situación política y humanitaria profundamente inestable. Mientras esa situación se resuelve, sin embargo, el ZEMAP puede ayudar al Gobierno de unidad –y a los ciudadanos de a pie– a remontar. Y lo que es más importante, garantizar que las cosas no se pongan peor para un Estado que está al borde del colapso. Artículos relacionados