Por si la globalización, el terrorismo, la inmigración, la inseguridad ciudadana o el cambio climático no fueran suficientes, la crisis económica internacional ha avivado un sentimiento cada vez más extendido en la sociedad europea: el miedo. 







Los europeos tienen miedo. Lo dicen los expertos y los sondeos, que retratan a los pobladores del Viejo Continente como seres temerosos y desconfiados ante un futuro que imaginan poco prometedor. Este miedo hace tiempo que se coló en los hogares: miedo a la globalización, a los inmigrantes, al terrorismo, al cambio climático, a las nuevas enfermedades, a Internet y al fin de la privacidad; miedo, miedo al miedo. Pero ha sido la crisis económica la que ha avivado una angustia que en los últimos meses ha sacado a miles de ciudadanos a la calle para protestar contra sus políticos, a los que piden mejoras económicas y, en definitiva, seguridad.

Los europeos tienen miedo de perder sus empleos, de no poder pagar la hipoteca, de que sus planes de pensiones no vean la luz, de que la atención sanitaria deje de ser la que era... Una ristra de miedos que han coreado en manifestaciones y protestas ciudadanas, primero en Grecia, luego en Islandia, en Letonia, Lituania, Alemania, Hungría, Bulgaria y en una larga lista –abierta todavía– de países que ven amenazada su estabilidad política. Los desfiles ciudadanos se han sucedido al compás de un rebrote de sentimientos xenófobos, convirtiendo una vez más a los inmigrantes en blanco perfecto a la hora de exteriorizar los miedos; tengan los temores mucho, poco o nada que ver con los focos del temor.

En Italia, por ejemplo, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, mostró recientemente su preocupación por los episodios xenófobos que en ese país se ceban con los rumanos, mientras que el primer ministro Silvio Berlusconi pretendía legalizar la detención durante hasta 18 semanas de los indocumentados. Los italianos quieren mano dura con sus inmigrantes, mientras que en Reino Unido sindicatos británicos pretendieron poner coto a los trabajadores italianos en la refinería de Lindsey, al este de Inglaterra, al grito de “empleos británicos para trabajadores británicos”. Son tal vez los casos más llamativos, pero desde luego no los únicos en una Unión Europea que recientemente se ha dotado de la polémica directiva de retorno dirigida a los inmigrantes, que algunas asociaciones han calificado de “racismo institucional”.

Pero, ¿tienen los europeos verdaderas razones para sentir miedo?, ¿cuánto de irracional tienen estos temo- res y cuánto de verdad?, ¿peligra realmente el Estado de bienestar en la Unión?, ¿qué papel juegan la clase política y los medios de comunicación en la creación del miedo?, y, sobre todo, ¿cómo afectará el miedo al reparto de poder político en Europa?

 

EL FACTOR CRISIS







Frank Furedi, profesor de Sociología de la Universidad de Kent y autor de varios libros que estudian estos temas, sostiene que “el miedo ...